«Nosotros no vamos a adherir a la agenda 2030. Nosotros no adherimos al marxismo cultural, no adherimos a la decadencia». Con esas palabras, el candidato a presidente Javier Milei (La Libertad Avanza) sentenció su postura ante la crisis ambiental, en la que también abordó su negacionismo, cuando expresó que “las políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”. Algo que según el Observatorio Pulsar.UBA, fue uno de los tres momentos mayor impacto negativo del debate. Pero para la mayoría de la audiencia, quizás se trató de un tema desconocido: ¿qué es la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible?

Esta iniciativa fue adoptada por la Asamblea de la ONU en septiembre de 2015, definida como «un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia».

Foto: Camila Godoy – Télam

Los Estados miembros reconocieron que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y «sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible». Plantearon 17 Objetivos –elaborados en más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre los países–, con 169 metas «de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental».

«Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaron los Estados en la resolución.

¿Qué países no adhieren a la Agenda 2030, en sintonía con la propuesta de Milei? Según afirmó el investigador del Conicet, Gonzalo Fiore Viani: «Arabia Saudí, Benin, Birmania, Cabo Verde, Ecuador, Gambia, Irak, Kazakhstan, Corea del Norte, Corea del Sud, Laos, Macedonia, Moldavia, Nicaragua, Nigeria, Siria, Yemen, Zambia».

La Agenda 2030 en Argentina

Los objetivos no dejan de ser generales: erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz y facilitar el acceso a la justicia.

Más allá de la Agenda, cada país fija sus propias metas nacionales, «apegándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)». Cecilia Nicolini, secretaria de Cambio Climático de la Nación, afirmó anoche: «La agenda climática no es una agenda de decadencia como plantea la derecha rancia de Milei. Todo lo contrario. Es la gran oportunidad para desarrollarnos a partir de las energías renovables, el gas y el hidrógeno verde que va a necesitar el mundo».

A fines del año pasado, en la COP27 de Egipto, la funcionaria presentó el Plan Nacional de Mitigación y Adaptación al Cambio Climático, que consta de 250 medidas y la estrategia de desarrollo resiliente con bajas emisiones a largo plazo de cara al 2050. Nicolini enfatiza que no se trata solo de mitigación sino también, y sobre todo, de adaptación: “Si queremos tener un desarrollo económico con crecimiento tiene que ser de manera sostenible y en armonía con la naturaleza”.

En ese momento habló con Tiempo y aseguró que «América Latina y Caribe junto con regiones como África somos de las zonas del mundo que más sufrimos los impactos. El clima aquí se manifiesta de manera más extrema, y tenemos mayores niveles de vulnerabilidad que nos deja más expuestos. Según la CEPAL nuestro región necesita entre 6 y 8 veces más de financiamiento de lo que se está poniendo para las transiciones«. 

Destacó que no podemos seguir consumiendo y produciendo como lo hacíamos hace 10, 20 o 30 años: «Tenemos muy en claro que tiene que cambiar. También tenemos muy en claro que la cuestión del cambio climático es real, y los impactos ya están ahora. No es el futuro. Es nuestra agenda. Y no es solamente una agenda que viene de afuera, es propia, la tenemos que encarar con una perspectiva nacional y soberana».

La Agenda, el Cambio Climático y la dicotomía

«Decir: ‘cómo trabajo las transiciones que me permitan transformar mi matriz productiva, y que a su vez genere capacidades para tener más empleo, no dejar a nadie afuera, que realmente sea una transformación inclusiva, que no aumente las brechas y la desigualdad’. En eso hay muchísimos debates y encontronazos2, continuó Nicolini.

«Pero eso sí: ya no es una cuestión dicotómica o maniquea de producción vs. ambiente. Todos entendimos, o casi todos, que si queremos tener un desarrollo económico con crecimiento del país tiene que ser de manera sostenible y en armonía con la naturaleza. Sobre todo porque ya hoy en día no solo tenemos que cuantificar lo que nos va a costar económicamente hacer esas transiciones, sino que nos va a costar mucho más si no las hacemos; el costo de inacción empieza a ser mucho más alto que el costo de actuar».

En ese tiempo en el mundo ya se está hablando de activar los mecanismos de ajuste de carbono en frontera. «Esto es: la Unión Europea no te va a comprar más alimentos o productos que no vengan certificados libres de deforestación –explicó Nicolini–. También estamos viendo que si no cuidamos y protegemos nuestros humedales, eso va a redundar en inclemencias climáticas, incendios y demás, que afectan también la producción económica. Y ni que hablar de la salud, que también es costosa. Todo lo que debemos después remediar es muchísimo más costoso».

Y completó: «Nosotros tenemos una matriz energética donde el gas natural va a jugar un rol muy importante. ¿Es una solución a largo plazo para la descarbonización? No, pero es funcional a la transición en el corto y mediano plazo, porque puede reemplazar combustible fósil mucho más contaminante, y nos permite también exportar o reemplazar importaciones muy costosas, para financiar cosas que sí necesitamos con urgencia que requieren dólares«.

«Es el caso de las líneas de transmisión eléctrica para desarrollar más parques eólicos y solares, o terminar de financiar el reactor CAREM que va a ser fundamental para la región. Es una mesa de negociación muy compleja donde todos tenemos que ceder algo para poder ganar. Y que sea con la gente adentro», cerró.

Foto: @cecilianicolini

El mundo arde

“Existe en la historia de la tierra un ciclo de temperaturas. Estamos en el quinto ciclo, la diferencia con el cuarto es que antes no estaba el ser humano y ahora sí. Las políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”, sostuvo Milei en el debate, luego de decir que no negaba el cambio climático, algo que contradijo segundos después.

Negar el cambio climático no solo es una postura ideológica, sino que también tiene sus consecuencias económicas. Desde prevenir sequías o temperaturas extremas, hasta cómo elaborar políticas hacia el sector productivo, o incluso la construcción en zonas críticas. Actualmente las pérdidas por fenómenos climáticos superan los 25 mil millones de dólares. Más de la mitad de la deuda con el FMI.

Julio de 2023 fue el mes más caluroso jamás registrado. La Agencia Espacial Europea anunció que ese calor extremo de julio elevó la temperatura media mundial 1,5 ℃ por encima de la media preindustrial. El planeta rebasó el objetivo del Acuerdo de París de 2015 de mantener el calentamiento en 1,5 ℃, alrededor de una década antes de lo previsto. Al mes siguiente fue peor. Y agosto (que en pleno invierno tuvo en nuestro país temperaturas mayores a 30 grados) fue el más caluroso de la historia.

 El Acuerdo de París establece que para evitar un cambio climático peligroso debemos mantener las temperaturas globales “muy por debajo de 2 ℃” de calentamiento. Y así nació el umbral de 1,5 ℃.

¿Qué es un “nivel peligroso” de cambio climático? Básicamente, niveles de calentamiento en los que los daños llegan a ser tan generalizados o graves que amenazan las economías, los ecosistemas, la agricultura y suponen un riesgo de puntos de inflexión irreversibles como el colapso de las capas de hielo o de las circulaciones oceánicas. «Y lo que es más importante, este nivel de calentamiento corre el riesgo de llevarnos más allá de los límites de nuestra capacidad de adaptación», plantea un artículo del sitio de divulgación científica The Conversation.

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Foto: AFP

El cambio climático se ve sobre todo en los polos. El hielo marino de la Antártida se derrite a un ritmo récord. A mitad de septiembre, científicos relevaron a través de datos satelitales que hoy el continente blanco registra la menor superficie de hielo en 11 años.

Un estudio publicado en agosto del 2022 por la revista científica Nature halló que el 58% de las enfermedades infecciosas a las que se enfrenta la población se agravaron con el cambio climático. Calentamiento global, olas de calor cada vez más frecuentes, inundaciones, incendios, sequías, precipitaciones extremas, aumento del nivel de mar. Todo un combo que modifica las reglas de juego para distintos patógenos humanos, como son los virus, bacterias, hongos, parásitos, e incluso plantas y animales que entran en contacto con las personas.

“Se favorece la transmisión: por ejemplo el dengue, Zika, Chikungunya, fiebre amarilla. Un clima global más cálido motivó la distribución universal de su vector, el mosquito Aedes Aegypti, plantea el médico especialista en Medicina Interna, Ramiro Heredia, del Hospital de Clínicas. De hecho meses atrás la Facultad de Exactas y Ciencias Biológicas de la UBA comprobó que el mosquito ya se adapta a zonas más al sur, como La Pampa.  

Un artículo de Global Citizen, un movimiento ciudadano global nacido en 2012, habla de que con el CC habrá alergias más intensas y en momentos del año en los que antes no se producían. “La deforestación, sumada al crecimiento de los centros urbanos, y al hacinamiento de la población, es un terreno fértil para la aparición de nuevas enfermedades, o para la reaparición de viejas conocidas”, remarca Heredia. Y acota: “probablemente nuestros hábitos van a cambiar, nuestros horarios y espacios de trabajo, nuestra vestimenta, para adaptarnos a un clima más hostil”.

Si se niega el cambio climático seguramente no se vea la necesidad de invertir en políticas públicas que apunten a la erradicación de las enfermedades y las problemáticas amplificadas por ese fenómeno.

Nada dentro de los ‘ciclos normales’

Otro punto refutado es el de los ciclos de temperatura que expuso Milei y que se citó unos párrafos antes en este artículo. “Las mediciones confiables más antiguas de la temperatura arrancan en el año 1880 y son las que nos permiten ver que desde la revolución industrial las temperaturas aumentan abruptamente. Cuando no había seres humanos no había mediciones de temperaturas”, explicó en un hilo de X (ex Twitter) Daniela Risaro, docente en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Exactas de la UBA e investigadora del Centro de Políticas Fundar.

«La Tierra ha teñido ciclos de concentraciones de CO2 que aumentan y bajan pero siempre bajo el umbral de 300 ppm. Los últimos años el crecimiento de CO2 es repentino y abrupto: nada dentro de los ‘ciclos normales’. El aumento fuera de serie del CO2 en la atmósfera genera un bruto desbalance energético en la tierra. El CO2 es un gas de efecto invernadero que sobrecalienta la atmósfera y hace que la temperatura aumente batiendo récords como nunca antes», acotó.

Y añadió: “A lo que capaz se refiere Milei es a los registros de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. De esta variable sí tenemos información que se remonta a 800 mil años en el pasado. Estos datos se obtienen de testigos de hielo de la Antártida, que son la memoria del clima pasado. Si miramos estos datos vemos que la Tierra ha teñido ciclos de concentraciones CO2 que aumentan y bajan pero siempre bajo el umbral de 300 partículas por millón. Los últimos años el crecimiento de CO2 es repentino y abrupto: nada dentro de los ciclos normales”.