Los rostros de las fotos en blanco y negro parecen más plenos en la pantalla instalada frente a la Cámara de Casación. Hace apenas unos minutos finalizó la lectura de la sentencia de la mega causa ESMA, en la que, de un total de 54, se condenaron a prisión perpetua a 29 represores y torturadores (entre quienes están los responsables de los vuelos de la muerte).

Desde afuera, los resultados que uno a uno se escucharon desde la voz del juez Daniel Obligado y la jueza Adriana Paliotti se vivió como una celebración. Cada sentenciado valía una lágrima de emoción, un abrazo apretado y alguna sonrisa. Al mediodía, de a poco iban llegando militantes de diferentes organizaciones de Derechos Humanos y varias personas más que se acercaban a acompañar con mate en mano y algunas sillas porque la jornada prometía ser extensa.

En efecto, adentro el recinto mantuvo la tensión durante las más de tres horas que duró la lectura de la sentencia y cuyos últimos minutos se escucharon sobre la vereda de Comodoro Py con el cantico “adonde vayan los iremos a buscar”, de fondo.

Afuera, entre los militantes el consenso era total: “no fue tan malo”. En los días previos, el rumor de que habría muchas absoluciones había generado angustia entre las víctimas y los testigos que pasaron por el juicio que duró cinco años.

Adentro en cambio, la emoción y la tensión eran enormes. La parte superior de la sala estuvo destinada a los familiares de los represores y genocidas, entre quienes estaba Cecilia Pando.

La cantidad de asistentes en ese espacio compartido inicialmente con la prensa desbordaba. “Vení sentate, no estés parado, que te consigan un lugar los derechos humanos son para todos”, se escuchó decir entre la primera fila de los familiares de genocidas y torturadores.

En la sala de abajo, los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado y los militantes pro los Derechos Humanos completaban el lugar en silencio y expectantes. Nora Cortiñas y Estela de Carlotto ocupaban la primera fila.

En el momento en el que los imputados ingresaron a la sala (casi dos horas después de lo previsto), desde arriba se escuchó un aplauso cerrado, mientras que desde abajo se levantaron las fotos al grito de justicia.

“¡Silencio! Si escucho un grito más desalojo la sala”, amenazó desde el tribunal, Obligado.

No se escuchó nada más desde arriba ni desde abajo. Sin embargo, abajo, a medida que se acumulaban las prisiones perpetuas, las lágrimas se precipitaban, algunas sonrisas y la señal de fuerzas. También se ahogaban los lamentos por las absoluciones (seis) y algunas penas mucho menores de lo previsto, las miradas de dolor ante las abrumadoras cifras de víctima por acusado. 

Apenas los imputados se sentaron en sus asientos, se habilitó la entrada a camarógrafos y fotógrafos, lo que valió un momento de ofuscación al juez Obligado quien instó a “no realizar primeros planos”, e intentó infructuosamente impedir el paso de los fotógrafos.

Nora Cortiñas, la primera en la fila en la sala de víctimas tenía bajo su asiento galletas y golosinas para repartir. Atenta a la sentencia, cada vez que pasaba un abogado de la querella, ofrecía agua o comida: “coman que es larga la tarde”.

Volver a respirar

Delante de la pantalla, los cánticos subían el volumen a medida que se terminaba la lectura. Pasadas las 20 horas ya nadie escatimaba lágrimas, ni abrazos ni lamentos. Toda la emoción de cinco años de espera en un solo abrazo.

“Celebramos que llegamos acá después de tantos años. Quería agradecer a los compañeros” y militantes que con sus testimonios lograron que esta lucha nunca se termine. Fue un proceso largo de mucho dolor, estamos orgullosos”, dijo Camilo Juárez, integrante de HIJOS desde el pequeño escenario por el que después pasan diferentes referentes de la lucha por los Derechos Humanos.

“Es un día no para festejar pero sí para celebrar porque a pesar de los palos que nos pone el gobierno vamos a seguir adelante. Con esto demostramos que los Derechos Humanos no somos un curro. A pesar de los bastones y las sillas de rueda, seguimos de pie, seguimos estando. Ahora necesitamos que hablen y digan donde están”, dice Taty Almeida visiblemente emocionada, desde el escenario.

Se suma a ella Lita Boitano, “después de Milagro, después de Santiago y de Rafita, muchos jóvenes van a tener esperanzas con esta sentencia. Es una gran jornada, y a la Pando y toda la mafia que seguro saldrán por atrás, sepan que siempre vamos a dar pelea en la calle”, agrega.

Entre las víctimas de las ESMA, concretamente del Grupo de Tareas 332, están Esther Ballestrino, Azucena Villaflor y María Ponce de Bianco, las primeras madres desaparecidas. Mabel Careaga (hija de Esther), también celebró la sentencia. “Fueron muchas horas ahí dentro, porque importa es que hubo muchos condenados por cada una de ellas y por nuestros 30 mil desparecidos. Después de que las secuestraron a las tres madres, las otras madres volvieron el jueves siguiente a plaza de Mayo. Al volver, ellas derrotaron la dictadura, a esa vuelta le debemos la democracia que tenemos hoy, que hay dos condenados por los crímenes de esas madres”, dijo Careaga.

«¡30 mil compañeros detenidos desaparecidos!¡Presentes!¡Ahora y siempre!», es el grito que flota en la noche del miércoles 29 de noviembre, cinco años después de que haya comenzado un juicio que sacó a la luz los más crueles crímenes de la historia de nuestro país con la necesidad de seguir buscando la verdad y exigiendo justicia. 

Acá no se rinde nadie

Carlos Lordkipanidse, conocido como el “Sueco” fue uno de los testigos claves en la reconstrucción de los sucesos en la Escuela Mecánica de la Armada donde estuvo dos años.

El fallo le dejó un sabor amargo pero le fortaleció la certeza de que es necesario seguir luchando. “Comparto el criterio común de la gente que está acompañándonos, de que las condenas no son las que esperábamos después de cinco años de juicio. Han liberado a algunos de los aviadores de los vuelos de la muerte, han liberado al ex secretario de Hacienda de la dictadura, mano derecha de Martínez de Hoz, han dado condenas ridículas de entre 8 y 13, han exculpado al capitán Acosta de 56 casos, no se lo puede declarar inocente de nada que tenga que ver con la ESMA”, dice Lordkipanidse en la puerta de la Cámara de Casación.

“No va a ser esta sentencia la que nos haga caer, vamos a seguir peleándola, vamos a apelar todas las sentencias, acá no se rinde nadie”, agrega.

Dado el contexto que actual de la Argentina, la sentencia no lo tomó por sorpresa. “Esto obedece a una política general. Como militantes tenemos que diversificar la atención con Santiago Maldonado, con el pibe asesinado por la Prefectura… Nos obliga a atender varios frentes a la vez, porque a esto hay que dedicarle esfuerzo. Pensábamos una sentencia acorde a lo que es y además, se viene una próxima etapa del juicio”, explica el Sueco. “Pensá que estuve en la Escuela de la Mecánica de la Armada dos años y medio, este juicio duró cinco años. Este tiempo que pasé en tribunales desmenuzando paso a paso el recorrido me sumergió en la ESMA cinco años más.”