Huele a espíritu provocador libertario frente a la perfumería Pigmento. También a rancia colonia liberal. La tarde de Flores anticipa la primavera democrática electoral, calurosa y especialmente colorida en el cruce de Rivadavia y Carabobo. Sin respetar demasiado los protocolos profilácticos antipeste, en la ochava se amuchan los militantes del economista mediático y aspirante a diputado Javier Milei. De un momento a otro se aguarda su llegada con la pompa y la circunstancia de una celebrity. El candidato del frente La Libertad Avanza caminará codo a codo con sus huestes por la zona más comercial del barrio. En la previa, los muchachos libertarios, todos unidos, calientan sus gargantas. Entonan su grito de guerra, su palabra fetiche, su mantra eleuteromaníaco: “¡Libertad, libertad, libertad!”.

¿Y adónde está la libertad? “En la Argentina seguro que no. Nos domina la casta política, la izquierda, todos amorales… Si llega Javier al Congreso, se acaba la joda”, se ilusiona Agustín, canchero productor de seguros venido desde San Martín. Virgen a los 38 en el fango de la militancia de base, subraya que se acercó al ágape “mileisiano” por motu proprio. “Soy un ciudadano común, un emprendedor, pero también un lobo solitario. No como los planeros que van a las marchas. A esos hay que sacarles el derecho a votar, igual que a los presos. Son votos cantados. Este sistema tiene que cambiar, o nos quedamos en el pasado”.

Del oscuro pasado argentino hay varios representantes en el festín desnudo libertario. Entre los grupitos de jóvenes que agitan calcos con el nombre del exasesor del genocida Bussi, se mueve Victoria Eugenia Villarruel, segunda en la lista de precandidatos a la Cámara Baja, abogada y presidenta del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv): negacionista, militarista, conservadora. Cerquita también camina Gastón Alberdi Peña Vera, quinta generación pura sangre liberal, fundador de la Ucedé, onceavo en la lista. En buen criollo, la arcaica derecha a secas.

Foto: Eduardo Sarapura

Pablo dobla con parsimonia las boletas de la lista 504A. Trabaja en la campaña de Milei en físico y en la virtualidad de la web: “Todas las personas que ves son autoconvocadas, del sector privado, independientes. Ponen plata de su bolsillo para la campaña. Cero Estado. Difundimos mucho por redes sociales. Vienen los jóvenes que no pueden entrar al mercado laboral, porque tenemos un cepo igual que el del dólar. Puros impuestos. Están desesperanzados, con ganas de irse del país”. Si no llega Milei al Congreso, especula Pablo, la única salida posible para la Argentina es Ezeiza.

“¡No caigan en la provocación larretista!”, grita Fabián por el megáfono, frente al avance de tres militantes cambiemitas que quieren armar su stand sobre Carabobo. La fugaz escaramuza entre las derechas no deja heridos. Entre paisanos se entienden. “Es que el ‘Pelado’ tiene miedo. Es casta política, igual que los peronistas. Hay que limpiar el sistema”, dice el joven detrás de una careta de Anonymous. En su cabeza semirrapada lleva tatuada la palabra “Disciplina”.

Foto: Eduardo Sarapura

Mila se autopercibe “libertaria y anarcocapitalista”. Tiene 22 años y es estudiante universitaria. Detesta a la izquierda “por destruir las bases de la sociedad occidental y capitalista”. Agita una bandera amarilla y negra que lleva tatuada una brava serpiente cascabel lista para atacar y la consigna “Dont (sic) tread on me” (no pases sobre mí). Es la bandera de Gadsden, un ícono del libertarismo en los Estados Unidos desde 1775. ¿Sus ideales? Familia, propiedad privada y poder vivir en el país de la libertad. “La revolución antes era el Che Guevara –sostiene Mila–, pero el Muro de Berlín cayó y nadie quiere ser Cuba. Nosotros somos la rebeldía”.

“¿Usted no será peronista?”, pregunta una señora. “Periodista”, responde este cronista. Se llama Analía y es docente de lengua y literatura. Se queja de su gremio: “Tiran todos para el lado del Polo Obrero y la izquierda”. Recomienda un libro, obra cumbre libertaria, La rebelión de Atlas, de Ayn Rand. También, cualquiera de Borges, dice, que se opuso al régimen peronista.

Foto: Eduardo Sarapura

De repente, como astro rutilante del nuevo universo liberal, hace su ingreso estelar el candidato de raro peinado nuevo. Ataviado de estricta etiqueta negra, Milei llega blandiendo un ejemplar del conservador diario La Prensa. Es recibido con cantitos de cancha, rematados con el verso “Queda claro en Argentina: /comunismo o libertad”. Sus groupies deliran y el economista ofrece su mejor perfil, el derecho, para ser retratado en mil y una selfies. Luego toma la palabra, verborrágico como siempre: despotrica contra los zurdos, los impuestos, los kirchneristas y vaya a saber cuántos demonios más. Sus palabras se reproducen en las redes, donde lo siguen decenas de miles de internautas. Antes de comenzar la deriva por Flores, Milei lanza un último mordisco: “¡Viva la libertad, carajo!”. Entonces, la caravana se pone en marcha. Es una serpiente cascabel que repta por la avenida Rivadavia, en dirección al Congreso. Quién sabe si llegará.  «