El miércoles por la noche, dos horas antes del partido que River debía jugar en Paraguay ante Libertad por la Copa Libertadores, un grupo de hinchas con camisetas con la banda roja se congregó frente a una de las salas del complejo Cinépolis, en la Plaza Houssay, para sumarse a una función futbolera del BAFICI.

Por cierto: todavía estaba fresca la multitudinaria marcha universitaria del día anterior, el martes, y alguien recordó que el propio Bernardo Houssay fue protagonista en el debut de River en los torneos de AFA. La referencia apuntó a la primera fecha del torneo de Tercera de 1905, cuando el futuro Nobel fue juez de línea en el inaugural River-Facultad de Medicina –cada equipo debía llevar un árbitro asistente– e incluso, ya como jugador en el partido por la segunda rueda, Houssay le convertiría dos goles a River para un nuevo triunfo 3-2 de los estudiantes universitarios de medicina. 

Pero más allá de esa «nueva» demostración de la centenaria vigencia de la educación pública y de los clubes como asociaciones civiles sin fines de lucro, el motivo del encuentro del miércoles era el estreno de 1975: La vuelta, una película que emocionará como mínimo a los hinchas de River.

Con belleza en las imágenes y sensibilidad en los testimonios –que no excluye a una polémica interna nunca resulta–, el documental recrea el festejo del campeonato argentino más esperado de River, el Metropolitano 1975 que dejó atrás una maldición de 18 años sin títulos. Había sido una sequía tan larga, además de cruel –porque River en ese lapso fue once veces subcampeón, también en la Libertadores 1966, cuando nació el mote de «gallinas»– que aquel Metro 75 se convertiría en una reivindicación eterna. Y ahora, casi 50 años después, también nostálgica.

Primero fue en forma de libros. En febrero de 2022, Klaus Gallo publicó el precioso libro Piel de Gallina, celebrar y sufrir, River 1975-1957 (Planeta), en diciembre de ese año le siguió Romper el maleficio, el día que River cambió la historia (Francisco de Antueno, Galerno) y en 2023 se sumó River Plate, aquellos 18 años 1957-1975 (Carlos Pantano, Tinta Libre).

La versión audiovisual, tras seis años de trabajo, llegó este miércoles con el imperdible 1975: La vuelta, el documental dirigido a dúo por Guido Mignona (hijo de Eduardo) y Lucas Spósito que fue repetido el viernes en una segunda y última función del BAFICI y que por ahora no tiene fecha ni sede de nuevas emisiones, aunque posiblemente se proyecte en el auditorio de River en un futuro mediato.

1975: La vuelta está a la altura: si bien es el regreso a una época, nunca se entrega a la melancolía del pasado, sino que más bien habilita a varias piruetas jocosas, como una de las pequeñas-grandes perlas de la película: el testimonio de Aldo Méndez, entonces un juvenil de Argentinos Juniors (fallecido tras la filmación) que jugó pocos minutos en Primera, justamente ante River en la noche de la esperada consagración, y que en un puñado de horas pasó de enloquecer a sus rivales «millonarios» en el campo de juego a viajar al Monumental para sumarse a la multitud, como el fanático de River que él también era, en los posteriores festejos por el título.

Para que existiera un desahogo tenía que haber antes un sufrimiento y 1975: La vuelta reconstruye esa doble cara: primero el desierto de fracasos iniciado en 1957 y luego, ya con el regreso mesiánico del entrenador Ángel Labruna –un Marcelo Gallardo en blanco y negro–, la campaña de 38 partidos que pone fin al escarnio. A los goles y a las imagénes inéditas donadas por hinchas en el viejo formato de cámaras Super 8, acompañadas por la música y los relatos de la época, se le suman los testimonios actuales de los artífices del título: Norberto «Beto» Alonso, Ubaldo «Pato» Fillol, Carlos «Puma» Morete, Juan José «Negro» López, Pedro González y Héctor «Gorrión» López (todos apodos que remiten a ese momento del fútbol).

Sin embargo, sumándose a la larga espera que había sufrido River, el gremio de futbolistas profesionales dictó una huelga a pocas horas del partido en el que el equipo de Labruna se aprestaba a dar la vuelta olímpica, por la 37° fecha del torneo, ante Argentinos. Y ahí es cuando la historia se rompe en tres.

Por un lado, hay un River versus River entre los caciques que habían sostenido el maratón de la temporada y los anónimos juveniles a los que recurrió el club para correr los últimos 100 metros de la gesta, el partido programado para esa noche. Pasó casi medio siglo –se cumplirá el año que viene– y el recelo de muchos profesionales contra los chicos que consumieron la vuelta olímpica parece continuar. En la presentación del miércoles, el héroe inesperado, Rubén Bruno, entonces de 19 años y autor del gol que puso oficialmente fin a la racha de los 18 años, dijo sin que nadie le preguntara, como si sintiera perseguido por el mote de «carnero»: «Volvería a hacerlo«.

El documental también muestra el contexto histórico: cómo lo político (la presidencia endeble de Isabelita, la violencia en ascenso, el Rodrigazo, la sombra de López Rega, la dictadura asomando las garras) lleva a lo deportivo. Otro acierto es mostrar algo en lo que pocos suelen reparar: que varios de los ya veteranos en 1975, pero jóvenes en 1971, habían estado en el papel opuesto cuatro años atrás, el de juveniles que juegan en una huelga en reemplazo a los profesionales, por ejemplo los propios Alonso y Jota Jota en un histórico triunfo ante los mayores de Boca en 1971. La historia además tiene una tercera pata: la sospecha velada de parte del plantel contra un arquero de River hasta 1974, José «Perico» Pérez, reconvertido en dirigente del gremio de futbolistas, como si hubiese elegido ese día para la huelga como supuesta venganza contra sus excompañeros de equipo.

Aquella medida duró cuatro días hasta que se estableció el estatuto del futbolista. Al domingo siguiente, River, ya como campeón y con el regreso de los profesionales, cerró su campaña con un triunfo inconcluso ante Racing: era tanta la gente en el Monumental que el partido se jugó hasta el entretiempo. Pasó hace medio siglo pero nunca dejará de pasar. 1975: La vuelta es un regalo a esa épica. «