Cuatro años atrás, una patota vinculada a los exdueños de Tiempo y Radio América tomó por asalto el edificio en el que sus trabajadores resistieron el vaciamiento y se organizaron como cooperativa para recuperar los puestos de trabajo. Se trató de uno de los ataques más violentos contra la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo en lo que va de la democracia.

La patota, conformada como un verdadero grupo de tareas, destruyó la redacción de Tiempo y desarmó los equipos de América. Su plan era claro:  entorpecer a la incipiente cooperativa Por Más Tiempo y cobrarse la tropelía con el remate de los equipos de la radio.

La enorme solidaridad que acompañó la lucha de los trabajadores del Grupo 23 -del cual formaban parte Tiempo y América- desde principios de ese año, 2016, fue la que permitió recuperar la redacción de manos de la patota y de una policía que actuó en connivencia con ella.

Ese momento fue vital en la historia de Tiempo. De no haber actuado así, este proyecto no hubiera sobrevivido.

¿Valió la pena el esfuerzo?

La pregunta no es retórica. Forma parte de la vida de cada uno de los trabajadores de este colectivo. Intentamos responderla con nuestro trabajo cotidiano -que es generar contenidos- desde una idea central, y es que tomamos posición ante los hechos, no somos neutrales. Defendemos el periodismo comprometido con ciertos principios y valores: la defensa de los Derechos Humanos, de los derechos laborales, de los derechos de las mujeres y las minorías, de los pobres y explotados. A sabiendas, incluso, de que eso nos enfrenta a los poderes de turno. El Estado nos espió ilegalmente al menos desde 2017. El juez que lleva la causa del ataque del grupo de tareas avanzó tan despacio en la investigación que el líder de la patota, Mariano Martínez Rojas, ya está convicto por otra causa que se inició después. Los vaciadores Sergio Szpolski y Matías Garfunkel gozan de sus bienes y libertad a pesar de haber destruido 15 empresas y dejado en la calle a un millar de trabajadores.

Sostener nuestras convicciones a la hora de hacer periodismo también nos ubica en la vereda de enfrente de la corporación mediática. No es sólo un tema de formas de organización de la producción -acá, una cooperativa; allá, una empresa- sino de diferentes puntos de partida. Nosotros peleamos contra los hechos consumados como el que nos quiso imponer una patota una gélida y lluviosa madrugada de julio hace cuatro años.

De la otra vereda hay una defensa de los hechos consumados, una posición que busca garantizar los privilegios y las ganancias de los sectores concentrados como naturales. Se trata de una red de intereses en la que las empresas periodísticas no son el último eslabón; por el contrario, muchas de ellas ranquean entre las 100 más importantes de la Argentina.

Cada cual ocupa su lugar en el mundo.