«Desde el cielo, Juan Manuel de la Sota debe estar soñando que el 10 de diciembre empecemos a construir esa Argentina de unión nacional por la que tanto luchó”, dijo Sergio Massa en Córdoba, el territorio más hostil para el desembarco del peronismo enemigo. La frase que abona al paganismo que se sintetiza en la figura del caudillo cordobés rebotó en toda la provincia y despertó a un saliente Juan Schiaretti

En medio de la visita del tigrense, el todavía gobernador mediterráneo organizó repentinamente cuatro actos de gobierno que no estaban previstos en su agenda de descanso tras su arribo de la gira europea que lo llevó en búsqueda de inversiones. 

El golpe fue preciso. Schiaretti, quien reposa en un contundente trono de poder como único representante del viejo cordobesismo tras la repentina muerte de su coterráneo en 2019, mira con preocupación el constante goteo de dirigentes que abandonan sus filas agotados por el modelo que él mismo alimenta. 

Massa avanzó por la brecha de Schiaretti

Foto: Prensa Economía

Las relaciones entre el titular de Hacemos por nuestro País y sus dirigentes municipales están dañadas desde el coqueteo de su líder con Horacio Rodríguez Larreta antes de las PASO. Se mantienen únicamente a base de un meticuloso tire y afloje de poder que el dueño de la pelota ejerce sobre sus intendentes. “La lógica que manejan es que ‘si estás con ellos, no estás con nosotros’”, resumen desde Córdoba.

Atento de las internas que afloran en la provincia mediterránea, Massa fue a fondo con la foto de unidad. En una misma tarde, consiguió volver a Capital con una postal junto a los intendentes Juan Manuel Llamosas (Río Cuarto), Martín Gill (Villa María), Marco Torres (Alta Gracia), la secretaria de Economía de San Francisco, Pilar Gioino, el secretario de Economía de Río Tercero, Raúl Bertalot y el secretario de Transporte de Córdoba, Franco Mogueta, funcionario schiarettista.

En aquel acto por la presentación de la tarjeta Sube en siete localidades cordobesas, la ausente figura de Schiaretti no sólo pasó desapercibida, sino que además fue silbado por un grupo de militantes en un hecho que explica el triunfo de Javier Milei en Córdoba y pone a la vista el desgaste de la gestión del ex empleado del grupo Socma. 

Foto: Captura video

La gran piedra en el zapato del gobernador es que, a pesar de mantener alfiles en todos los niveles de poder, su figura dejará, inevitablemente, de tener la trascendencia que mantuvo por ocho años. A partir de este recambio, la dirigencia categóricamente verticalista  comenzó a animarse a desafiar al líder y atendió sin más el llamado de unidad nacional que convoca el ministro-candidato. 

La diputada Natalia de la Sota, primera figura en apoyar contundentemente a Sergio Massa, habilitó el egreso de otros dirigentes y culminó en la salida de la aliada más preciada por la senadora Alejandra Vigo, esposa de Schiaretti, en la legislatura de la Ciudad de Córdoba, la legisladora Nadia Fernández. 

Con este goteo, el matrimonio comienza a cerrar cada vez más su círculo. Pero lejos de la paz que tanto le piden sus propios aliados, desde Córdoba creen que Schiaretti contraatacará fuerte y se pronunciará a favor de Javier Milei la próxima semana, dejando en completa soledad a Martín Llaryora, quien deberá definir si seguirá los pasos de su padre político o construirá su propia carrera en una provincia que podría, en algunos años, proponerlo como presidenciable.

Llaryora entre dos fuegos

Foto: Laura Lescano / Télam

La decisión del gobernador electo no es, por supuesto, nada sencilla. Su estrecha relación con Schiaretti no sólo lo llevó a ser su heredero natural, sino que colaboró lateralmente con la construcción de la figura de Daniel Passerini, el intendente electo de la capital cordobesa, base de operaciones de Hacemos por nuestro País. 

Esta dicotomía lleva al mandatario electo a cuidar las formas y en la mañana del martes, a pesar de estar de gira por Europa, tuiteó contra el avance del pedido de juicio político impulsado por el oficialismo. Pero a diferencia de Schiaretti, quien apuntó directamente al “gobierno kirchnerista del ministro Sergio Massa”, el nuevo gobernador sólo se estiró a pedir por la “defensa absoluta del federalismo y la institucionalidad”.

Con este escenario, el massismo sabe que el eventual apoyo del nuevo gobernador no llegará fácil. Aunque desde el círculo del tigrense celebran que muchos dirigentes cercanos a Llaryora se sumaran incondicionalmente a la militancia de la campaña cordobesa, aún no están seguros si se trata de una alianza orgánica por parte del peronismo federal para evitar el avance del libertario o si fueron enviados por su líder para enviar una señal contundente ante tanto silencio.

Vamos a esperar que Llaryora resuelva el pase de mando con Schiaretti”, dijo a Tiempo un colaborador de la campaña cordobesa del tigrense que maneja con prudencia el lapso protocolar entre el fin de una gestión y el inicio de la otra. 

Sergio Massa, en cambio, decidió ser más contundente: “voy a llamar al gobernador Llaryora para construir juntos la agenda de Córdoba” dijo en un acto haciendo un contundente guiño al ex compañero de Malena Galmarini en la Juventud Peronista. Restará esperar para saber si el heredero del cordobesismo está a la altura de las circunstancias.