La denuncia por presunto abuso sexual que una empleada de prensa de Boca realizó contra Jorge Daniel Martínez, exentrenador del plantel de fútbol femenino de Boca, trae nuevos y viejos cuestionamientos sobre cómo funcionan los protocolos de actuación ante situaciones de violencia de género en el fútbol argentino.

«Boca fue y es mi casa. Estoy triste, dolida, porque pensé que me iban a cuidar, a proteger», declaró la denunciante, Florencia Marco, esta semana en una rueda de prensa. En febrero había presentado la denuncia en el Departamento de Inclusión e Igualdad del club. ¿Cuál fue la respuesta? Decidieron darle una licencia a ella y mantener a Martínez en el cargo. Boca recién actuó cuando el caso se mediatizó, ya en la Justicia, y entonces licenció al entrenador –exlateral del club, River, Independiente y la Selección–.

No es la primera vez que Boca muestra falta de recursos ante un hecho por motivos de género. Varios de los integrantes del plantel del fútbol masculino recibieron denuncias y el club respondió de la misma forma: cerró filas alrededor de sus futbolistas. Que sus jugadores o Martínez hayan continuado en sus funciones, como si nada hubiera ocurrido, abre un debate sobre qué deben hacer los clubes en estos casos y quién tiene el poder real a la hora de tomar decisiones. 

«Las áreas de género en la mayoría de los clubes son muy recientes, tienen tres años. Y todas las herramientas pueden tener textos muy completos pero, como sucede con una ley, después lleva su tiempo el cómo aplicarlo”, explica Mariana Cahn, integrante de la Subcomisión de Género de San Lorenzo, a Tiempo.

Los protocolos de actuación ante casos de violencias por motivos de género definen un circuito, los pasos y los mecanismos para un abordaje integral. Guillermina Gordoa, directora nacional de Políticas de Género de la Secretaría de Deportes de la Nación, marca qué se debe hacer ante una denuncia y qué no: escuchar a la persona de forma desprejuiciada, sin minimizar su palabra y respetando la confidencialidad y las decisiones que tome.

Dentro de los pasos a seguir, las comisiones o departamentos de género tienen una primera intervención pero después las decisiones se elevan a la Comisión Directiva. «Eso no me parece que esté mal. Yo, como asambleísta, no puedo echar a alguien por mi propia voluntad. En lo que hay que trabajar es en el vínculo con la Comisión y capacitar a sus integrantes, que haya más mujeres en los cargos. Es el trabajo que hay que hacer cuando no tenemos la urgencia del caso concreto», remarca Cahn.

La Ley Nacional de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres, sancionada en 2009, menciona la responsabilidad de las organizaciones deportivas frente a los casos de violencias. De los 28 equipos de Primera División, más de la mitad tiene un protocolo de acción ante denuncias por violencia de género. En 2018, Vélez fue el primero por iniciativa de Paula Ojeda, hincha y abogada del club.

En 2020, por primera vez un jugador de Vélez fue denunciado por agresión física, violencia verbal y psicológica. La institución se puso a disposición de la víctima y el jugador fue separado –pocos días– del plantel. Ese mismo año, el club añadió una cláusula por comportamiento o violencia de género en todos los contratos luego de haber incorporado al futbolista Ricardo Centurión, quien tenía denuncias previas. «Hemos tenido situaciones de jugadores que separamos preventivamente hasta que se resolvió su situación. Luego trabajamos sobre el denunciado, porque eliminar la violencia es un cambio cultural», explicó Ojeda.

El desafío, también, es no afectar el derecho que tienen las personas –futbolistas, entrenadores, o empleados del club– a trabajar. Sin embargo, señala Ojeda, es importante manejar estos temas con empatía hacia la víctima, y no sólo poner el foco en el resultado futbolístico.

La incorporación de estos protocolos modificó otra arista del mundo deportivo. Los medios comenzaron a incorporar en su agenda esta problemática: en los clubes no sólo se juega al fútbol, sino que también encontramos la incidencia de la violencia machista en el mundo deportivo. Se trata de una arista que muestra las dos caras de una misma moneda porque su presencia permite que hoy se discuta algo que hasta hace años parecía impensado, pero se aborda cuando aparece un caso puntual y como parte del espectáculo deportivo.

«Los medios van siempre detrás de la noticia, se habla de esto cuando sale un caso. Eso es un problema porque las cuestiones de género no deberían tratarse únicamente cuando ocurre un hecho puntual. Sería bueno que pudieran visibilizar el laburo que se hace todo el año en los clubes», explica Cahn.

Las denuncias contra jugadores y entrenadores no son exclusivas de Boca. Pero su popularidad acrecienta la dimensión mediática –a tal punto de definirlo como «escándalo» por los medios– como también su responsabilidad social. Y es así donde los medios tienden a buscar culpables para subir al estrado. «¿Dónde están los responsables de que el protocolo se cumpla?», se preguntan. El foco, a veces, se centra en lo que no hicieron los departamentos de género, en cómo dejaron ir o no escucharon a la víctima. Sin embargo, como señala la periodista Ayelén Pujol, es importante también detenerse y preguntarse «¿Y los periodistas están capacitados para cubrir los casos de violencia por motivos de género?».

Estos casos puntuales muestran que aún falta mucho recorrido –en todos los sectores– y que estos espacios en los clubes –como escribió la Licenciada en Sociología y Doctora en Ciencias Sociales, Julia Hang– se convirtieron en actores políticos que, como tales, disputan poder. «