Pensar a Manuel Puig y a su obra en relación a la era dorada del cine de Hollywood es un lugar común. Sin embargo, como si se tratara de un giro inevitable, incluso la publicación de algunos trabajos previos a la edición de su primer libro, la popular novela La traición de Rita Hayworth (1968), obligan a volver sobre la cuestión. Eso ocurre con el material incluido en Textos tempranos, un volumen compilado y editado por la investigadora Lea Hafter y publicado por Ediciones Bonaerenses (ver recuadro), que incluye un guion que nunca llegó a filmarse y una versión primitiva de lo que luego se ría el debut literario del escritor nacido la localidad bonaerense de General Villegas.
La primera de estas obras es La tajada, guión que, a diferencia de otros escritos por Puig, está ambientado en Argentina y gira en torno a una temática de inconfundible color local: el retrato de una actriz en ascenso durante los años que van del gobierno de facto de Edelmiro Farrell al primer gobierno de Juan Domingo Perón, en plena Era de Oro del cine argentino. Escrito entre finales de la década de 1950 y comienzo de la siguiente, cuando el peronismo estaba proscripto, según Hafter en La tajada Puig «supo ver muy tempranamente las transformaciones sociales que originó el peronismo”, revelando “la capacidad de mostrar a través de sus voces el sufrimiento de los oprimidos y las clases populares”.
La otra obra incluida en Textos tempranos lleva por título El desecuentro. Se trata de suerte de borrador de La traición de Rita Hayworth, reconstruido a partir del archivo personal de Puig, que se encuentra bajo la custodia de la Universidad de La Plata. El texto demandó de una profunda labor de investigación en base a una enorme cantidad de versiones, cada una consignado diferentes adendas, enmiendas, supresiones y correcciones. Una auténtica obra de restauración.
“Quizás lo primero que se vuelve visible a partir de la lectura de estos textos es el vínculo de Puig con el cine argentino”, comenta Hafter en diálogo con Tiempo. “La obra de Manuel se suele pensar principalmente en diálogo con el cine de Hollywood, porque es, por supuesto, una presencia ineludible tanto en su obra édita como en su archivo personal, en el que se incluyen no solamente sus manuscritos sino también materiales muy diversos. Pero se conoce poco -y se habla menos- de su gusto y su conocimiento sobre el cine nacional, también alojado en ese mismo archivo”.
-¿Cuáles serían los aportes que este material realiza en la exploración de ese vínculo entre Puig y el cine?
-Por ejemplo, al leer La tajada es imposible no “escuchar” el tono de aquellas comedias y melodramas cinematográficos de nuestro cine de los años 40. Ese tono da cuenta de una escucha atenta, que resulta imposible reducir a la experiencia de un espectador que en su niñez ha visto un contado número de esas películas. Por otra parte, repasando los manuscritos de La traición de Rita Hayworth, base del trabajo para editar El desencuentro, en uno y otro lado van apareciendo referencias al cine argentino que después serán dejadas a un lado por Puig.
-Justamente, el guion de La tajada, que Puig terminó de escribir en 1960, remite a otra era de oro, en este caso del cine argentino, etapa que por entonces llevaba casi 10 años extinta. Pero por otra parte es contemporáneo del llamado Nuevo Cine Argentino, una camada de cineastas jóvenes como Manuel Antín, José Martínez Suárez, Rodolfo Khun, Hugo Santiago, etc., que no solo manejaban una idea muy distinta acerca de la narrativa cinematográfica, sino también otra forma de producir.
-Esto plantea una cuestión poco explorada. Para avanzar es preciso recordar que Puig escribe, es decir, no nos encontramos con los papeles conservados de un director ni de un productor. En ese sentido, su posición con respecto a la de esta nueva camada de cineastas es distinta. La escritura de cine de Puig, si bien retoma un cine clásico, con una trama clásica, como se ve en La tajada, no desconoce los nuevos rumbos ni las búsquedas del cine de su generación. De hecho, Martínez Suárez es uno de los nombres que aparecen en sus cartas como posible lector de su guion.
-A pesar de la diferencia en la forma de entender el cine, Puig pertenecía a la misma generación de esos directores. ¿Existen rasgos comunes entre ellos y el Puig de su etapa guionista? ¿O solo es posible vincularlos desde esa oposición conceptual?
-Con Puig las cosas suelen ser complejas y tal vez habría que pensar en una vinculación que vaya en ambas direcciones y reconozca tanto la oposición como los rasgos compartidos. Eso es algo que impregnará su escritura definitivamente para llegar a sus novelas.
-En el prólogo de Textos tempranos usted comenta que los guiones pertenecen a un género que es invisible para casi todos los lectores, porque su circulación se encuentra cercada por los límites del ambiente cinematográfico. Y como todo guion que no llega a convertirse en película, La tajada fue hasta ahora un texto casi fantasma para la inmensa mayoría de los lectores de Puig. ¿Con qué Puig se encontrarán ellos en las páginas de este guion?
-En la lectura del guion van a encontrar un Puig que reconoce y coordina las voces de sus personajes de un modo similar al que aparecerá en el resto de su obra, como si de ahí se “llevara” algo hacia la literatura… solo que en La tajada esto se imprime bajo otras coordenadas de lectura, las que impone el guion como género.
Y esa experiencia, la de leer un texto que se concibe para ser filmado, permite traer a un Puig que se conecta con la realización del cine antes que con la publicación. Por otro lado, el asunto y los personajes que presenta La tajada van a estar en diálogo con el universo que después aparecerá en sus primeras novelas.
-¿Es correcto decir que El desencuentro es algo así como el borrador de la primera novela de Puig (La traición de Rita Hayworth), al que hubo que reconstruir a partir del arduo ensamblado de sucesivos manuscritos y correcciones que datan de entre 1962 y 1965, aproximadamente?
-En cierto modo sí, porque fue necesario transcribir y ordenar todo el material para que pudiera aparecer El desencuentro. Es decir, si bien en El desencuentro se lee una primera versión de un conjunto de capítulos elaborados en una primera etapa de redacción muy temprana, de ninguna manera esa es la totalidad del material. Se trata de un conjunto que se recorta del resto de los manuscritos y que, por sus características, forma un objeto diferente, con una identidad que asume lo fragmentario y convive con ausencias.
-En esa tarea de volver legible una enorme cantidad de documentos dispersos y de difícil lectura, ¿cuánto diría que hay de trabajo de edición en el sentido estricto del oficio y cuánto de una labor más cercana a algo que podríamos llamar arqueología del texto?
-A lo largo de los años que nos llevó este trabajo atravesamos por distintas etapas en las que por momentos predominó una labor de edición direccionada por una clara intención de dar a leer y que se enfrentaba a las preguntas acerca de qué mostrar, cómo hacerlo, para qué. El último tramo de esta etapa estuvo marcado por el trabajo conjunto y los aportes de la editorial. Mientras que en otros momentos solamente se trataba de dilucidar qué había en esa escritura, y buscábamos consignar cada uno de los pasos del proceso de escritura.
–Al tratarse de una obra en bruto y aún en construcción, ¿considera que El desencuentro tiene un valor literario autónomo dentro de la obra de Puig?
-No sabría realmente cómo responder si El desencuentro tiene un valor literario autónomo. Es una pregunta sobre la que podríamos conversar largamente. Creo, sí, que su lectura, acerca al lector a un Puig distinto, que está construyendo su identidad como autor literario. No sé si diría que es material en bruto, porque aquello que se lee en El desencuentro ya tiene intervenciones del autor. Diría que es más bien un estado del texto, un momento relevante por sus características, antes que el origen.
-A pesar de formar parte de géneros distintos, ¿cree que existen elementos comunes entre La tajada y El desencuentro?
-Los elementos comunes, más allá del universo y del recorte temporal en el que se desarrollan ambas ficciones, aparecen sobre todo, aunque no únicamente, en la forma en que Puig va a construir el modo en que sus personajes se expresan, el decir, en esas voces, la búsqueda y armado de un modo de hablar, de contar, que después será una marca de su literatura, y que no es una copia de la oralidad.
-Como usted dijo, El desencuentro es el primer intento concreto de Puig por trabajar sobre una obra narrativa desde la prosa y no desde lo cinematográfico. Para cerrar la charla volviendo al principio, ¿cuánto del relato cinematográfico diría que aún sobrevive en esta obra?
-Diría que mucho, porque lo que podemos ver es el modo en que Puig ingresa a la literatura llevándose con él todo lo que experimentó no solamente como espectador, sino en la escritura de y para el cine.
Ediciones Bonaerenses, un compromiso con la cultura
“Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” Así define la Real Academia a la cultura, convirtiéndola en el gran contenedor de todos los conocimientos y formas de expresión enmarcadas en la historia humana. Ninguna disciplina está por encima ni por fuera de la cultura; ni siquiera la economía, una de las tantas disciplina subsumidas dentro de esa madre nodriza. A la difusión de una pequeña parcela de ese territorio inabarcable se dedica Ediciones Bonaerenses, el sello editorial de la provincia de Buenos Aires: la de las expresiones que integran y ayudan a construir la identidad bonaerense.
Fundada en junio de 2020 por decisión del Gobierno provincial y dirigida desde entonces por Guillermo Korn, Ediciones Bonaerense lleva editados casi 30 libros, cuyas temáticas abarcan un amplio espectro. Yendo de la arquitectura a la literatura y de la geografía a la historia, pasando por libros infantiles, de cocina, de artes plásticas y también de economía, el catálogo del sello provincial intenta iluminar voces poco escuchadas. Algunas porque han quedado un poco escondidas entre el tiempo y otras porque son muy jóvenes, pero desean encontrar quien las quiera oír.
Antes de la fundación de Ediciones Bonaerenses la Provincia carecía de una herramienta de tal importancia. “Lo que hubo fueron libros editados por distintas áreas del estado bonaerense”, dice Korn y menciona dos antecedentes. El primero “situado en años del primer peronismo, bajo la gobernación de Domingo Mercante, cuando hubo un Departamento de Cultura, Biblioteca y Publicaciones, dependiente del Ministerio de educación, que estaba a cargo del poeta y traductor Marcos Fingerit”. El segundo, más acá en el tiempo, “es el Archivo histórico provincial Ricardo Levene”. Korn también recuerda que “hubo otros libros editados por el Estado bonaerenses”, incluso bajo el gobierno de Vidal. “Pero en ese caso publicado por una editorial perteneciente a los grupos editoriales concentrados”, informa. “Lo que no había era una editorial estatal bonaerense, concebida como tal”.
Por supuesto, Ediciones Bonaerenses tiene funciones y objetivos que le marcan el rumbo y el director los enumera. “Expandir la lectura; proponer diálogos entre lo clásico y lo contemporáneo; apostar a la diversidad de estilos, estéticas y disciplinas; y de modos de lectura y de lectores, claro”, resume.
En tiempos de ríos revueltos, como los que toca vivir en la actualidad, no está de más preguntarse cuál es el valor de que el Estado ocupe un rol activo en la difusión de expresiones de su cultura. Para Korn se trata de “una de las obligaciones que el Estado tiene hacia los ciudadanos. Salvo para quienes creen que lo cultural es un gasto o sólo forma parte de los hábitos de quienes tienen los recursos para acceder a ella, dos concepciones elitistas y empobrecedoras”. Y sostiene que tan importante como la producción de los libros es su circulación: “Apostamos a que cada libro llegue a sus posibles lectores, sin restricciones económicas, habilitando la descarga gratuita y su distribución en bibliotecas públicas, escuelas y otras instituciones provinciales”.
Con respecto a los Textos tempranos de Manuel Puig, Korn considera que el volumen representa “un aporte fundamental”. “Sumar estos trabajos de Puig a la colección de clásicos es un modo de reconocer no solo la pertenencia que se da por un lugar de nacimiento, sino de publicar escritos donde existen marcas de ese territorio”. Al mismo tiempo, dice, Textos tempranos se relaciona con el primero que se editó dentro de la colección de clásicos: En prensa (1955-1976), de Haroldo Conti. “En ambos hay un rescate sobre textos escasamente conocidos de dos autores fundamentales de la literatura argentina”.