«Para ser revolucionario desde ya que hace falta voluntad, rebeldía y toda una serie de factores que impulsan a un individuo a levantarse contra un sistema. Pero para tener una política revolucionaria hay que meter la nariz adentro de la estructura de ese sistema. Porque luchás contra una maquinaria estatal que tiene sus apoyos económicos, sus enlaces, etcétera, y entonces lo tenés que conocer. Es un trabajo que se te impone», dice Jorge Altamira, iluminado por un foco vertical en una sala de reuniones de Villa Crespo. Lo que sigue son extractos de una conversación eminentemente económica para darle contexto al lugar político de la izquierda en la coyuntura nacional y la geopolítica urgente.

¿Por qué le cuesta tanto a la izquierda protagonizar la discusión económica?, es la pregunta con la que Tiempo llegó al encuentro del histórico referente del Partido Obrero, del cual hoy lidera un desprendimiento –Política Obrera– tras el conflicto que lo marginó de la estructura partidaria original que forma parte del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Altamira responde esa pregunta con un título de tapa: «Porque la izquierda ha dejado de ser revolucionaria».

La cita en el primer párrafo de esta entrevista es el comienzo de su argumentación, que diagnostica en la alianza que integra el PO, el Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista, un problema programático. «Cuando vos querés simplemente juntar votos para la próxima elección, con un par de cosas injustas que señales alcanza para ir a la tele. Ahora bien, esas denuncias no son suficientes para que el pueblo perciba una alternativa. Está bien, este tipo me está diciendo que estoy en un pozo, pero yo ya sé que estoy en el pozo. A veces es mucho más fuerte caracterizar una situación que hacer una denuncia”.

¿Qué es una denuncia, entonces, bajo esta perspectiva? Altamira ejemplifica. «Decir que el Presupuesto 2023 es un ajuste no es una denuncia. Lo fuerte es que en la aprobación no hubo grieta. Los macristas votaron cosas imposibles para ellos: hicieron la vista gorda a un acuerdo con Manzano y Vila para obtener dos aumentos en las tarifas de Edenor y Edesur, aunque estos empresarios no pertenezcan a los mismos intereses, que son los fondos internacionales. Esa denuncia es mucho más fuerte porque vos sentís que tenés enfrente un sistema elaborado que está trabajando para destruirte. Y ahí organizás una mecánica alternativa».

Altamira
Foto: Edgardo Gómez

Confundir protagonistas con intereses

En Brasil acaba de triunfar Lula sobre Bolsonaro por un margen mínimo, pero el telón de fondo que señala Altamira es la disputa geopolítica en juego.

–¿Qué Lula ganó en el balotaje?

–Objetivamente fue una salida de arbitraje. Porque el Congreso y las gobernaciones de Brasil los controla Bolsonaro, cuando en las encuestas decían que estaba nocaut. Yo dije hace poco que Lula estaba dando una pelea de retaguardia. El arbitraje que veo es entre dos fracciones de la burguesía que se pelean acá. Por un lado la que se podría llamar liberal, en la industria y los bancos de San Pablo –sector que ha caído mucho con Bolsonaro– y otra fascistizante con epicentro en el agronegocio del oeste y el norte. Es una lucha a brazo partido con proyección internacional, porque el trumpismo trata de construir una corriente por ahí. Al mismo tiempo, el alto mando militar brasileño no ha dejado de creer que Lula no puede volver al gobierno.

–Biden se apuró a reconocerlo como presidente electo.

–Lo que pasa es que Biden tiene elecciones pronto, y quiere marcar una delimitación porque del otro lado tiene un Bolsonaro en EE UU. Acá tenés una deliberación que tiene la burguesía sobre hasta qué punto arriesgarse dando lugar a fascistas. Intentan mantener los viejos regímenes, aunque estén medio destrozados, y si sus representantes no ganan, ejercen una presión muy grande para que se democraticen (entre comillas). Es el caso de Meloni en Italia, que después de hacer toda su carrera contra la Unión Europea lo primero que declaró es que ella se ajusta a la política financiera del Banco Central Europeo, porque es el banco que le sostiene la deuda.

–En esa línea, entonces, queda la duda sobre si la ultraderecha es solo cabeza de puente de estos intereses o si pueden llevar adelante un proyecto político propio. Acá también, pensando en Milei y Patricia Bullrich.

–Yo creo que esto es un defecto –disculpame– del periodismo, tan habituado a analizar la política de acuerdo a los protagonistas. Porque el gobierno de Macri se desbarató en una estampida de capitales de corto plazo apenas se modificó la situación de las tasas de interés. Voy a ser más explícito: Liz Truss en el Reino Unido provocó la sublevación del capital financiero siendo ella su representante. Apenas se supo que buscaba financiar con deuda, tiraron abajo la Bolsa de Londres. No comparto entonces la sapiencia de la burguesía en la comprensión de una situación. Porque al defender un interés te colocás contra una evidencia objetiva.

En este punto, Altamira vuelve sobre Argentina. «Primero, el embajador norteamericano le dice a Larreta que hagan una coalición ya. Luego, en el Coloquio de IDEA se propone ceder para crecer. Después, Massa logra el acuerdo por el Presupuesto con aprobación del FMI. E inmediatamente el Club de París renegocia la deuda con una baja de la tasa de interés. Ahí hay un hilo. Eso une a la burguesía nacional. Y este muchacho Milei se encargó de no estar presente en casi ninguna de las votaciones».

Altamira
Foto: Edgardo Gómez

«Saber que estoy luchando»

El dirigente de Política Obrera puntualiza una preocupación respecto del panorama: de un lado, la presión hacia la triple reforma –previsional, tributaria y del trabajo, que según plantea incluiría la desaparición del fuero laboral en la justicia– y por otro la herencia fascista en la sociedad pospandémica, que «se desclasó». Ahí encuentra resonancias que explican los discursos de odio contra las comunidades judías, venezolanas o mapuches. «Vos te das cuenta que es un abuso porque los mapuches no son tantos como para que Pichetto diga que está en juego la soberanía nacional», precisa.

Frente a ese diagnóstico, el cierre del diálogo le propone a Altamira una pregunta difícil.

–¿Qué te entusiasma del futuro?

–Yo tengo una gran expectativa, eso me anima mucho, en la reacción de la humanidad frente a las guerras y el cambio climático que produce pandemias. El capitalismo ha convertido al mundo en un gran escenario de crisis humanitaria que abarca a 8000 millones de personas, con el peligro de que en esta guerra actual de la OTAN puede tener una deriva nuclear. Desde ya que esto último no me entusiasma ni un poco. Lo que sí me genera entusiasmo es saber que estoy luchando contra eso, y que al tratarse de un elemento tan existencial, va a levantar en masa a los jóvenes y los trabajadores. «