La sencillez manda en esto que dentro de la jerga cinematográfica se denomina crowd-please: historias de vida simples de gente común (algo que en la Argentina explotó muy bien Carlos Sorín). La empatía o simpatía que pueda conseguir, como en toda producción, ya forma parte de la destreza con la que las realizadoras presentan las dificultades que toda producción presenta a priori. En esta lo hacen holgadamente, no sólo en el registro, sino también con lo que construyen después en el montaje, en el que la música de Leo Sujatovic juega un rol destacado.

Aquí se trata de hacer empática la vida de Teresa (la popular actriz chilena Paulina García), cuya historia es la de una mujer de 54 años que trabaja -y vive- como empleada doméstica en una casa de familia en Buenos Aires, familia que casi de un día para otro le dice que venden la casa y que lo máximo que pueden hacer por ella es contactarla con gente conocida para hacer las mismas tareas en la provincia de San Juan. En la primera parada del periplo hacia San Juan, en el Santuario de la Difunta Correa, su micro se descompone y Teresa pierde el bolso en el que están las únicas pertenencias que le importan en la vida. Gracias a eso entra en contacto con el Gringo (Claudio Rissi), contacto de una intimidad a la que no accedía desde que le preparaba la merienda y la comida al hijo de la familia en la que trabajaba.

En esa nueva e inesperada relación, Teresa antes que una segunda oportunidad, tendrá una desconocida hasta el momento: la posibilidad de reconocerse en territorios de su propia personalidad que siquiera sospechaba que tenía, que una organización cultural patriarcal le había vedado. En ese sentido, el film consigue extender las fronteras del descubrimiento (propio y de lo cercano), que las luchas femeninas de los últimos años permitieron. Es ese nuevo marco que habilitaron esas luchas en los que Teresa encuentra “los permisos” para descubrirse más, y sobre todo de una nueva manera, a sí misma. Así la película logra lo que pocas: a partir de describir la transformación de una subjetividad, esbozar el mundo que permitió su surgimiento.

De ahí que la película resulte tan impactante. Es es en esa conexión tan íntima que hay entre ya una madura Teresa y las novedosas formas femeninas que se presentan casi a diario con la profundización de las luchas de las mujeres, que el film encuentro su tono, su eje y su horizonte. Y muestra que lo de Teresa -y cientos de miles de mujeres más- es algo bastante más que una segunda oportunidad: es en verdad una oportunidad desconocida, posible ahora por una lucha que desbarata poco a poco un dispositivo social siempre dispuesto a obturar su aparición; es casi el descubrimiento de un nuevo continente.

La novia del desierto (Argentina-Chile, 2017). Dirección y guión: Cecilia Atán y Valeria Pivato. Con: Paulina García y Claudio Rissi. 78 minutos. Apta para mayores de 13 años.