Hace dos años Juan Martín del Potro caía al puesto 1045° del ranking mundial, su registro más bajo desde que saltó al profesionalismo en 2005. Fue después de cuatro operaciones de muñeca (tres en la izquierda, una en la derecha) y su futuro estaba más cerca del retiro en Tandil que de volver a jugar al tenis. Hoy el argentino superó todos los obstáculos y los pronósticos desalentadores. Se metió entre los mejores seis del mundo después de una racha de 15 victorias seguidas, que se cortó el viernes al caer en las semifinales del Miami Open frente al gigante John Isner (2,08 metros de altura) por 6-1 y 7-6. Si ganaba el certamen quedaba en el tercer lugar. Pero aun con esa derrota, Del Potro aparece con la posibilidad de ser el primer argentino número uno del mundo oficial, ya que la ATP nunca le reconoció a Guillermo Vilas haber llegado a esa cima.

El tandilense no perdía desde el 22 de febrero, cuando el estadounidense Frances Tiafoe lo sorprendió en los octavos de final de Delray Beach por 7-6, 4-6 y 7-5. Su récord en el año es de 25 victorias y cinco derrotas. Hoy quedó a sólo un paso de su mejor puesto histórico, el 4° lugar que supo tener en abril de 2010. Y nada le quita la chance de alcanzar la cima.

El título en Indian Wells (el primer Master 1000 que consigue), además del de Acapulco, sumado a la racha de triunfos, hizo que modificara sus planes para este 2018, que lo vio arrancar en el 11° lugar. Tres meses después lo tiene con el mejor inicio histórico de su carrera. Pese a eso, la mejor raqueta nacional tiene bien en claro cuál es la clave: estar saludable. A los 29 años no es ajeno a sus chances de seguir haciendo historia grande en el ranking, pero su prioridad –y piedra fundamental de su regreso– es cuidar sus muñecas y no lesionarse. De allí su decisión de no participar de la Copa Davis con el equipo argentino.

En ese sentido, el tandilense hará una temporada de polvo de ladrillo corta, que está por comenzar y coincide con el regreso de Rafael Nadal al circuito. Esa superficie no es su fuerte, apenas cuatro títulos de los 22 que obtuvo los consiguió en esas canchas, el resto fueron todas sobre piso rápido, incluso la Copa Davis.

Del Potro disputará torneos grandes como los Masters de Montecarlo y Roma, además de Roland Garros. No irá a Houston y Marrakesh. Pero sumará algún torneo pequeño, como Estoril, donde fue campeón en 2011 y 2012, para luego salir a conquistar la última parte del año sobre superficies duras. En esa ciudad portuguesa o en Madrid sería el inicio de la temporada en canchas lentas para el tandilense.

Resulta extraño afirmar que Del Potro está en el mejor momento de su carrera, sobre todo por haber pasado dos años sin jugar, con sus recurrentes visitas al quirófano. Esa, sin embargo, es la realidad. Está en un lugar soñado y con un panorama alentador. ¿Qué hubiera ocurrido si esos dos años de muñecas rotas no hubiesen sucedido? Jamás se sabrá y es algo que él mismo tuvo que sacarse de la cabeza.

«Cuando ves a los atletas perseverar a través de la lesión y la adversidad por largos períodos de tiempo, a continuación verlos volver a emerger en los niveles más altos es una vista impresionante Felicitaciones @delpotrojuan lo has hecho con la clase y la humildad, disfrutar del paseo», escribió en su cuenta de Twitter Paul Annacone, entrenador de súper estrellas como Pete Sampras o Roger Federer.

¿Puede ser número uno? La pelota está del lado de Nadal y Federer. El suizo perdió un poco de terreno, ya que defendía los títulos de los recientes Masters. Fue finalista en Indian Wells y cayó en segunda ronda en Miami. El español tiene un camino largo en polvo de ladrillo. Si bien es el mejor en esa superficie, no juega desde Australia y tiene que defender cuatro títulos en poco tiempo, incluidos Montecarlo y Roland Garros.
El tandilense tiene todo para sumar. Lo único fuerte que defiende de 2017 es cuartos de final en Roma. Lo que haga en Montecarlo (no lo jugó), Roland Garros (apenas jugó tres partidos) y en Wimbledon (afuera en segunda ronda) le dará margen en su calendario.

Desde 2016, Del Potro encontró en la práctica de yoga una herramienta que le ayuda a concentrarse y a relajarse (y a olvidar el pasado). Se lo inculcó su kinesiólogo Diego Rodríguez. Era lo que necesitaba. Pero faltaba un entrenador que lo acompañará en cada torneo. Estuvo solo desde 2015, cuando se alejó Franco Davin. Sebastián Prieto lo preparó para el último US Open, pero el haber llegado a semifinales hizo que el vínculo siguiera. Nuevo año, nueva vida, nueva mente, nuevo equipo para Delpo, que aún tiene historia grande por contar.