Por un breve momento, Ana Peinetti, de 34 años, deja la mesada de experimentos del laboratorio que montó en el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía de la Facultad de Exactas de la UBA y el Conicet, para dialogar con Tiempo. Algo mueve sus acciones y sus luchas, como un combustible: que la ciencia sea una política de Estado. “Haber reactivado el Programa Raíces o sancionado la Ley que garantiza en el presupuesto un porcentaje del PBI para el área, trasciende los cuatro años de un gobierno. Se piensa a largo plazo”, analiza Peinetti. Es la primera científica repatriada de 2020 tras el desfinanciamiento  y endeudamiento que sufrió el programa durante la gestión anterior.

“Esto demuestra buenas intenciones, pero aún falta mucho, como recomponer los salarios y mejorar subsidios, pero este es el camino”, aclara.

Acaba de ganar la beca de la 15° Edición del Premio Nacional L’Oreal-Unesco por su proyecto de monitoreo de las distintas variantes de SARS-CoV-2 a través de la detección rápida de antígenos. El año pasado, en plena pandemia, optó por continuar su investigación en Argentina.

Peinetti está acostumbrada a los cambios. Es de General Pico, La Pampa, y a los 18 años se mudó a Buenos Aires para formarse en la UBA, donde se licenció y doctoró en Ciencias Químicas de Materiales. En 2017 viajó a Estados Unidos. En la Universidad de Illions aprendió “cómo ingenieriar moléculas de DNA (ácido desoxirribonucléico) para que funcionen como si fueran anticuerpos muy específicos y esto da varias ventajas, a partir de integrarlas en métodos de diagnóstico y detección de patógenos como virus y bacterias”, describe.

A fines de 2019, cuando estaba por finalizar «ese proyecto grande en Estados Unidos, con muy buenos resultados», se puso a pensar dónde continuar la siguiente etapa: «si volvía o no al país”. Aunque tenía la posibilidad de ser docente allí, hubo dos episodios que la convencieron del retorno: “primero, obtuve un subsidio de la fundación PEW para comprar muchos equipamientos; por otro lado, fue clave que desde Argentina me ayudaran con los pasajes y el traslado de esos equipos para poder armar acá el laboratorio”.

Ahora forma un equipo con cuatro colegas más, estudiantes y pasantes. Gracias al premio L´Oreal–Unesco, intentará dar con “moléculas de DNA que sean muy específicas para cada variante de Covid y poder incorporarlas en un test rápido de antígenos y, entre otras cosas, determinar si el virus es infeccioso o no, es decir si la persona contagia o dejó de hacerlo. Todo esto podría ayudar a saber si, por ejemplo, el paciente necesita ser monitoreado”.

Además, esta semana la científica aplicó para un subsidio que le permita desarrollar este tipo de test con moléculas modificadas para dar con distintos serotipos de dengue. El equipo también está colaborando en otra investigación que busca generar nuevos métodos de detección que sean sensibles y portátiles: «es muy difícil porque en general se necesitan equipamientos muy grandes, y si son rápidos y portátiles, suelen perder sensibilidad. Queremos incorporar nanotecnología en los ensayos. Nos interesa muchísimo que todo lo que hacemos termine aplicado en el usuario. Que no quede en un laboratorio». «