La Organización Mundial de la Salud se mostró preocupada por el crecimiento de los casos de coronavirus en el continente africano, donde ya se produjeron más de 15.000 muertos desde que comenzó la pandemia. Michael Ryan, director de Emergencias de esa entidad, llamó a “tomar muy en serio la aceleración de la enfermedad y a mostrar solidaridad”. El país más golpeado, con todo, es el más rico y a la vez el más desigual, Sudáfrica, que ya superó los 5000 muertos y se acerca a los 400.000 contagiados, ocupando el quinto puesto a nivel mundial, detrás de Estados Unidos, Brasil, India y Rusia. «Sudáfrica corre el riesgo de ser un precursor de lo que va a pasar en el resto de África», abundó Ryan.

El resto de las naciones subsaharianas, en tanto, también presentan un estallido de casos y con un crecimiento de 31% en Kenia, 50% en Madagascar, 57% en Zambia, 69% en Namibia y 66% en Botsuana. Al norte del continente, en la región conocida como Magreb, de población mayormente árabe, si bien el Covid-19 también está haciendo estragos (en Egipto los muertos son más de 4.300 y el Argelia llegan a 1.100) la preocupación mayor parece ser la situación en Libia y la decisión de parlamento egipcio de autorizar el envío de tropas ante el avance de las fuerzas respaldadas por Turquía, lo que amenaza la estabilidad regional en un momento de relativa calma por la pandemia.

El problema en Sudáfrica se extendió de tal modo que un ambulanciero consultado por la agencia AFP, Eugene Muller, dijo que los cadáveres se apilaban en el suelo de los hospitales por falta de camas. En la provincia de Cabo Oriental, agrega el entrevistado, «los hospitales ni siquiera tienen espacio para recibir pacientes graves».

Muller trabaja en Port Elizabeth, una de las principales ciudades de la región, donde -asegura- falta personal de atención médica y tampoco en los últimos años hubo políticas oficiales en favor de la salud pública.Port Elizabeth es una zona industrial donde se encuentra una planta de Volkswagen. La firma alemana construyó un hospital de campaña con 1500 camas, que en vista del crecimiento de casos resulta insuficiente.

Que en África la pandemia podría producir estragos era previsible (ver acá) por la escasez de recursos y de políticas de salud en la mayoría de los países. Por eso llama la atención que el lugar mejor posicionado esté pasando por este momento dramático. O, desde otra perspectiva, quizás lo que sucede en Sudáfrica tenga mayor visibilidad internacional y la situación en otros territorios sea aún peor pero no se conozca.

Porque al mismo tiempo que la OMS alerta sobre el coronavirus, otras instituciones como la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anunciaron planes para controlar la propagación de la peste porcina africana (PPA), que si binen no se transmite al ser humano, al diezmar los ganados le suma el riesgo de una hambruna que se sumaría a la crisis sanitaria.

En las costas del Mediterráneo, con todo, crece la preocupación por el conflicto libio. El país, que tiene los yacimientos petroleros más importantes de África, fue desmembrado por la intervención de la OTAN y EEUU en 2011 para derrocar al líder Muhammad Khadafi. Desde entonces tribus regionales se disputan el control de la nación, obedeciendo a intereses económicos de las multinacionales petroleras, en el marco de disputas geopolíticas más amplias.

Libia se divide hoy día entre un territorio en el este, liderado por el general Jalifa Haftar, en Bengasi, y otro en Trípoli, en el oeste, con el apoyo de las Naciones Unidas. El gobierno de Abdul Fatah al Sisi apoya a Haftar, porque argumenta que así resguarda su frontera, mientras que Recep Tayyip Erdogan se suma a la ONU, Rusia y Emiratos Árabes Unidos en favor del gobierno de Tripoli.

La situación se complica en la medida en que tanto Turquía como Egipto son aliados de EEUU. Turquía, además, es miembro de la OTAN.