La ultraderecha alemana comienza a esbozar su estrategia de cara a las elecciones federales de septiembre, y lo hace a partir de importantes cambios en la cúpula partidaria. El congreso de Alternativa Para Alemania (AFD) se llevó adelante el fin de semana pasado en Colonia y significó el debilitamiento de la líder del partido, Frauke Petry, quien ya no encabezará la lista electoral. Su apuesta por promover un acercamiento a otras fuerzas para posicionarse como alternativa al gobierno, pese a que los principales partidos ya habían establecido de antemano que no aceptarían ningún tipo de alianza junto a AFD, fue ampliamente rechazada. Esto significó el ascenso de dos nuevos exponentes, parte del ala más conservadora, si cabe: Alexander Gauland y Alice Weidel.

Gauland es el vicepresidente de AFD, tiene 76 años, y es profundamente racista y nacionalista. Es probablemente el mejor paradigma del partido, pero su compañera es un tanto diferente. La economista liberal de 38 años Weidel apunta a recuperar el marco alemán y salir de la Unión Europea. Será candidata a canciller en septiembre y, pese a encabezar un partido abiertamente conservador y xenófobo, no esconde su homosexualidad. Para responder a la evidente contradicción y las acusaciones de hipocresía, siempre ha marcado una estricta frontera entre su vida privada y su posicionamiento político como miembro de un partido que se opone a los derechos civiles de la población LGBT. Las vagas justificaciones parecen bastarles a sus correligionarios, más interesados en las propuestas económicas de Weidel que en su pareja y sus hijos.

Antes del congreso, diversas encuestas posicionaban a AFD con cerca del 10% de intención de voto, lo que lo convertiría en la tercera fuerza a nivel nacional, en el principal referente de la oposición y en el primer partido de ultraderecha en alcanzar asientos en el Bundastag, el Parlamento alemán. Pero es probable que la caída de Petry y el ascenso de alguien aún más conservador y racista como es Gauland signifiquen una pérdida importante de votos, incluso no alcanzar el 5% y quedarse afuera del parlamento. También la disputa interna entre ambos líderes debilita al movimiento en tiempos en que la derecha y ultraderecha europea celebran los buenos resultados de Marine Le Pen en Francia y el Brexit en el Reino Unido. El tercer problema que enfrenta AFD es que el ingreso de refugiados a Alemania, las solicitudes de asilo y la exposición mediática de los migrantes han disminuido notablemente en los últimos años. Esto constituye un importante desafío para un partido con apenas cuatro años de historia que ha hecho del racismo su principal recurso y que busca afianzarse como contracara a las políticas de puertas abiertas promovidas por la canciller Angela Merkel y su Unión CDU/CSU. Desde las últimas elecciones en 2013, antes de que la crisis migratoria afectara a Alemania, el oficialismo ha perdido casi el 10% de intención de voto, aunque aún lidera todas las encuestas con alrededor del 32 por ciento.

Considerando las problemáticas que debe enfrentar AFD, el nombramiento de Weidel puede ser visto como una estrategia para mostrarse tolerante y evitar que los cambios recientes sean percibidos como una profunda radicalización de cara a la campaña electoral. Si bien la economista ofrece una imagen menos conservadora y polémica que Gauland, eso no significa que sea la oveja negra de la ultraderecha. A lo largo de la semana anunció ante sus seguidores que “somos patriotas y no nos dejaremos ablandar”, y llamó a levantarse “en defensa de la identidad alemana”.

Además de la elección de Gauland y Weidel para encabezar la campaña, durante el encuentro en el Hotel Maritim los 600 miembros de AFD aprobaron un programa que promueve el cierre de las fronteras, la rápida expulsión de extranjeros que cometan crímenes y la declaración de que el islam es “incompatible con Alemania”. La primera prueba que deberá afrontar este nuevo programa será el 14 de mayo en las elecciones regionales de Renania del Norte-Wesfalia, el estado con mayor población del país, que incluye a Colonia. De los 16 estados alemanes, este es uno de los cinco cuyo parlamento regional no tiene presencia de AFD. «

«Acá no hay cervezas para los nazis»

Mientras puertas adentro del céntrico Hotel Maritim la ultraderecha alemana debatía su futuro, unas 20 mil personas marcharon por las calles de Colonia para protestar contra el racismo y la xenofobia que promueven los miembros de Alternativa Para Alemania. Se desplegó un enorme operativo de seguridad que incluyó a 4000 policías, carros hidrantes y el cierre de los alrededores del sitio del congreso desde el viernes por la tarde.

Durante los días previos al congreso los bares de Colonia mostraban la misma pancarta: «Acá no hay cerveza para los nazis». La convocatoria fue el sábado en la plaza de Heumarkt, el punto accesible más cercano al hotel y frontera entre la extrema derecha y la heterogénea manifestación, sin una organización concreta y con gente de todas las edades y banderas. A partir de allí la multitud marchó en un lento círculo de unos cuatro kilómetros alrededor del área central de la ciudad. Participaron miembros de partidos políticos de izquierda, organizaciones LGBT, antifascistas, comunistas, feministas, grupos cristianos, así como también la independiente alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, y la gobernadora del estado de Renania del Norte-Wesfalia, Hannelore Kraft, del Partido Socialdemócrata. Numerosas personas marcharon vestidas de negro y con el rostro cubierto, algunas de ellas atacaron un banco y un local de McDonalds.