River debuta en la Liga 2023 contra Central Córdoba, en Santiago del Estero, precedido por una ovación al único jugador de nuestro fútbol campeón en Qatar: Franco Armani levanta una Copa del Mundo delante de chicos con camisetas y banderas de Argentina. Pero la novedad es otra: por primera vez en los últimos 424 partidos oficiales, Marcelo Gallardo no es el técnico de River. Lo reemplaza Martín Demichelis, de 42 años y un único antecedente en la profesión, al frente del Bayern Munich B. El 2-0 con goles del regresado Ignacio Nacho Fernández y de Pablo Solari incluye el boceto inicial de un equipo que, como le acababa de pasar a la selección en Qatar, encontrará su versión definitiva en las fechas siguientes: son titulares cinco jugadores que luego irán al banco, los centrales Jonatan Maidana y Emannuel Mammana, Marcelo Herrera, José Paradela y Miguel Borja.

En la semana llega el último refuerzo, Salomón Rondón, mientras la tesorería de River levanta su propia Copa del Mundo: la venta de Enzo Fernández al Chelsea le deja al club 24.748.141 euros. Pero la primera derrota toca la puerta demasiado rápido, ya en la segunda fecha, contra Belgrano en Córdoba: Enzo Díaz debuta de central y aparece en la foto del primer gol. Lo que sigue es ambiguo. Debuta el modernizado Monumental, que inaugura bandejas inferiores en tres tribunas –la platea San Martín y las cabeceras Sívori y Centenario–, pero a la fiesta llega un invitado no deseado por todos. La dirigencia convoca a los jugadores de River que participaron en las estrellas de 1978, 1986 y 2022 y los focos apuntan a Daniel Passarella, que regresa al Monumental tras diez años. «Sé que no soy el culpable», dice el Kaiser en la previa, en referencia al descenso, aunque su reaparición –el domingo– queda disimulada y tapada por los gritos «Soy de River».

Argentinos pega primero pero River lo revierte con dos penales y el enigmático trazado de líneas del VAR, que anula dos goles visitantes por posiciones adelantadas milimétricas. El equipo de Demichelis aún es rígido, encorsetado, a imagen y semejanza de un DT de riguroso traje y corbata a pesar de un infierno de 44 grados. El entrenador ensaya en el entretiempo un doble cambio que define ese desconcierto pero también esa búsqueda: Ezequiel Barco por Rodrigo Aliendro y Robert Rojas por Herrera. 

El 1-0 a Tigre en Victoria reivindica a Leandro González Pires, el autor del gol que empieza a cambiar su estatus, de mirado con desconfianza por sus pecados pasados a titular indiscutible en la campaña. Ya entre semana, un 3-2 a Banfield por el Trofeo de Campeones 2020 –que supuestamente clasifica a una final indefinida contra Boca que nadie parece muy interesado en jugar– parece un Out of Context del año: dos goles de Santiago Simón y Borja-Rondón como (exitosa) dupla delantera titular. Pero son días en que River juega al golpe por golpe y enseguida se cae a la lona contra Arsenal: la derrota 1-2 en el Monumental pone bajo la lupa a Demichelis, insistente en su libreto de reforzar la delantera –fueron titulares Lucas Beltrán, Solari y Rondón– en desmedro de descuidar el mediocampo –Enzo Pérez apenas acompañado por José Paradela y Nacho Fernández–. La teoría del fútbol ofensivo choca contra la práctica del fútbol real.

Con dos derrotas en cinco fechas, Demichelis hace un giro y cambia el dibujo: regresa Nicolás De la Cruz, refuerza el mediocampo, rodea a Enzo Pérez y empieza a darle lugar a Barco, titular por primera vez, que encara y muestra semillas del Pity Martínez. En la primavera de Paradela, José suma su segundo gol consecutivo y Beltrán, que ingresa en el segundo tiempo y sentencia el 2-0, pide pista. El cordobés del que menos se esperaba y más daría es titular en los partidos siguientes y responde con goles en dos 3-0 consecutivos, ante Racing de Córdoba por la Copa Argentina y frente a Godoy Cruz por la Liga. Contra los mendocinos –ya con la defensa de gala, la de Milton Casco, González Pirez, Paulo Díaz y Enzo Díaz, consolidado por la izquierda–, Barco pide patear un penal que le impide al ex Colón un hat-trick.

Es tiempo de onda verde: un 2-0 a Sarmiento en Junín con goles de Beltrán y de Agustín Palavecino supone el cuarto triunfo seguido y el salto a la punta primero de forma transitoria hasta que al día siguiente San Lorenzo pierde con Newell’s y, entonces sí, River consigue el liderazgo en la 8ª fecha y ya no lo soltará. Un amistoso con Universidad de Chile permite el debut de Matías Gallardo, uno de los hijos del Muñeco, mientras se acentúa el contraste con Boca: Hugo Ibarra es despedido como técnico. En River hay comunión dentro y fuera de la cancha: una alcanzapelotas –Delfina Lombardi– agiliza el juego y participa en el gol de Nacho Fernández en el 1-0 a Unión. Pero la Copa Libertadores marca el terreno: Demichelis plantea un ida y vuelta en La Paz y The Strongest aprovecha un roce de Armani sobre Enrique Triverio para sacar, desde la paridad, una diferencia amplia: 1-3.

En el torneo local empieza a no haber equivalencias: al 3-0 sobre Huracán en Parque Patricios, con dos de Rondón, le sigue otro 3-0, ante Gimnasia en Núñez. Aliendro festeja su primer gol, Matías Suárez también tiene el premio a su insistencia en la red y ya desde el arranque juegan cuatro de los cinco mediocampistas que se ganarán la titularidad: Enzo P, Nacho F, Aliendro y Barco. River fluye: líder con cuatro puntos de distancia sobre San Lorenzo y 13 ante Boca. Y también River liga: el 1-0 contra Newell’s, con asistencia de Barco y definición de Solari en el minuto 95, ingresa en la categoría de «gol de campeón».

El propio Solari, con la confianza recuperada, vuelve a convertir a las pocas horas, en el taquicárdico 4-2 a Sporting Cristal por el segundo capítulo de la Copa. En el 2-0 a Independiente, por la 13ª fecha de la Liga, Demichelis estrena su formación ideal: Armani; Casco, González Pires, Paulo Díaz, Enzo Díaz; Aliendro, Enzo Pérez, De la Cruz, Nacho Fernández, Barco; Beltrán. Es el octavo triunfo seguido por la Liga, números comparables a los grandes ciclos históricos, los de Ramón Díaz o Gallardo. ¿Y si la transición del post-gallardismo no era en el primer semestre de Demichelis si no en el último del Muñeco?

Rotación necesaria y escenas extrañas en Tucumán. Los más cabuleros desconfían de la camiseta negra, parte 1. Armani, que recibe un gol después de 729 minutos, sale a buscar una pelota con el partido en juego: Atlético no se pone 2 a 0 de milagro. Paradela se hace expulsar. Parece derrota pero Barco lanza un corner con veneno y Joaquín Pereyra cabecea en contra para el 1-1. Lo que sigue es historia, pero de la mala: el 1-5 contra Fluminense en el Maracaná supone la primera vez que River recibe cinco goles en un partido de Conmebol. Tras un buen primer tiempo llega un apagón táctico: a la expulsión de González Pires le siguen cambios desesperados y el harakiri con una línea de tres defensores entre Herrera, Rojas y Casco. «Me hago cargo», se inmola Demichelis.

Sin tiempo, llega el superclásico más colmado del Monumental, con 83.000 personas, uno de esos partidos que marcan tendencia. Como diría Carlos Bilardo, Gloria o Devoto. El Boca de Jorge Almirón imita al de Gustavo Alfaro y sale a jugar con prismáticos para detectar a Armani: no lo ve en todo el partido. Nicolás Valentini festeja un rebote en Solari y River parece desinflarse pero llega al gol sobre el final: penalcito, o sea penal, de Agustín Sandez sobre Solari. Borja sigue la senda de Juanfer Quintero y acentúa el romance River-Colombia: a los 92 minutos y 34 segundos, es el gol –en tiempo regular– más agónico de los clásicos. A Palavecino se le sale la cadena, le grita en la cara a Jorge Figal y Sergio Romero lo increpa: todos los jugadores menos el goleador, que sigue festejando en el planeta Borja, se trenzan en mitad de cancha. Siete expulsados y Palavecino suspendido por una fecha. A Darío Herrera, el árbitro, lo sancionan por dos. Enzo Pérez inaugura una era: se trepa al alambrado del nuevo Monumental.

Demichelis, que ya había hecho lo más difícil –encontrar el equipo–, mete mano en lo que funcionaba bien: desarma el medio para visitar a Talleres. Afuera Aliendro, adentro Rondón y, otra vez con la camiseta negra, derrota 2-1 contra un rival que se suma a la pelea del título. El 2-1 a Platense no deja buenas sensaciones en el juego pero sirve para sumar el sexto triunfo al hilo en el Monumental y para mantener cinco puntos de ventaja sobre San Lorenzo. River viaja a Lima y Armani se manda una chambonada que permite el 1-0 de Sporting Cristal. Entre el sentimiento trágico de remates en los palos y penales errados (Borja), Aliendro marca el 1-1 a falta de seis minutos, ya con el agua en los hombros. Demichelis vuelve a desesperarse y River se regala en lo poco que queda: a los 43 entran Solari por Paulo Díaz y Suárez por De la Cruz. Descompensado el equipo y tras un mal despeje de un Casco en versión 2017, Armani se redime a los 47 con la atajada del semestre: desvía al palo un remate de Joao Grimaldo. Con Enzo Pérez lesionado, River queda último a falta de dos fechas, herido pero vivo, huele al espíritu de la primera fase de la Copa 2015.

Vuelve Gallardo a River, saludo protocolar con Demichelis en el Museo y emoción hasta las lágrimas cuando se descubre su estatua. Al debate artístico sobre los genitales de la obra le sigue uno deportivo, el de Armani, responsable en el segundo gol de Vélez. «Franco no la está pasando bien», acepta Demichelis tras un 2-2 con camiseta negra que igual le sirve a River para escaparse a seis puntos de San Lorenzo –derrotado por Barracas Central– y para que Beltrán, que parecía haber perdido confianza, se reecuentre con el gol tras cuatro fechas. A la fecha siguiente, contra Defensa y Justicia, sólo 25 minutos de fútbol, ese todo, esa nada: Pablo Serrano, un hincha de la filial Morón, se cae al vacío desde la Sívori alta y muere en el acto. «Pará el partido», le gritan los hinchas al árbitro: no todo show puede seguir.

Contra Fluminense se inaugura la Belgrano baja inferior y 86.000 hinchas convierten al estadio más grande de Sudamérica en un escenario que impacta a los brasileños. Felipe Melo cumple el papel de villano necesario –y derrotado–. A la hora señalada, River llega a lo más alto del semestre y hace de un partido de primera fase una noche inolvidable. Entre los goles de Beltrán y Barco, Armani ensaya otro blooper pero esta vez sin daños colaterales. El triunfo de Cristal en Bolivia, además, permite el salto al segundo puesto en el grupo: los planetas se alinean. River comunica que el Gobierno le cedió un terreno cercano al Monumental, aunque no es un predio cualquiera: algunos organismos de Derechos Humanos reclaman que formó parte de la ESMA en la última dictadura. Talleres corre desde atrás, le gana 1-0 a Arsenal y queda a un punto de River, pero Demichelis ya tiene su equipo ideal, que puede variar entre un dibujo 4-5-1 y, si ingresa Solari por algún mediocampista, un 4-4-2.

El líder pone el pie en el acelerador en tres partidos seguidos: 4-1 a Banfield, 1-0 en lo que resta contra Defensa y Justicia –con ovación a Aliendro, el jugador clásico que la rompe en el fútbol moderno–, y 3-1 sobre Instituto. Como los cordobeses, los rivales pueden comenzar ganando –y hasta con un gol con la mano–, pero 90 minutos en el Monumental son mucho tiempo para resistir. Debuta Claudio Echeverri, «el Diablito», en una de esas fechas que tal vez se instalen: «Yo lo vi debutar». Talleres pierde con Lanús y queda a 10 puntos: si fuera automovilismo, deja de aparecer en el espejo retrovisor y queda una vuelta atrás. A la AFA le pinta eliminar un descenso de la actual temporada.

Con el físico fundido y la mente cansada, el equipo ideal de River suma su quinto triunfo seguido ante The Strongest. Clasificación asegurada y descanso obligado ante Barracas Central, con sorpresiva línea de 5 defensores. Borja suma su octavo gol en el semestre pero los suplentes no evitan una derrota que duele menos porque Godoy Cruz le empata a Talleres. Noche de fiesta contra Colón: Monumental con entradas agotadas por 39º partido consecutivo, duocécimo triunfo seguido como local, ovaciones al capitán («Enzo es de River y de River no se va») y a De la Cruz («U-ru-guayo») y, con otra avivada de una alcanzapelotas –Milagros Acevedo–, Beltrán anota su 13° tanto en el semestre, el mayor goleador de un River que, hasta el bravo 0-0 ante San Lorenzo del sábado, había convertido al menos una vez en todos los partidos.

Tras el 0-0 de Talleres ante Unión anoche, a River sólo le falta sumar un punto en los tres partidos que le quedan, primero el sábado ante Estudiantes, y luego contra Central y Racing. Pero, a la vez, Talleres debería ganar sus tres encuentros. La lógica dice que el festejo no debería demorarse más allá de este fin de semana: el viernes, si el equipo cordobés no le gana a Huracán. O el sábado, si River empata con Estudiantes. Sería el premio al año en que Demichelis armó un River que se prepara para gritar campeón.