Tuvieron que pasar diez años para hablar de una instancia que transformó a una licenciada en Psicología en una de las voces más escuchadas de su generación. Es cierto: una década no es poco, pero ese fue el tiempo que le tomó a Paz Ferreyra ser erigida como una de las voces que más despertó la conciencia de miles de chicas en el país. 

Miss Bolivia, el proyecto que comenzó tímidamente luego de ser despedida de sus funciones como empleada del Canal de la Ciudad, fue el trampolín necesario para una carrera que lleva tres discos y que al mismo tiempo la impuso en las consideraciones populares como una cantante preocupada por la naturaleza de las relaciones sociales y el rol de la mujer en nuestra sociedad. Así lo refrenda su flamante simple, «Paren de matarnos» –proveniente de su último trabajo, Pantera–. El tema articula hip hop amigable, reggaetón social y espíritu de himno generacional. 

La cantante y compositora vivió durante 2017 el mejor año de su carrera y planea que 2018 sea todavía mejor. Ese gran momento lo compartirá este viernes en el Centro Cultural Konex. «Estoy muy agradecida con lo que me está pasando. Este año cumplo una década de trabajo y veo que mi carrera musical fue hecha pasito a paso, con un crecimiento orgánico que nada tuvo que ver con un producto mediático, con lo prefabricado. Siento que desde hace pocos años se dio un crecimiento exponencial con lo que hago, sobre todo porque fueron muchos años de sembrar y de laburar como una hormiga. Hoy sigo luchando, remando con un remo abajo del brazo que a veces se convierte en alas», dice Ferreyra en su encuentro con Tiempo.

–»Paren de matarnos» es el nuevo corte del disco y expone la violencia que sufren las mujeres. ¿Podemos decir que la realidad estuvo tan presente que se volvió canción?

–Para mí, las canciones de Miss Bolivia hacen un recorte de la realidad, que basculan entre la autobiografía y la actualidad. Las canciones son un bordado de ciertos temas a los que elegí ponerles foco: visibilizar unos sobre todos. Cada disco tiene su identidad y en Pantera, «Paren de matarnos» es una canción que surge de la realidad cruda que vivimos. Es una presión que es tan intensa, cruel e injusta que no puedo hacer otra cosa que escribir y traducir ese problema en canción. Es mi modus operandi para componer. Trabajo con sensaciones que vienen del afuera y me producen una atención que termina siendo una canción. De lo contrario, todo me pega al cuerpo y me enfermo, lo sintomatizo y necesito que salga. Necesito ser un canal y de no hacerlo sería todo muy doloroso para mí.

–Muchas chicas se identifican con ese mensaje que parece ir más allá de la canción. ¿Te genera algún tipo de responsabilidad ser visibilizada de esa forma?

–Sí, porque siento empatía y conexión con el público. Son personas de todo tipo y con identidades diferentes las que se me acercan. Algunas me dicen: «Gracias, porque con esa canción pude salir de un lugar de mierda». Otras me dicen que se empoderaron y vieron cosas interiormente con mis canciones, e inclusive alguien que estaba subiendo el Aconcagua me confesó que en un momento no podía más, no tenía fuerzas, pero que finalmente logró hacerlo escuchando mi música. Esas son bolas de amor, espejos que vienen de la propia obra que una construye y que generan responsabilidad. De todos modos, no tengo como objetivo representar a nadie por más que tenga conexión, empatía y representación. Yo no sólo hablo de mí, porque intento recoger voces que están sonando y están silenciadas. A esas voces quiero darles mi voz y lo siento como una responsabilidad que elijo asumir. No creo que para el artista sea obligatorio estar levantando una bandera todo el tiempo, sobre todo porque de lo contrario sería una dictadura de la canción de protesta. Me siento interpelada por la realidad y la devuelvo en canciones.

–Ese interés de muchas se transformó en la banda de sonido de las marchas feministas, inclusive.

–Lo siento así a partir de que me lo dicen. Soy de muy bajo perfil y a la vez me sacude el tema, es como un espejo. El 8 de Marzo pasado fui a la marcha y sonaban mis temas, así que para mí fue algo que me honró, al mismo tiempo que me sirve y motiva para seguir adelante. La música es un oficio muy difícil, con muchas piedras en el camino. Por eso valoro mucho más las expresiones de cariño como las del 8M: hacen que una confirme que vale la pena seguir adelante.

–En la actualidad no son pocos los que hablan de un maltrato profundo de las autoridades de turno hacia lo cultural. ¿Lo sentís de esa forma?

–Es un momento para fortalecerse más. En los tiempos de mayor presión a la cultura, contraculturalmente y a nivel mainstream también, es momento de generar fuerza para contrarrestar los ataques. Todos los productores culturales están cagados a palos, y a eso lo noto muy bien porque soy productora, así que al problema lo conozco de primera mano. Muchos colegas productores me dicen que no dan más y que están colgados de un hilo. Eso a mí me consta: por eso es el momento de trabajar en redes colaborativas. Creo en las redes porque eso nos puede dar más solvencia en la lucha cultural.

–De alguna manera, esto que también te pasa como productora ya lo viviste cuando trabajabas en el Canal de la Ciudad. ¿Sufriste discriminación?

–Me despidieron del Canal de la Ciudad porque no daba con el perfil. Ese despido y no tener trabajo me generó, en tiempos de crisis, una reconfiguración total que terminó de transformarme en Miss Bolivia. Ahí yo decidí, en vez de apelar para tener mi trabajo o tener pacientes como psicóloga, apostar por esto que hago ahora, pero que en ese momento era poco más que un sueño, estaba verde y también tenía mucho olor a aventura.

–Y sin quererlo te hicieron más fuerte.

–Sí, fue muy empoderante toda la situación, aunque es algo que recién pude ver con el tiempo. Cuando vos tenés una situación de asalariado, tenés aguinaldo, vacaciones, seguridad médica y ciertas cosas que ayudan a la previsión en general. Todo eso que te genera trabajar en una especie de piñón fijo. A esto no lo digo para desmerecer esa instancia de laburar bajo dependencia, sobre todo porque puedo volver a esa forma de trabajo en algún momento. Pero lanzarme a la autogestión más plena fue todo un gran sacudón. Así que hoy me siento una gran privilegiada por haber tenido otras herramientas para producir un cambio en mi vida. Yo elegí no volver a lo que hacía antes, tomé la diagonal y rompí con mi propio paradigma vivencial. Cambié en lo habitacional, financiero y cultural también, porque gracias a lo que me pasó comencé a curtir otras movidas. Por eso siento que Miss Bolivia es todo sudor y tracción a sangre, y eso hace que sea un proyecto mediano pero solvente con el que quiero pasar mucho tiempo. Hay muchas cosas que cambiar todavía.«

Manual para sobrevivir a la gilada

En la dinámica de hacer, lo de Miss Bolivia se diversifica de manera constante. Más allá de su faceta como cantante, compositora, productora textil y audiovisual, lo que viene será Ni cabida, su primer libro que tiene mucho de autobiográfico. «Después de diez años estoy debutando en otra cosa. El libro es un manual para sobrevivir a la gilada que comenzó a tomar forma a principios de año. Otra de las cosas que hago tiene que ver con lo audiovisual, sobre todo porque siempre estoy produciendo piezas de ese tipo. De esa forma, sale dentro de muy poco el video de «Paren de matarnos», que estará listo en 15 días para acompañar al single. Por otro lado, también estoy con mi línea de ropa a full, algo que siempre me tiene ocupada porque quiero que el proyecto crezca. Para eso reinvierto y a la vez ayudo a compañeras que tienen necesidades de algún tipo».

–¿Tenés el plan de poner un negocio a la calle?

–No. Todo online por ahora. No le quiero pagar ingresos brutos a nadie (risas), aunque yo doy facturas por lo que vendo. No es mi intención tener un negocio. Lo que producimos va a distintos puntos del país que quieren tener mi ropa, así que de esa manera está disponible para las fans que no quieren esperar a que llegue con mi show una vez por año a la ciudad donde viven. Otra cosa que hago es que una vez por año armo a una feria en algún lugar y atiendo el puesto personalmente. Es algo no necesario, pero poner una mesita y vender tus cosas achica las brechas entre la gente.

Almorzando en el prime time

El año pasado Miss Bolivia se sentó en la mesa de Mirtha Legrand generando un revuelo que llegó a las redes sociales para ser tendencia casi al instante. En pleno prime time televisivo del domingo, la cantante se explayó sobre la situación de los postergados sociales, habló de su vestuario –comentó que usaba prendas que venían del barrio chino, de Once y de ferias americanas– y terminó hablando de su sexualidad. «Estuve preguntándome si iba o no iba al programa de Mirtha. Llamé a amigos periodistas, teóricos, y les preguntaba qué pensaban: todos me decían que tenía que ir. En la mesa yo era lo otro, y eso me gustó porque todo el tiempo me junto con los que piensan como yo, pero ya sabemos qué pensamos. Entonces me estimula y resulta excitante interpelarme con los que no piensan lo mismo. Ahí hay cruces y por supuesto discursos de poder, y lo bueno es que pude hablar de los temas que se tocaron. ¡Hasta la señora se quedó encantada conmigo!

–Otra de las cosas que se hablaron fue de tu sexualidad, dejando en claro que las categorías en cuanto al deseo no son estáticas.

–Nunca tuve rollo con transitar los caminos del deseo con libertad. Es algo que practico con todo lo que hago y que va desde la música hasta la sexualidad. Me encantó poner eso en la mesa familiar del domingo y en ese horario. Fue algo que no se censuró y se le dio cabida. Se trata de ayudar a flexibilizar las categorías estancas que tenemos tanto de un lado como del otro.