La historia que explotó este jueves en el Sudamericano Sub 23 que se realiza en Brasil, con el nuevo récord argentino de los 100 metros llanos a cargo del atleta porteño Franco Florio (22 años), comenzó con un diálogo familiar en agosto de 2016.

Eran días de Juegos Olímpicos en Río de Janeiro y el jamaiquino Usain Bolt acababa de ganar, por tercera edición consecutiva, las medallas de oro en 100 y 200 metros. Todavía rugbier en juveniles del club Belgrano, Franco le escribió a una de sus hermanas, Natalia, periodista de Tiempo.

«Le conté que quería probar en los 100 metros. Yo era wing en rugby, me tenía fe en velocidad, y Bolt me encantó. Le pregunté dónde podía probar», reconstruye Franco –ya convertido en el hombre más veloz de Argentina– a este diario desde Cascaval, la ciudad del sur brasileño (a menos de 150 kilómetros de las Cataratas del Iguazú y de la frontera argentina) en la que este jueves corrió los 100 metros en 10 segundos y 11 centésimas. Atrás quedaron los 10’23» emblemáticos que Carlos Gats y Gabriel Simón mantenían desde 1998 y 1999, respectivamente, y que parecían inalcanzables.

Florio, que recién el año pasado dejó definitivamente el rugby (compitió para Los Pumas 7 en la Serie Mundial de Seven) y se dedicó de lleno a las carreras, llegó para revolucionar el atletismo argentino. No sólo lo impulsa su rapidez natural –»Franco es veloz porque tiene contracciones nerviosas muy rápidas y es fuerte físicamente», según explica su entrenador, Javier Morillas– sino también porque tiene una inconsciencia que derriba límites que parecen imposibles.

«Mi objetivo es bajar los 10 segundos. Lo digo un poco en chiste y otro poco en serio pero, si bajo los 10 segundos, me puedo retirar», agregó a Tiempo desde Brasil este viernes. Su propósito es ciclópeo: ningún sudamericano en la historia bajó esa marca, apenas la igualó el brasileño Robson da Silva en 1998.

Florio a todo motor en acción.
Foto: CADA

Aquel whatsapp entre hermanos, «quiero probar en 100 metros, ¿conocés dónde?», siguió con un contacto entre Natalia y un periodista amigo en la Secretaría de Deportes, Gabriel Antonelli, y una posterior prueba a cargo de  Morillas, entrenador de la Selección y especialista en velocidad, que lo hizo correr 80 metros en la pista del Cenard. El especialista fue directo: «Si tardás tanto, no sos rápido; si tardás esto, sos rápido; si tardás menos de eso, sos muy rápido». Pero Florio tardó mucho mucho menos de lo que Morilla consideraba muy rápido, y entonces –en 2016– comenzó la relación entre ambos.

Si Florio siempre competirá contra los biotipos físicos argentinos –y de la región–, en el último año comenzó a recibir un apoco económico que no siempre estuvo presente en el atletismo nacional. Su caso –y su proyección, claro–, es atípico. A las becas (primero) de la Secretaría de Deportes y (luego) del Ente Nacional del Alto Rendimiento (ENARD), también le sumó unas clínicas rentadas del Gobierno de la Ciudad y el aporte de un privado, la empresa de criptomonedas FTX. Hubo un tiempo reciente, incluso en 2021 –cuando era completamente amateur–, en que Franco pensó en ir a entrenarse a las universidades de Estados Unidos, pero este año cambió de opinión.

«Hice una gira por España y hablé mucho con colegas de otros países, que me sugirieron que no me fuera, que competiera en los torneos sudamericanos. Y como tampoco venía mal, me decidí a quedarme. Hice bien», resume Florio, quien, luego de una breve interrupción, volvió a ser entrenado por Morillas hace un par de meses.

Tras la pandemia, a fines de 2020, Florio sorprendió al atletismo nacional cuando clavó 10’24» en el Campeonato Argentino de Rosario, a solo una centésima del récord de Gats y Simón. En los últimos meses marcó 10’37» en el Panamericano Sub 23 de Cali y ganó la medalla de bronce con 10’31» en el Iberoamericano en La Nucía, España. Su aventura continuará en los Juegos Sudamericanos que comenzaron ayer en Asunción, la capital paraguaya, y terminarán el sábado 15.

«Claro que quiero clasificar a los Juegos Olímpicos, sí o sí, pero esto es poco a poco. Voy día a día. Y para París 2024 todavía falta. La clasificación olímpica depende del ranking y de marcas mínimas, y esas marcas se establecen un año antes. Para el Mundial de mayores de este año (en Eugene, Estados Unidos), el mínimo fue de 10’05». Para el próximo, será de 10’00», dice Franco, próximo a viajar a Paraguay, ya alejado completamente de la modalidad seven del rugby.

«Descansar el cuerpo y evitar los golpes también fue importante para este presente», agrega quien de todas maneras puede ser incluido en el exclusivo club de deportistas de alta competencia destacados en más de una disciplina, como Martín Terán (rugby y fútbol), Oscar Furlong (básquet y tenis), Carlos Menditeguy (automovilismo y polo) y Vicente Pernía (fútbol y automovilismo).

Aunque quienes sólo ven los 100 metros en Juegos Olímpicos consideran que la prueba madre del atletismo se trata únicamente de explosión –o de largar y llegar–, la táctica y los desplazamientos también forman parte de una especialidad que son mucho más que 10 segundos. A Florio, que tiene el don de un cuerpo nacido para correr, aún le falta mucho para aprender. «Es muy joven y ya es el mejor velocista del país», dice Morillas, que proyecta lo mejor: los velocistas alcanzan la madurez a los 25 o 26 años.

Con su tiempo del jueves, Florio se ubicó como el cuarto mejor sprinter sudamericano de 2022, en una lista que lideran tres brasileños, dos con 10’04» y uno con 10’08». Su futuro llegará a su modo: corriendo, a toda velocidad. «