Vladimir Putin cerró la semana con una cumbre en San Petersburgo donde se puso en el centro de la escena africana con la promesa de estudiar un plan de paz para Ucrania propuesto por líderes regionales: «olvidar» deudas de algunos de esos países con Moscú y de enviar granos de manera gratuita luego de haber dado de baja al acuerdo para permitir su exportación de puertos del mar Negro que había mediado Turquía el año pasado. Sobrevoló el encuentro el golpe de Estado en Níger, que de consolidarse acrecentaría la influencia rusa en la zona del Sahel y cerraría la que históricamente tuvo Francia. Todo esto sazonado con la intervención del grupo Wagner en cada uno de esos conflictos y el temor de Polonia a que los mercenarios se conviertan ahora en una nueva amenaza desde el territorio de Bielorrusia, adonde fueron «desterrados» tras la rebelión del 23 de junio pasado.

El presidente ruso convocó a la Segunda Cumbre Rusia-África, a la que acudieron 49 delegaciones y 17 jefes de Estado, que mostraron su preocupación por los productos alimenticios, que desde el 17 de julio se encuentran bloqueados tras la decisión del Kremlin de dar de baja al convenio por lo que alega es la falta de cumplimiento de la contraparte ucraniana-europea.

«Respetamos sus iniciativas y las estudiamos con atención», dijo Putin sobre el plan de paz. «Las anteriores iniciativas de mediación estaban monopolizadas por las llamadas democracias avanzadas. Ahora África también está dispuesta a ayudar a resolver problemas que parecen estar fuera de su área de interés prioritaria», completó el mandatario ruso.

Del encuentro en la bella ciudad a orillas del Mar Báltico participaron los presidentes de Egipto, Abdelfatah el Sisi; el de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; el de República Centroafricana, Faustin-Archange Touadéra, y el titular del Consejo Presidencial de Libia, Mohamed al-Menfi, quien aprovechó la ocasión para pedir especialmente «a nuestros amigos en el liderazgo ruso y a nuestros amigos en los países africanos para que nos ayuden a retirar todas las tropas extranjeras de nuestro territorio», sumido en una guerra civil sangrienta tras la intervención de la OTAN y EE UU para derrocar a Muhammar Khadafi en 2011.

Otro que no perdió el tiempo en la antigua capital zarista fue el mandatario sudafricano, quien declaró: «Debemos detener a aquellos países que cuentan su riqueza y sus activos en términos de los minerales que residen en suelo africano». Una frase obviamente destinada a los países de Occidente.

El miércoles, la guardia presidencial secuestró al presidente de Níger, Mohamed Bazoum y tomó el poder el general Omar Abdourahmane Tchiani. Níger es una de las naciones del Sahel, ese territorio de transición entre la sabana africana al sur y el desierto al norte y donde los franceses están siendo expulsados, como de Mali y Burkina Faso. En todos esos lares la participación de tropas de la contratista Wagner fue central. Los franceses habían invadido con el objetivo declarado de ayudar a combatir a las guerrillas yihadistas. Pero además de grupos terroristas hay allí algunas de las minas de uranio más importantes del mundo y cubre un tercio del mineral que utiliza Francia.

A Tchiani se lo ubica más cercano a Moscú, mientras que Bazoum aparece como amigo de la Unión Europea. Los países occidentales condenaron el hecho y clausuraron todo tipo de acuerdo con los golpistas. La Unión Africana, en tanto, le dio 15 días a los militares nigerinos para reponer al profesor de filosofía que había ganado las elecciones de 2021 en segunda vuelta y se comprometieron a no reconocer al gobierno de facto.

El reclamo del representante libio, por su parte, parecía destinado al propio Putin y a los Wagner. Según la ONU, en el país norafricano habría un millar de efectivos del equipo de Yevgeny Prigoshin que actuaron en la guerra civil al servicio de Jalifa Haftar, uno de los líderes de los sectores enfrentados por el poder tras el asesinato de Khadafi. Haftar, de 79 años, había organizado a los grupos insurgentes contra Khadafi desde Estados Unidos, y finalmente acordó con Wagner el apoyo para conseguir el poder, que disputó contra Fayez al Sarraj.

«Hemos conseguido acordar un alto el fuego y nos estamos esforzando por eliminar todas las manifestaciones de división nacional. Estamos intentando crear un Ejército unificado y convertirnos, una vez superados nuestros problemas, en un miembro de pleno derecho de Naciones Unidas, dispuesto a compartir y suministrar sus recursos naturales en beneficio de todo el mundo», se descargó Menfi ante Putin, quien le respondió que hará todo lo que esté a su alcance «para promover esta dirección positiva de interacción de todas las fuerzas en la propia Libia».

Los medios occidentales señalaron que Progoshin se mostró en San Petersburgo junto con representantes de Níger en el hotel donde se alojaban, que es de su propiedad. La noticia se conoció al mismo tiempo que desde Varsovia el ministro de Asuntos Especiales de Polonia, Stanislaw Zaryn, advirtió que su país debería estar preparado ante la posibilidad de un ataque de mercenarios de Wagner desde Bielorrusia, donde se supone que habían sido desterrados.  

Blinken y la amenaza a Assange

El secretario de Estado, Antony Blinken, continúa con su gira internacional para sellar alianzas ante las nuevas “amenazas” contra el poderío estadounidense como única potencia hegemónica a nivel planetario. En ese marco, y con el incremento del despliegue en la región Indo Pacífico, el canciller de EE UU reafirmó la importancia de la sociedad con Australia a su paso por Brisbane, donde ofreció una conferencia de prensa junto con su par de la isla-continente, Penny Wong.

Lo más destacable del encuentro –Australia firmó en setiembre de 2021 el pacto AUKUS, con EEUU y el Reino Unido, para enfrentarse a China- Blinken dijo que el periodista Julian Assange, «puso en peligro la seguridad nacional» a modo de justificativo por su detención y el pedido de extradición desde Londres.

Assange nació en Australia y el gobierno de ese país nunca movió en dedo para exigir su liberación, o al menos que no quedara en manos de la Justicia de Estados Unidos. El creador de WikiLeaks enfrenta cargos que lo podrían llevar hasta los 175 años de prisión por haber divulgado en 2010 –en los medios de difusión más “serios y prestigiosos de Occidente- documentos verídicos que prueban las atrocidades cometidas por las tropas de invasión estadounidenses en Irak y Afganistán

Wong se limitó a señalar que su país no quiere inmiscuirse en un proceso que atañe a otros países, pero que el caso «se está alargando en exceso» y que según el Gobierno australiano debe terminar “lo antes posible».