¿Cómo pensar y contar la guerra de Malvinas hoy? Porque no son 40 años de Malvinas, son 40 años de la guerra, como remarca Ernesto Alonso, del CECIM de La Plata, en nuestro suplemento especial que acompaña esta edición. Son 40 años en los que, más allá de que 130 militares fueron imputados por violación a los Derechos Humanos en esos días, solo hay cuatro procesados. Y con participantes del conflicto bélico silenciados estas décadas: el rol de las mujeres, los cien soldados indígenas, la población civil que ayudó y cooperó, desde los radioaficionados de Claromecó que usaron el faro para interferir las comunicaciones británicas hasta los pilotos de Tierra del Fuego que se dedicaban a combatir incendios forestales y terminaron participando del enfrentamiento.

Pareciera que por fin, tras años de desmalvinización, se ve el merecido homenaje social a los excombatientes en todo el país. Los 40 años de la guerra pueden (y deben) servir para, con ese pasado aún en carne viva, pensar a las Malvinas hoy y en un mañana próximo, enmarcadas en el nuevo escenario geopolítico mundial aún en ebullición, con otra guerra de por medio.

La suba de los commodities y el Brexit no son indiferentes a la relación de Londres con Malvinas. Los altos costos que le genera a Gran Bretaña sostenerlas y un reclamo de anticolonialismo que crece en el mundo (Bardados, por caso) son mirados con atención por el gobierno argentino, que sigue reuniendo consensos internacionales en su reclamo. Como cuenta Claudio Mardones en su nota de hoy, el Ejecutivo nacional busca que haya vuelos de Aerolíneas Argentinas hacia las Malvinas, especialmente para familiares de caídos, y apunta a robustecer políticas sobre nuestro mar, en la plataforma continental y en el territorio antártico.

La ciencia es clave para tomar protagonismo en la zona, por ejemplo con programas como Pampa Azul, desfinanciado años atrás. Mirar hacia el mar con presencia civil, no militar. Aunque Gran Bretaña siga provocando con ejercicios bélicos, a veces junto a Estados Unidos, también como gesto hacia Rusia y China.
Malvinas es la puerta de entrada a la Antártida y es además un posible terreno fértil para la extracción de hidrocarburos, en tiempos en los que las potencias buscan dejar de depender de Rusia y llegar a nuevos horizontes. Eso se traduce en intenciones petroleras del Reino Unido que merecen ser observadas con atención y no relativizarlas en estas tierras, desde lo ambiental hasta lo político. Según afirmaron a Tiempo, el gobierno nacional prepara nuevos protocolos de control en el mar argentino, como parte de una estrategia que, aseguran en la Cancillería, contará con nuevos hitos políticos y diplomáticos durante este año.

El canciller Santiago Cafiero sostuvo ayer en The Guardian que “el conflicto de 1982 no alteró la naturaleza de la disputa entre ambos países, que aún está pendiente de negociación y resolución”. De hecho, en temas como la pandemia el gobierno nacional trabajó en conjunto con el británico. Sin embargo, «en la agenda del Atlántico Sur, nos comportamos como si el conflicto hubiera ocurrido ayer», reclamó.

Las heridas que no cierran también deben aprender a contarse a generaciones cada vez más alejadas de aquél 1982, como lo que son: una causa nacional por la soberanía. Ser inteligentes, mirar el contexto, y saber cuándo, dónde y cómo actuar. Comprender que los arrebatos individuales y por las armas, en un mundo multipolar, nunca serán la solución.