Guardiola habla en onomatopeyas. Le preguntan por Messi o por Romario y dice crack y dice uff y agita las manos. Casi no hay segundos libres en su discurso. Es avasallante, con el interlocutor y consigo. Pasa caminando el brasileño Gabriel Jesús, lo caza del cogote y aclara antes todos: “Éste es fantástico”. Sigue. Le preguntan cuándo usar cinco defensores, cierra los ojos, abre las manos, expande los dedos y ya explica que el 5-3-2 siempre vale para el 4-4-2. Si las dos grandes cualidades de un entrenador se basan en el manejo del grupo y en el entendimiento táctico, el genio que tuve delante, en ese enero de 2018, parece ser perfecto en las dos canchas.

Para esos días, Guardiola decía que le estaba costando bañarse tranquilo. “Yo pienso los partidos ahí y en la Premier se juega tanto que no logro hacerlo con calma y me pongo bajo la ducha y pienso y pienso”, explicaba, golpeándose la frente con el puño, como atosigado por el pensamiento, con gorrito y guantes, bajo el aguanieve de Manchester, que en enero tiene un clima apestoso.

Esa semana tenía un problema: Manchester City jugaba contra Newcastle. Eso significaba tener delante a Rafa Benítez, un entrenador al que había enfrentado ya como jugador entre 1995 y 2001, mientras el madrileño dirigió a Valladolid, a Osasuna, a Extremadura y a Tenerife. El salto significativo de Benítez se dio cuando Guardiola emigró a Brescia, al fútbol italiano. Fue en Valencia, en 2002. “Si once personas se convencen de que no les van a hacer un gol, no les hacen un gol”, sintetizó alguna vez Pablo Aimar, comparando al Atlético de Madrid de Diego Simeone con aquel equipo que él integró en Valencia. Sin la posesión de la pelota, con transiciones magníficas, con una estrategia construida en la espera y el robo, ganaron la Liga en 2002 y en 2004, y la Copa UEFA en 2004.

Lo particular de esa semana de enero de 2018, entonces, es que las barajas ya estaban en la mesa. Las premisas claras eran: el City atacaría y el Newcastle se defendería. Con otra particularidad: ninguno de los entrenadores modificaría su dibujo táctico: era 4-3-3 contra 5-4-1. Por lo que las piezas estaban determinadas:

-Con los tres delanteros (en esa ocasión, Sterling, Agüero y Sané), el City fijaría a los cinco defensores rivales.

-El delantero de Newcastle, Joselu, dejaría libre a los centrales y apretaría al volante central, Fernandinho.

-Los laterales del City serían tomados por los volantes de los costados de Newcastle.

-Los interiores del City, David Silva y Kevin De Bruyne, se enfrentarían a los dos volantes centrales de Newcastle, con un problema: uno de los tres defensores que marcaban a Agüero saltaría y se sumaría a la marca. Igual, recién en el día del partido, se sabría que Silva y De Bruyne son los titulares: antes, con la misma intensidad, trabajaría con İlkay Gündoğan y Bernardo Silva.

-Esta última zona era la que mayor problema de desigualdad tenía, sin embargo, Guardiola consideraba que ahí estaba la llave para ganarlo. Si recibían, se perfilaban y giraban, estaba todo cocinado. Desde esa premisa, pidió la organización de los entrenamientos: se necesitaban ejercicios que estimularan los movimientos de todos los que no fueran interiores para que la distracción generara el espacio. Había que lograr liberar al ancho de espada y al de basto.

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El 27 de abril de 2012, Guardiola habló en catalán. “Cuatro años como entrenador del Barça es una eternidad”, justificó, mirando hacia abajo. De ahí, se exilió en Nueva York. Bayern Munich había ganado en esa temporada el triplete: Copa Alemania, Bundesliga y Champions League. Igual lo fueron a buscar porque querían más estilo. Él dedicó seis meses para aprender a hablar alemán. El lenguaje para conducir le parece fundamental. Al poco tiempo de asumir en Manchester, propuso que los futbolistas que no hablaban inglés tomaran clases. Nicolás Otamendi, en un principio, lo sintió incómodo hasta que descubrió que su hijo menor se estaba criando y aprendiendo un idioma que él no manejaba.

Uno de los formadores de Guardiola explica que los ejercicios pueden ser todos iguales, la diferencia está en qué estimula cada entrenador. En un entrenamiento de posesión, la clave está en si el aplauso premia la recuperación o la circulación. La voz, para eso, es definitoria. En el plantel, tiene brasileños, argentinos, franceses, belgas, ingleses, españoles, alemanes, chilenos y polacos. Él explica, en general, en inglés y, en particular, en español o en alemán o en lo que haga falta. En las conferencias de prensa, responde según el interlocutor: en su segunda temporada, había ocho medios de España que habían mandado corresponsales a seguir su carrera. Tres eran catalanes: a ellos, les respondía en catalán.

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(Foto: AFP)


Después del grupo, está la táctica. Lorenzo Buenaventura trabajaba en el Espanyol en 1998, en los pocos meses en que Marcelo Bielsa dirigió al equipo de Barcelona. Julio Humberto Grondona lo llamó a Bielsa para conducir a la Selección Argentina y no llegó a los cuatro meses al frente del equipo. Pero para el Mundial de Corea-Japón 2002 decidió sumar a su staff al preparador físico que había conocido. El talento de Buenaventura en España era famoso y Guardiola lo convocó para Barcelona. Sólo se separaron el año sabático en que Pep estuvo en Nueva York, entre los blaugranas y el Bayern Munich. Su diferencia es que no se ocupa sólo de la parte física y arma los ejercicios específicos que giran en base a tres ejes: “Primero, Pep demanda un ritmo muy alto, así que los entrenamientos tienen ese ritmo. Segundo, él plantea el juego de una determinada manera, de modo que debemos introducir los fundamentos de ese juego en los entrenamientos diarios. Y, por último: no tenemos muchos días para trabajar los partidos, así que intentamos inculcarles lo que quiere Pep realizando ejercicios físicos que los mantengan aptos para las exigencias de la competición, pero al mismo tiempo incluyan elementos válidos para el partido”. Los entrenamientos en esos días de previa a Newcastle tenían entre tres y cuatro módulos progresivos.

El primero siempre se repetía: rondos o medio, de 20 o 25 minutos, en los que a un toque se entra en calor y se practica tanto la técnica como la recuperación. El segundo, en ese caso, planteaba el mismo rondo pero con veintidós jugadores, respetando sus posiciones, incorporados en una superficie semejante a la de una cancha de papi fútbol.

El tercero era el más complejo: el conocido ataque sostenido, de un equipo preparado para defender y otro para atacar. El concepto para quien no tenía la pelota era de partida de cartas: la amenaza. Agüero debía moverse como eje superior de un péndulo entre los defensores, para incomodarlos en sus responsabilidades. Los laterales y los extremos mutaban entre atacar por dentro y por fuera, modificando las zonas de acción de los rivales. El volante central, para sacarse de encima al centrodelantero, retrocedía como tercer central, armando una línea de tres contra un punta. Los interiores trabajaban milimétricamente la distracción para en un instante encontrar un metro donde recibir, controlar y girar. Los defensores, con Fernandinho sumado, debían pasarse la pelota a plena velocidad para que la circulación impidiera el movimiento del rival. Tres horas así. Repetir y repetir y repetir. Aunque saliera mal, se volvía a intentar. No había discusión: no iba a cambiarse la ideología ni de Guardiola ni de Rafa Benítez y sobre el plan había que machacar.

Con guantes en la mano para combatir un frío de locos, el partido tenía la tensión de unos palitos chinos. El espacio no aparecía de ninguna manera. Hayden, el tercer central de Newcastle, se sumaba como volante central y los interiores nunca llegaban a recibir. Hasta que a los 34 minutos, un central filtró una pelota para David Silva, que ni controló, pero tocó para un costado: luego vino el centro y Agüero llegó a rozarla. El gol desarticuló la telaraña. Fue 3-1.

En diciembre de 2018, Rafa Benítez recibió en una conferencia de prensa una pregunta sobre qué pensaba del entrenador catalán y respondió con furia: “¿Si Guardiola ha revolucionado la manera de atacar? He visto a otros equipos atacar de manera tan ofensiva durante mi carrera y no es justo decir algo así. La verdadera diferencia es Internet, las redes sociales, la televisión”. Con el mismo duelo de esquemas, apenas una temporada más tarde, en los primeros días de enero, Newcastle venció 2-1 a Manchester City. A veces, no sale.