El presidente Joe Biden anunció una nueva tanda de sanciones contra Rusia por los ataques a objetivos militares ucranianos ordenados por Vladimir Putin. Entre los castigos figuran “limitar la capacidad” para hacer negocios en dólares, euros, libras y yenes y «detener la capacidad de financiar y hacer crecer al ejército ruso». Por un lado, indicó el inquilino de la Casa Blanca, penalizará a otros cuatro bancos y suprimirá más de la mitad de las importaciones tecnológicas de Rusia. Pero, detalle, no sacará al país euroasiático de la red interbancaria Swift.

Por lo que se ve, Biden consiguió que Alemania se autoinfligiera un daño incalculable aún al suspender la certificación del gasoducto Nord Stream II, que debería ya estar proveyendo de gas mucho más barato para la industria y la calefacción germanas. No solo eso, también Francia dejó de lado su irritación porque al firmar en setiembre pasado el tratado AUKUS, el complejo militar industrial estadounidense le birló a empresas galas un jugoso contrato ya firmado para la venta de submarinos nucleares a Australia. Pero reconoció Biden que no todos en Europa estaban dispuestos a prohibir el uso de Swift, un mecanismo para transacciones internacionales de dinero a firmas rusas.

De todas maneras, cabe la reflexión acerca de las sanciones que sí se ponen en marcha, y a las que lentamente se van acoplando los aliados de EEUU. Porque resultan ser un método habitual de Washington para mostrar enojo y amenazar con el infierno a algún país o mandatario y que, a lo largo de la historia, no parece haber dado tantos resultados.

Es que si las sanciones fueran efectivas, Cuba hace tiempo que habría vuelto al redil de las naciones encolumnadas dócilmente con la Casa Blanca, como Francia o Alemania, sin ir mas lejos. Lo de los germanos es difícil de entender ya que si alguien pierde dejando el tubo de gas cerrado serán ellos y si alguien gana serán las productoras de gas de fracking que hace añares quiere venderles EEUU, pero en fin…

Como se recordaba hace unas semanas en este diario, el primer paquete de castigos al gobierno de la revolución cubana data de hace justo 60 años, durante la administración de John Kennedy.

Algunos años antes, previo al primer conflicto del que participaron tropas de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, en 1950 se aplicaron sanciones contra Corea del Norte que se mantuvieron hasta 2008. En 2013 Washington volvió a la carga luego de nuevas pruebas con misiles nucleares de Pyongyang.

No era la primera vez que la represalia económica era utilizada para presionar a un régimen “maldito”. Cuando en 1940 Japón invadió Indochina, EEUU, Australia, el Reino Unido y el gobierno holandés en el exilio (el país estaba ocupado por los nazis) establecieron un bloqueo comercial que impedía el acceso de casi el 90% del petróleo para el Imperio del Sol Naciente. Luego vendría el ataque a Perl Harbour, pero esa es otra historia que bien tiene un origen allí.

Más acá en el tiempo, en 1979 toma el poder en Irán la Revolución Islámica. El gobierno de Jimmy Carter congeló los activos del país y las reservas del oro. En 1984 Ronald Reagan prohibió la emisión de créditos a las instituciones internacionales y en 1987 canceló completamente el comercio bilateral con EEUU. Ya en el siglo XXI Barack Obama y Donald Trump reforzaron las sanciones para impedir el plan nuclear del gobierno iraní. Esa también es otra historia

Otro sancionado fue el gobierno de Saddam Hussein en Irak tras la invasión a Kuwait. Es cierto que el líder iraquí fue eliminado, pero luego de la invasión de 2003 en busca de armas de destrucción masiva que nunca existieron, como recordó Putin en el mensaje en que anunciaba el ataque a Ucrania.

Otros países sancionados fueron Birmania, Yugoslavia -luego destruida en una guerra civil alentada y fogoneada por la Casa Blanca y la OTAN- Zimbabue, Somalia, Bielorrusia, Sudán, Libia -invadida por al OTAN y EEUU para sacar del poder a Muhammar Khadafi, asesinado después por una turba- y Venezuela. Como en el país caribeño los castigos- en los que no faltó la expropiación ilegal de activos su territorio estadounidense y el oro depositado en el Banco de Inglaterra- no daban resultados, Trump intentó una invasión en 2018, con beneplácito de gobiernos latinoamericanos entre los que no faltó, por lo que se supo estas semanas, el de Mauricio Macri.

La historia cuenta que tras la Guerra Fría, solo entre 1993 y 1996 EEUU impuso 63 sanciones a 35 países, al punto que por entonces casi el 40% de la población mundial estaba sujeta a algún tipo de castigo económico estadounidense. Y que a lo largo de su historia la Casa Blanca recurrió a ese método no menos de 650 veces.

También que antes, la Unión Soviética pudo desarrollarse a pesar de las distintas restricciones al comercio establecidas por Washington. Difícilmente puede atribuirse su disolución hace 30 años a las sanciones comerciales occidentales. En todo caso, podría decirse que los rusos no son vírgenes en manejarse en contextos de bloqueo por su historia previa y por lo que viven desde 2014, cuando luego del golpe en Kiev contra Viktor Yanukovich reincorporó a Crimea.

En pocas palabras: sancionar parece un sistema de presión que en general da pocos resultados, perjudica más al que los aplica que a la víctima. Pero seguramente en algún lugar del imaginario estadounidense tranquiliza las almas.

Otra cosa, Biden dijo también que la organización atlántica está más unida que nunca, que «defenderemos a los aliados en el este y todo ápice de terreno de la OTAN». Pero aclaró que los soldados estadounidenses no lucharán en Ucrania.