El retorno a la presencialidad total en las escuelas porteñas, anunciado y celebrado por el Gobierno de la Ciudad, dio lugar a una nueva oleada de reclamos para que se respeten los cuidados sanitarios básicos en el marco de la pandemia de coronavirus y ante el acecho de la variante Delta. Cada vez más familias y escuelas se organizan para juntar firmas –se suman de a miles en cuestión de horas- para exigir que se mantengan las burbujas y el distanciamiento social para intentar evitar contagios masivos. En medio del debate, una insólita puja en torno a los medidores de dióxido de carbono.

“Se están juntando firmas en el Nacional Buenos Aires y en el Mariano Acosta. Aún no fueron enteradas las cartas. En los últimos días distintas escuelas, diferentes agrupaciones de familias, sindicatos docentes, estudiantes se han pronunciado rechazando el abandono de medidas de cuidado en la presencialidad escolar. De lo que tengo conocimiento en conjunto las distintas cartas han juntado cerca de tres mil firmas en pocas horas”, dijo Patricia Pines, referente de Familias por un Retorno Seguro a las Escuelas.

Algunas comunidades educativas organizaron sus propios esquemas para contar con la mayor presencialidad posible ante la baja de contagios pero sin dejar de lado los cuidados. Fue el caso del Liceo 9, que incluyó el gimnasio en la rotación de espacios de clases y organizó un formato de presencialidad que logró el consenso de centro de estudiantes, cooperadora y familias. Después de una concentración frente a esa escuela de Belgrano, se logró la autorización de la supervisión para implementar esa modalidad. Pero un funcionario de la ministra Soledad Acuña irrumpió este lunes en el establecimiento para echar todo por tierra.

“El colegio no tiene espacio para que se rompan las burbujas, por eso las familias reclamamos la semana pasada. El equipo de conducción en paralelo presentó un modelo que era con burbujas e incluía la máxima presencialidad posible. Estábamos todos de acuerdo. El jueves supervisión aprobó el proyecto. Ayer en el programa de Laje le hicieron un reportaje a Acuña y hubo un llamado de alguien que dijo ‘cómo puede ser que en el Liceo 9 sigue habiendo burbujas’. Después de eso se presentó (Fabián) Capponi ayer en la escuela y dijo que el proyecto que había sido aprobado quedaba sin efecto”, contó Gerardo Cedrola, papá de estudiantes de primero año y quinto año.

Capponi, director general de Educación de Gestión Estatal de la Ciudad, es el funcionario que hace poco más de un año bailó sin barbijo ni distanciamiento en el edificio del Ministerio de Educación porteño, como se vio en un video que se volvió viral. A partir de su llegada al Liceo 9, esa comunidad está analizando qué medidas tomar para continuar con su reclamo. Eso incluye el contacto con otras escuelas, para elaborar un planteo colectivo, así como la evaluación de medidas judiciales. “El Ministerio de Educación tiene una postura autoritaria. La educación es una construcción de la comunidad. Pero el Ministerio baja una línea en contra de algo con lo que estamos todos de acuerdo. Viene a la escuela y piensa que puede anular algo que defiende toda la comunidad sin consecuencias. Nosotros resolvimos el problema, encontramos una forma de tener máxima presencialidad con cuidados. Pero a esta gente no le importa. Están en campaña, trabajando para otras cosas”, lamentó Cedrola.

“Están todas las escuelas reclamando lo mismo. No da el lugar físico para hacer lo que quieren desde el Gobierno de la Ciudad. Tendrían que seguir con un esquema bimodal semanal. Que los chicos tengan clase en grupos pequeños, que además favorece el aprendizaje, y combinar con lo virtual”, planteó Angélica Graciano, Secretaria General de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE). Y cuestionó que “en todos los distritos y las escuelas que retomaron la presencialidad surgen inconvenientes que son sencillos de resolver, pero con obstáculos políticos, electorales”.

Este lunes, el sindicato Ademys se presentó ante el Ministerio de Salud local para pedir a su titular, Fernán Quirós, explicaciones sobre la eliminación del distanciamiento en las escuelas “sin ningún fundamento sanitario ni científico que lo avale, y en momentos en crece la preocupación y el alerta por la circulación comunitaria de la variante Delta y el contagio en menores”. Las y los docentes no fueron recibidos. “De no ser convocados a la brevedad, volveremos a presentarnos en el Ministerio”, anticiparon.

Medidores en disputa

El uso de medidores de dióxido de carbono es una de las herramientas disponibles entre las medidas de cuidado en pandemia. Permiten conocer la calidad del aire en un espacio cerrado y aumentar la ventilación en caso necesario. Su uso comenzó a difundirse a partir de la propuesta de un científico en España, y se replicó en otros lugares. En la Argentina, uno de los impulsores de su uso es el físico Jorge Aliaga, de la Universidad de Hurlingham. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, recomendó su implementación en las escuelas de territorio bonaerense, donde ya se distribuyeron más de 30 mil. En la Ciudad de Buenos Aires, en cambio, el Ejecutivo local no consideró necesario su uso.

La Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) se sumó a quienes reclaman su instalación y convocó a una clase abierta para este martes frente a la Jefatura de Gobierno para explicar las claves del contagio por aerosoles y la utilidad de la medición de la calidad del aire. En tanto, el espacio Padres Organizados –conformado por familias que defienden la presencialidad a toda costa, incluso durante los momentos de más contagios- denunció que Aliaga pretendía hacer negocios con los medidores y cuestionó su utilidad. “La clase es para mostrar y reclamar el pedido de medidores en las aulas. Estamos en proceso de armar medidores y algunas escuelas también. Y hubo una especie de reacción incomprensible e injustificable de un sector diciendo que no hacían falta estos medidores”, dijo Graciano, de UTE, sobre la denuncia de Padres Organizados.

“No estamos en contra, pero deben usarse donde son necesarios, para cuidar los fondos públicos y de las cooperadoras. Si ya se realizaron las mediciones por parte de la autoridad técnica sanitaria, no tiene sentido el medidor”, dijo una de las voceras de Padres Organizados, Débora Vassallo, en diálogo con Radio Con Vos. “No es verdad que la ventilación no cambia: dependiendo de la ocupación, de la actividad, varía. Ayer con la ventolina era más fácil ventilar, un día calmo no es lo mismo”, explicó Aliaga. Y advirtió que “cuando ponés personas más juntas, no sólo sube el C02. Eso es parte del problema. Ellos dicen que la instalación de medidores es para que dé mal e ir en contra de la presencialidad. Lo ven como una maniobra de los que no quieren que haya clases. Lo que no se entiende es que a corta distancia el problema ya no es la ventilación. Para compensar habría que tener muy buenos tapabocas, que no salga nada por los costados. Pero simultáneamente mandan a todos los pibes al comedor, donde se sacan el tapabocas y hablan”, dijo el físico para dar cuenta de los riesgos de la falta de distanciamiento, más allá de los medidores.

En algunas escuelas como la Mariano Acosta están fabricando sus propios medidores, siguiendo las pautas que el propio Aliaga compartió con código abierto a través de Internet. Desde la UTE también están sumándose a esa iniciativa. Para contar con dispositivos de control del aire sin dejar de reclamar que sea el Estado el que los provea.