Su carrera musical es potente y en permanente desarrollo. Paula Maffia nunca detiene su recorrido solista (su último lanzamiento es el single “Tatuaje”, que ya puede escucharse en todas las plataformas musicales) y, al mismo tiempo, expresa una vocación natural por asociarse con múltiples colegas. También se dedica a la docencia y a la escritura, y a fines de 2021 editó Verso, su primer libro. A pocos días de convertirse en madre, dialogó con Tiempo.

–¿Cómo son los días actuales de Paula Maffia?

–Mis días en la actualidad son muy distintos en relación a los que vivía hasta hace poco. Ya estoy en mi estudio, un lugar espectacular y enorme en mi nueva casa, en Barracas, al sur de la Capital Federal. Muy cerca tengo una mecedora de bebé porque voy a ser mamá dentro de muy poco, y junto a eso hay un cochecito que tengo que instalar en el asiento de atrás del auto. Esas cosas para mí van a ser importantes dentro de cuatro semanas o seis tal vez, porque para entonces voy a estar trayendo a la vida a un pequeño ser que va a atravesar mis entrañas (risas).

–¿Ya sabés el sexo?

–Va a ser un bebé con pito (risas). Eso es todo lo que sé hasta ahora. No me gusta mucho proyectar a futuro, no es algo que me inquiete. Así que por ahora lo único que sé es que va a tener pito y que se lo toca bastante, al menos es lo que muestran las ecografías. Por otro lado, es algo que me representa porque yo haría lo mismo (más risas).

–¿Se puede separar la obra del artista?

–Es muy difícil separar la obra de quien la crea, así que, si somos consecuentes con esa premisa, digamos que se puede separar obra de su autor de manera quirúrgica, pero también puede ser doloroso, especialmente si ese alguien es contemporáneo.

Foto: Cora Belén

–¿Qué artistas suelen llamarte la atención?

–Me atrae artísticamente gente cuya obra no me fascina, pero sí su discurso, cómo pisa la tierra, sus opiniones, la cara que pone cuando sale en los medios y cómo baja cierta experiencia de ser artista a su vida. Cuando sucede eso el artista resulta creíble, hace la magia. Aunque esa magia no hace su obra, genera un efecto en mí.

–¿Qué análisis realizás sobre el aquí y ahora de la mujer en el rock?

–El machismo es algo que perdura, pero me parece que eso es algo que lo tienen que empezar a hablar las masculinidades.

–Una lucha que implica alterar las reglas del juego tal como se las conoce ahora.

–Creo que quedó muy en claro durante los últimos años que estamos haciendo de todo por sortear las reglas del juego, esas que fueron puestas por personas que en su mayoría son varones que ejercen el machismo. Nosotras tenemos que esquivar esas reglas a través del machismo, y eso es lo más duro de la situación porque muchas veces es un callejón sin salida. Nadie quiere ganar una revolución usando las herramientas del opresor. No es lógico que la música sea patrimonio de la masculinidad.

–¿Cómo vivís tu embarazo?

–Yo agradezco mucho mi vínculo con el deseo y la tenacidad. Costó y lo valoro, no lo doy por sentado y cuesta de manera diferente para cada persona. Me alegra no haberme puesto triste cuando comencé a hacerme exámenes y me dieron valores no felices, o cuando perdí un primer embarazo, o cuando algunos amigos no se mostraron entusiasmados cuando les expresé mis deseos. En ese momento yo quería tener a mi hijo sola, pero lo bueno es que no me desestimulé. En mi caso como mujer sola y lesbiana, fue crucial hablarlo en voz alta.

–¿Tu búsqueda también pasaba por la expresión?

–Totalmente, esa era mi manera de buscar al bebé. Una pareja heterosexual lo busca cogiendo, yo lo hice buscándolo, contactando a un laboratorio, haciéndolo real, dándome coraje y haciéndolo posible en voz alta. Así fue como tomé los pasos necesarios y llegamos al día de hoy. En el interín se volvió un proyecto de a dos y todo mi entorno se sumó a la idea de esperar al pequeño. El deseo es algo transformador.

–¿Te imaginás el futuro para ese niño?

–Un poco. La pandemia fue como un diario enrollado con el que me pegaron en el hocico, así que yo ahora no tengo la capacidad de mirar al futuro como sí la tuve antes. No proyecto más de lo que puedo abarcar y menos con mi hijo, que va a venir a instruirme tanto con sus riesgos como con sus  desafíos. Hoy mi idea del futuro es la de un presente continuo. No tengo la ansiedad que tenía antes con el futuro.

Desde hace un tiempo ofrecés talleres de escritura. ¿Cuán importante sigue siendo esa actividad?

–Yo empecé a dar clases por venganza y eso fue un motor para mí.

Foto: Sofía Martinsen

–¿Por venganza?

–Artísticamente comencé a formarme por mis propios medios, porque era una urgencia de mi adolescencia. Empecé a escribir y a dibujar compulsivamente, pero me faltaba la música y no tenía ni herramientas ni referentes. Así que me inscribí en el conservatorio en piano, pero me llevé puesta la frustración de varios maestros que me inocularon un gran terror a la ejecución del piano.

–¿Te encontraste con alumnos que pasaron lo mismo que vos en tus clases?

–Sí, me encontré con gente que viene traumada de su instrumento o de lo que quiere hacer. Y cuando alguien viene con el comentario negativo de un maestro sobre su voz o sobre su instrumento me parece algo muy doloroso. Cuando estás aprendiendo no estimula que te golpeen.

–En muchas fotos se te ve con gatos. ¿Los felinos son tu debilidad?

–Me gustan mucho los gatos. Ahora en casa tengo a la gata de mi pareja que se está conociendo con mi gato y todavía están solucionando cuestiones de territorialidad. Me gustan más que los perros porque son más independientes, pero de todas maneras lo que no me gusta para nada son los dueños de los perros que dejan sus excrementos en la calle y se hacen los boludos. «