Los presidentes de derecha americanos tienen varios vicios en común, uno de ellos es subestimar el daño que se le imprimió al ambiente y el consiguiente efecto en el cambio climático que ya se ha generado. Donald Trump, cuyo país ocupa el segundo lugar en la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo, agachó la cabeza y embistió con un “no lo creo” y se salió del Acuerdo de París. Enfrente tenía un abultado informe de más de diez agencias federales que le contaban hasta el más mínimo detalle de las consecuencias de la emergencia climática en su país, por ejemplo, le informaban que entre 2015 y 2018 su economía había registrado pérdidas por 400 mil millones de  dólares por esta causa.

Menos al norte, y con una de las reservas verdes más importantes del planeta, el Amazonas, el ultraderechista Jair Bolsonaro que gobierna Brasil también es un férreo negacionista, impulsado por los intereses mineros, agrícolas y del sector de la madera. En un año cuadriplicó la tala amazónica, que en julio trepó casi un 280% más que el año anterior (unos 2.200 km2). Por esto, Alemania suspendió hace tres días el envío de 30 millones de dólares destinados a la preservación de esa zona verde, uno de los principales reservorios de carbono del planeta.

Tal vez para no quedarse atrás de sus compañeros, el presidente Sebastián Piñera, quien será el anfitrión de la vigesimoquinta Conferencia de las partes (COP25) –la convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático– para comienzos de diciembre de este año, viene haciendo equilibrio entre el desdén y la concientización sobre el tema.

A diferencia de Trump y Bolsonaro, las declaraciones de Piñera fluctúan entre reconocer “que la evidencia científica es apabullante” y “que el calentamiento global puede terminar teniendo consecuencias dramáticas” y la toma de distancia cuando se le exigen acciones acordes a la emergencia climática: “Algunos son verdes por fuera y rojos por dentro, como las sandías”, chicanea el mandatario trasandino. Piñera desvía el eje de discusión, buscando ideología donde hay hechos urgentes: “Los que hablan de cambio de modelo (energético), sin decir lo que quieren decir, a veces yo creo que hay algunos que detrás de la causa del medio ambiente esconden otros propósitos, algunos quieren reivindicar ideas socialistas, que yo creo no funcionan”. Y así siguió Piñera haciendo un análisis histórico político del cambio climático que desató unánime rechazo por su poco conocimiento de un tema crucial en el que Chile será actor central a fin de año.

La falta de claridad del presidente Piñera siembra desconcierto debido a que el rol de Chile como estado anfitrión de la COP25 es mediar en las negociaciones que terminarán de pulir el reglamento del Acuerdo de París que entra en vigencia en 2020.

Ya los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU advirtieron que se debe detener el ascenso de la temperatura del planeta a 1,5°C, de no hacerlo para 2030 el proceso de calentamiento global será irreversible, es decir, incompatible para gran parte de la biodiversidad del planeta. Si por un lado las evidencias del cambio climático han sido recopiladas e investigadas por los centros científicos, las definiciones que se esperan de las COP son políticas, en continuidad con lo sucedido en París en 2015.

Las COP son el modo en que el mundo pelea la emergencia climática a través de discutir y tomar medidas para adaptarse al cambio ya producido y mitigar los cambios futuros a través por ejemplo de la descarbonización. Esto implica una agenda urgente que las declaraciones de Piñera no parecen tomarse muy en serio. 

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En Argentina, la discusión del cambio climático, que es central en el mundo no logró impactar en la sociedad, pese a las sequías que sufrió el sector agropecuario y a las inundaciones, sólo como ejemplo, el 70% de la producción de Santiago del Estero se encuentra bajo el agua. Ahí donde el Ejecutivo nacional no logra unir los cabos, algunas autoridades de segundo nivel de las provincias y de algunos municipios parecen tomar algo de conciencia y buscan participar de la COP25 en representación de los estados subnacionales argentinos.