En agosto de 2018 la revista británica «The Economist» publicó en su portada una imagen de la empresa Facebook desmoronándose bajo el título «Epicfail» -fracaso épico- en relación al modelo de negocios basado en la recolección y uso comercial de información privada de los usuarios de Internet. El artículo hacia alusion a la mayor filtración de datos de la historia de la red social producida en 2016 a través de la aplicación «Thisisyour digital life» -esta es tu vida digital-, propiedad la consultora británica Cambridge Analytica, que utilizó datos de 85 millones de usuarios para la elaboración de «fake news» e influir en la opinión pública a favor de la candidatura presidencial de Donald Trump. El escándanlo derivó en la comparecencia de su CEO, Mark Zuckerberg, ante el Capitolio en abril del año pasado, donde los senadores demócratas criticaron duramente las vulnerabilidades de seguridad de la empresa al permitir la injerencia rusa en la plataforma. El hecho tomó repercusión no tanto por las violaciones a la privacidad de los usuarios dentro de la red social -algo que todos los gigantes de Internet realizan asiduamente- sino por la sospecha de que la empresa jugó politicamente a favor del actual presidente norteamericano en acuerdo con la consultora dirigida por el ingeniero ruso Christopher Wylie.

Desde la apertura comercial de la Internet por parte del gobierno de los Estados Unidos a mediados de la década de 1990; la recolección, el almacenamiento y la cesión de datos personales a terceros es la principal fuente de ingresos de las empresas proveedoras de servicio que operan en la red. Este modelo de negocios no es novedoso ni innovador sino una adaptación moderna del régimen de propiedad intelectual vigente desde la creación de la imprenta en el siglo XVI. En la publicación de un libro, el titular de las ideas plasmadas en la obra es de quien las produce y escribe, el titular de los derechos de autor. Pero el uso comercial de la obra -cantidad de unidades impresas, costo de la obra, lugares de distribución y venta- es propiedad exclusiva de la empresa editorial, donde el autor no tiene injerencia. En Internet, el esquema de negocios está inspirado en este régimen. La política de seguridad y privacidad de los datos que de la mayoría de los sitios web establece que el usuario es el titular de la foto, el video o la información personal que sube a la plataforma -una casilla de mail, un blog personal o una red social- pero la empresa puede hacer uso discrecional de dicha información con fines comerciales u «otros servicios». En la «letra chica» de los términos y condiciones de uso –extensas y ambiguas en su redacción- los gustos y preferencias de los usuarios son la materia prima para la elaboración de perfiles personalizados, sea para la elaboración de publicidad agresiva en la web, la venta de las bases de datos a terceros o la elaboración de “campañas sucias” a favor de la propaganda política, un negocio poco regulado por los gobiernos en la geopolítica actual de la red.