Cantante, compositor y productor con más de 40 años de carrera, Miguel Mateos es una figura imposible de ignorar a la hora de contar la historia del rock argentino. En febrero de 1981 teloneó con su banda Zas a Queen en Vélez Sarsfield, poco después logró un éxito sideral en nuestro país y Latinoamérica, y más tarde lanzó su carrera solista con igual o mayor impacto. Vivió en Estados Unidos a principios de los ’90 y hoy sigue tan activo como siempre. Se prepara para una gira que en la segunda mitad del año lo llevará por buena parte de nuestro país, Colombia y México, y ultima los detalles de Los tres reinos, su primera ópera.

–Luego de estar tanto tiempo en el campo del pop y del rock, ¿era un asunto pendiente hacer una ópera?

–Tenía ganas. Con mi madre veíamos ópera, ella me llevaba al Colón a disfrutar de puestas clásicas. Así que fue algo que siempre estuvo dentro de mí. Pero esta ópera tiene que ver con mi historia: viene del rock.

–¿Es más Jesucristo superstar que El fantasma de la ópera?

–Sí, está más cerca del compositor, autor y director Andrew Lloyd Webber o de Tommy de The Who, como para que tengan una idea. Pero con mi estilo. Es algo que me pone muy orgulloso.

–Con Zas telonearon a Queen en su mítico show en la Argentina. ¿Qué te acordás de aquella noche?

–No mucho. Pero no me olvido la sensación de pánico que me invadía. Era el inicio de mi carrera musical. Ahora lo veo con cariño; por suerte, nunca más volví a sentir aquellos nervios.

–¿La pasaste mal?

–Sí. El primer tema me costó, pero me fui soltando. Todos éramos vírgenes, nos mandamos sin experiencia alguna. Éramos cuatro chicos que no habíamos hecho más que tocar en pequeños pubs. Pero luego de aquella noche me di cuenta de que esto era lo que quería hacer toda mi vida.

–¿La fama y el éxito repentino pueden ser peligrosos?

–No es fácil. Esa nueva realidad te puede pegar un cachetazo. Sin dudas. Tenés que estar muy atento y entenderlo a tiempo.

–¿Hay colegas tuyos que no han podido sortear eso?

–Pero claro. El éxito es una locura porque nunca alcanza. Por suerte, me di cuenta y pude manejarlo.

–¿Cómo hiciste para tratar de encontrar el eje?

–Por momentos sentí que no iba a poder. Pero me rodearon buenas personas, gente que me quería, y tuve una familia bien armada que no me dejó despegarme de la Tierra.

–¿Con los años cambió tu pasión por la música?

–No, la verdad que no. Aún sigo estudiando, practicando y buscando nuevas ideas.

–¿Creés en la meritocracia?

–No. Creo en el trabajo. Yo me podría quedar sentado en el sillón, fumando un habano o cualquier otra cosa. Pero no, creo más en la pasión y las ganas. No puedo mirar mis logros y detenerme. No es mi modus operandi.

–¿Qué te queda por descubrir?

–Armonías, letras ocultas, sonidos. Siempre hay cosas que nunca hiciste.

–¿Los vicios ayudan a encontrar la inspiración o es un mito?

–No, no creo eso. Me di cuenta pronto de que ninguna sustancia te hace mejor en tu trabajo. Las drogas perjudican tu vida profesional. Al menos a mí me paso eso.

–¿Lo sufriste?

–Sí, la verdad es que no me gustó. Una vez me subí al escenario mal y después me dije que no volvería a hacerlo nunca más. Jamás repetí esa experiencia, por suerte. Pero bueno, cada uno sabe qué tiene que hacer para sentirse bien. Tampoco juzgo al que le gusta o puede tocar perfecto estando con algo encima. Yo quiero sonar bien. Eso es lo más estimulante para mí.

–¿Hay un Miguel Mateos que no se conoce?

–Quizá la gente no sabe, pero soy un apasionado del básquet.

–¿Qué tanto?

–Miro todo. Partidos de todas las ligas que transmitan. Jugué muchos años. Incluso hasta antes de la pandemia me juntaba a jugar una vez por semana con exjugadores, periodistas, amigos…

–¿Dónde?

–En Obras Sanitarias.

–¿No se pudo retomar?

–Al menos yo no pude. Pero no lo descarto. Casi toda mi vida estuve cerca de este deporte. Hasta llegue a estar en la selección juvenil.

–¿En qué posición jugabas?

–De base. Por la altura.

–Por favor, definí tu estilo mencionando a jugadores conocidos.

–Tengo el pase de un Campazzo, la actitud de un Marcelo Milanesio y el tiro de Pepe Sánchez.

–¿No estarás exagerando un poquito?

–Obviamente (risas). Siempre intentaba ser preciso en el pase y tenía una media y larga distancia buena. Buscaba armar juego para que los grandotes definieran.

–Viviste en Estados Unidos algunos años. ¿Cómo recordás aquella época?

–Fueron casi cuatro años, hasta que nació mi hijo y volvimos. Fue una experiencia enriquecedora desde todo punto de vista. En lo personal y profesional

–¿Te insertaste bien? ¿Fue fácil?

–Los Ángeles tiene gente de todas partes del mundo. Y músicos talentosos con ganas de hacer cosas. Tuve dos bandas, grabé dos discos. Soy una esponja en cuanto a lo que tiene que ver con absorber todo lo que la vida te da como oportunidad.  «