Las consecuencias del conflicto bélico en Ucrania y las sanciones contra Rusia se hacen sentir cada vez con más rigor en Europa. Francia, por ejemplo, decidió recuperar el control de la mayor empresa de electricidad y envió al parlamento una ley para implementar medidas que garanticen la soberanía energética. Alemania avanza hacia restricciones al consumo de energía y el Gobierno alerta sobre los riesgos para el próximo invierno, mientras colapsan las empresas proveedores y por primera vez en 30 años la «locomotora» del continente tiene déficit comercial. En los Países Bajos, los agricultores bloquean rutas y se enfrentan con la policía contra medidas por el cambio climático que en este escenario les resultan más gravosas.

Lo de Francia es la declaración de una «economía de guerra». El gobierno de Emanuel Macron impulsa una ley de «poder adquisitivo» destinada a evitar que los precios de la energía, se desmadren. Para eso ya anunció la renacionalización de Electricité de France (EDF), la instalación de una terminal de  Gas Natural en Le Havre, la reapertura de la central de carbón de Saint-Avold, y un proyecto para revisar el programa nuclear por 51.700 millones de euros, que incluye la construcción de 14 reactores para el 2035.

La primera ministra francesa, Elizabeth Borne (apellido adecuado para hablar de electricidad) dijo en la Asamblea Nacional que se necesita garantizar la independencia energética y agregó que para combatir el cambio climático se requiere energía nuclear. Pero hasta no hace nada, esa era una opción B. La primera era la provisión de gas desde Rusia, algo cada vez menos posible habida cuenta de las sanciones por la invasión a Ucrania.

La privatización parcial de EDF en 2005 se justificó en la eficiencia que ganaría la principal operadora de energía de Francia. Con más de 165.000 trabajadores e ingresos por unos 85.000 millones de euros, EDF era una de las joyas de la corona. Pero desde entonces no hubo inversión y la infraestructura nuclear, de los años ’80, fue quedando obsoleta y hasta se convirtió en un activo peligroso por la falta de mantenimiento en las instalaciones. En ese contexto, la nacionalización tiene gusto a disimular el fracaso de la privatización.

En Alemania, el gigante Uniper, proveedora de gas de la rusa Gazprom, pidió ayuda al gobierno de Olaf Scholz para evitar la quiebra. Ante la baja en el acceso al fluido, tuvo que acceder a otros mercados, donde los precios le resultan imposibles de solventar. La firma, con sede en Düsseldorf, tiene 12.000 trabajadores. Su principal accionista es el grupo Fortum, una empresa pública con participación del estado finlandés de casi el 51% de sus acciones. El director general de Uniper, Klaus-Dieter Maubach, dijo que no caminan hacia la quiebra, pero que necesita de forma urgente un rescate en base a la nueva ley de seguridad energética.

A raíz del incremento en el costo de la energía (87,1% anual), los precios industriales aumentaron un 33,6% en mayo, récord desde 1949. El índice de precios al consumidor se incrementó un 7,9% anual en el mismo mes, el mayor desde 1970. En mayo también, el déficit comercial fue de 1.000 millones de euros. Desde 1991, a poco de la reunificación alemana, el gran exportador europeo no perdía en el intercambio internacional.

Un modo de paliar esta debacle, asume Berlin, es reducir el consumo energético. La política ambiental de las últimas décadas pasó por eliminar gradualmente las plantas nucleares. Tres fueron desactivadas en diciembre pasado y para este año se debían cerrar las últimas tres. El sustituto básico sería el gas ruso mientras se producía la reconversión a energías sustentables.

El Ministerio de Economía elaboró un plan de ahorro de energía que fue aprobado por el Bundestag. Con un lenguaje de tono ambientalista, explica las medidas recomendadas en función del cambio climático y “la ansiada independencia de las energías fósiles”. Propone soluciones que hacen recordar a las recetas de ahorro del expresidente venezolano Hugo Chávez, que tantas burlas recibió de los voceros de la derecha.

Aconseja “reducir nuestro tiempo de ducha a un máximo de cinco minutos y bajar un poco la temperatura del agua”. Apagar el horno cuando todavía falta para la cocción, cosa de aprovechar la energía remanente, y no pasar de 20 grados la temperatura ambiente durante el invierno. Algunos van por más y la inmobiliaria Vonovia, la mayor del país, informó a los inquilinos de las propiedades que administra que a partir del otoño regulará la temperatura de la calefacción hasta un máximo de 17 grados.

El Reino Unido también debatía una nueva legislación para el mercado energético. Buscan evitar shocks de alto impacto en los bolsillos británicos a medida que se acerca el invierno y cambie el precio del gas. Se supone que deberá ser una política de Estado para cualquiera que reemplace al renunciante Boris Johnson.  También en este caso el plan en danza está imbuido de un toque ecológico. Pero la idea, dice Daly Mail, sería desenganchar el precio de la electricidad del costo del gas.

Foto: AFP

El tema de la transición energética, una aspiración de la Unión Europea con un cronograma estricto hasta 2030, genera daños colaterales por la emergencia por la guerra en Ucrania. Ganaderos y agricultores de los Países Bajos salieron a bloquear rutas contra la decisión de obligarlos al cierre de establecimientos y la reducción de ganado para disminuir las emisiones de nitrógeno y de amoniaco, las principales fuentes de emisión con los fertilizantes y el estiércol. Las compensaciones, juran, no son suficientes. Los enfrentamientos con la policía casi fueron entre iguales. Carros de asalto contra cosechadores y tractores, gases contra granos de maíz, como se vio en Heerenveen, en la autopista A50 cerca de Apeldoorn.

Según la policía, los chacareros neerlandeses «intentaron atropellar a los oficiales y vehículos de servicio» lo que obligó, afirman, a realizar «disparos de advertencia y dirigidos». No hubo heridos pero sí una veintena de detenidos. Para los ambientalistas, se trata de una protesta de «dueños de fábricas de ganado masivo» y contaminan mucho más que otro tipo de cultivos .«

Decae el interés en los ucranianos

El Estado Mayor ucraniano confirmó este sábado que continuaban los ataques de artillería rusos en Járkov y se registraba una ofensiva terrestre en Dolomitne, cerca de Bakhmut, en el este del país. «Toda la línea de frente está bajo un bombardeo incesante», reconoció el gobernador regional de Donetsk, Pavlo Kyrylenko.

Mientras tanto, salvo las promesas de envío de más armamento de la Casa Blanca y la oferta de entrenamiento para soldados ucranianos por el Reino Unido, no parece haber otros gestos de apoyo a las posiciones de Kiev en el conflicto. «Los ojos de todos los movimientos y regímenes políticos agresivos en el mundo están puestos en lo que nos hace Rusia», escribió Volodimir Zelenski en su cuenta de Instagram donde advierte sobre la inacción de sus «amigos».

Pero esa inacción quizás refleje otra cosa. Un cable de la agencia francesa AFP cuenta la historia de una ucraniana que vive en República Checa desde hace 20 años. Pidió una donación de zapatos por Facebook para unos niños refugiados, sin suerte. «Las reacciones a los pedidos son más lentas. Al principio del conflicto, la gente era de una gran reactividad», lamenta Ruslana Hrytskiv.

«La propensión a ayudar ha disminuido desde el inicio de la guerra» señala a AFP Eszter Bakondi Kiss, voluntaria de la ONG húngara Habitat for Humanity. «Es un efecto natural. Una causa de plena actualidad genera mucho compromiso. Luego el interés decae», corrobora Svilena Georgiev, directora de la fundación búlgara Za Dobroto. Empresas y particulares «han agotado sus presupuestos», agrega Lavinia Varodi, de Save the Children en Rumania.