En la primera parte de su cuarta temporada “Stranger Things” termina de consagrarse como la mejor serie jamás realizada sobre la cultura pop ochentosa.  Para esta nueva etapa, la creación de los hermanos Duffer se centra en uno de los géneros paradigmáticos de la década: el cine de terror con adolescentes, de los cuales West Crave, Stephen King y Clive Barker son los principales exponentes.    

La apelación a las citas cinematográficas del horror más siniestro no puede ser más oportuna y atinada para el momento de la ficción. En efecto, los protagonistas ya dejaron atrás la niñez y se enfrentan ahora a los miedos, las obsesiones, las culpas, los conflictos amorosos, las rivalidades y los deseos sexuales propios de la adolescencia.    

La narración de esta nueva etapa arranca en 1986, seis meses después de los truculentos hechos de la tercera temporada y del enfrentamiento con las fuerzas del Mal en donde perecieron el adolescente Billy y el policía Jim Hopper (David Harbour). Por primera vez, los protagonistas se hayan separados y en locaciones diferentes. Por un lado, Mike (Finn Wolfhard), Lucas (Caleb Mc Gauglin), Max (Sadie Sink), Dustin (Gaten Matarazzo), Nancy (Natalia Dyer), Steve (Joe Keery) y Robin (Maya Hawke) permanecieron en Hawkins. Por el otro, tras la supuesta muerte de Hopper, Joyce Byers (Winona Rider), sus hijos Will (Noah Schnapp) y Jonathan (Charlie Heaton) y la recién incorporada a la familia Once (Millie Bobby Brown), se mudaron a California para escapar de las penas, de la maldición pueblerina y de las fuerzas sobrenaturales de Hawkins.    

Entre tantos sentimientos encontrados y triángulos -o cuadrángulos- amorosos que se presentan en esta fase, es probable que Will sea gay y esté enamorado del ambiguo Mike, el novio de Once, su hermana; Nancy se debate entre su amor por Jonathan Byers y una creciente atracción por su ex novio Steve Harrington. Pero, a su vez Steve está enamorado de Robin quien -lesbiana en el closet- se siente atraída por Nancy. En otro orden de cosas, Max (Sadie Sink) se culpabiliza por la muerte de su hermanastro Billy y   una Once, ya sin poderes, es víctima de bullyng en la escuela secundaria donde asiste en California y en represalia ataca salvajemente a su acosadora -en una escena que remite a la “Carrie” de Stephen King en la versión de Brian de Palma- y tiene reminiscencias pesadillescas que le adjudican la responsabilidad de todo el mal ocasionado en Hawkins y quizás en el mundo.       

Por ello, alejándose de los principales marcos referenciales de las temporadas anteriores, los protagonistas adolescentes difícilmente puedan ver representados por los leales amigos de “Cuenta Conmigo”, «Los gonnies» o aquellos que protegían al encantador E.T.; tampoco pensar como Marty McFly que pueden regresar al futuro para solucionar sus problemas o sentirse acosados por monstruos más o menos manejables o externos como los gremlins. La maldad ya no está solo en el Otro Lado sino también en el interior. Sin dudas, han llegado tiempos más oscuros y oscuros en donde son sus propias mentes y corazones las generan sus pesadillas y sus demonios. Entonces es el momento de recurrir y meterse de lleno en aquellas espantosas ficciones y sagas de Freddy Krueger o de IT, el payaso maldito, dos monstruos que arruinaron a una generación.    

Las culpas, los terrores personales, el miedo al sexo y a la sangre -en una época en que el sexo y la sangre se vuelven particularmente peligrosos y el placer es riesgo de vida- y las maldades se materializan en nuevas criaturas que crecen en el Otro Lado y particularmente en una de aspecto humanoide que sigue la línea de los clásicos asesinos seriales sobrenaturales de los cuales Freddy Krueger o Jason Voorhees (Martes 13) fueron pioneros. Este ser diabólico tiene sus orígenes fundantes en un crimen de la década del cincuenta acontecido en una casa abandonada -que remite a la mansión de IT- en donde el patriarca Víctor Creel -interpretado por el mismísimo Robert Englund, el Freddie Krueger original que hace una estelar aparición por la que delirarán los fanáticos- asesinó brutalmente a su esposa e hijos. Internado en un psiquiátrico, este Víctor -tan perturbado como el doctor Frankenstein- pueda explicar los siniestros lazos que unen a Hawkins con el infernal Otro Lado.    

Pero tal como tiene acostumbrado a sus espectadores, la cuarta temporada de “Stranger Things” no abreva de un solo género, sino que tiene múltiples referencias todo con una impresionante banda sonora de época. Así, otra línea argumental revela que Hopper no murió, sino que se haya secuestrado en una cárcel comandada por soviéticos. De esta manera a la vez que se rinde culto, se parodia las películas de los ochenta -al estilo Rambo, Rocky o la saga James Bond, entre tantas otras- donde la maldad sin ambages estaba encarnada en el comunismo de la URSS. La siempre esplendida Joyce- Winona busca rescatar a su amado se remonta al mejor cine de aventuras, comedia y suspenso que hicieron furor en los ochenta.  

Los crímenes de adolescentes se contextualizan en una guerra entre estudiantes populares y deportistas liderados por Jason Carver (Mason Dye) y nerds liderados por Eddie Munson (Joseph Quinn), fan del heavy metal y adalid de jugadores de rol de la secundaria de Hawkins que remiten a películas de estudiantinas norteamericanas tales como “Novia se alquila”, o “La venganza de los nerds”, entre tantas otras.      

En todo caso, el ritmo trepidante y la complejidad y cantidad de conflictos a solucionar ameritan que esta temporada esté dividida en dos etapas y determinan que los capítulos sean más extensos (con un promedio de una hora y cuarto de duración).    

En su penúltima temporada, los hermanos Duffer siguen escribiendo con maestría su elegía ochentosa destinada a meterse en el bolsillo el corazón de los nostálgicos y a la vez captar a las nuevas generaciones. Y si por momentos, el tono burlesco acerca a “Stranger Things” a la parodia de la época a la que hace referencia, se puede afirmar que lo mismo que sobre el Quijote y su relación con la novela de caballería: es la mejor parodia, el mejor homenaje y la mejor ficción pop -sin dudas la más divertida y conmovedora- sobre nuestros queridos, exagerados, frívolos y estrafalarios años ochenta.    


La cuarta temporada de “Stranger Things” se divide en dos etapas: los primeros siete capítulos se estrenaron y están disponibles en Netflix. Los últimos dos capítulos se estrenan el 1° de julio.    

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