Hay futbolistas que sólo conocemos por el relato oral, como si fueran personajes de cuentos. Sus historias se alimentan, en algunos casos, con fotos en blanco y negro, quizá coloreadas. Son como sonidos lejanos de un mundo desconocido que en muchos casos tampoco podemos espiar en videos de YouTube. Para una generación de hinchas, Federico Sacchi, que murió este martes a los 87 años, perteneció a esa clase de jugadores. Tenía nombre de actor más que de futbolista aunque se haya tratado de uno genial. Sacchi formaba parte de ese fútbol que muchos no vimos pero que nos contaron nuestros padres y abuelos.

La primera vez que escuché sobre Sacchi fue por mi viejo. Como todo lo que me contaba sobre el fútbol que él había visto de joven, sobre Racing, esos recuerdos también podían resultar exagerados. “Sacchi nunca erraba un pase, jamás tiraba un pelotazo, siempre jugaba por abajo”, me decía. Sólo me quedaba imaginarlo. Sacchi ayudaba a esa fantasía. Lo veía en una tapa de la revista El Gráfico con la camiseta de Racing. Rubio, fachero, el gesto serio, parecía un James Dean del fútbol. 

Sacchi nació el 4 de septiembre de 1936 en Rosario. Llegó a Racing desde Newell’s. Antes había jugado en Tiro Federal. Usaba la seis en la espalda. Había que ponerlo en la época, en cómo se paraban los equipos, cómo se decían las formaciones. Sacchi era un volante central, un cinco, pero cuando llegó a Buenos Aires lo retrasaron a la zaga, reconvertido en defensor. En el Racing campeón de 1961, al menos en el que más se repite, Sacchi aparece en la línea media: Negri; Anido, Mesías; Blanco, Peano y Sacchi; Corbatta, Pizzuti, Mansilla, Sosa y Belén. Anacleto Peano, otro nombre de la mitología académica, había llegado junto a él desde Newell’s. 

Esa época quedó enmarcada por la película El secreto de sus ojos en una escena inolvidable que ocurre en un bar. Tratando de descifrar cómo encontrar al asesino, Pablo Sandoval, el personaje de Guillermo Francella, establece que el camino es seguir al equipo del que es hincha. El equipo es Racing, lo que descubre a través de unas cartas del prófugo a la madre. “El tipo -le dice Sandoval a Benjamín, que es interpretado por Ricardo Darín- puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de religión, de dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín, no puede cambiar de pasión”. Había que buscarlo en la cancha.

Roberto Perfumo, el Mariscal que iba a ponerse la 2 de Racing, contaba que Sacchi era su ídolo. César Luis Menotti nombra a Sacchi cuando tiene que pensar en los grandes futbolistas a los que vio. Con Sacchi, además, jugó. Pasaron juntos de Racing a Boca, fueron campeones en 1965. Sacchi ya había jugado en la Selección. Juan Carlos “Toto” Lorenzo lo llevó al Mundial de Chile en 1962, tiempos caóticos de un equipo que recién iba a encontrar una organización a mediados de la década del 70, precisamente con Menotti de entrenador. Sacchi lo acompañó en esa tarea, incluso dirigió un partido contra Brasil en la Copa América 1979 -un 2-2 en el Monumental, según Julio Macías en Quién es quién en la Selección Argentina- mientras el Flaco estaba con la juvenil en el Mundial de Japón.

Sacchi tenía voz gruesa, un hablar tranquilo, una risa seductora. La escuché por teléfono -me hablaba desde su casa en Rosario- una tarde de 2015 en la que lo llamé para hablar sobre Oreste Osmar Corbatta. El mito decía que Sacchi en una ocasión había tenido que frenar a Corbatta cuando volvía con la pelota hacia su propia área. No había explicación a eso más que la locura del wing, encarar al arco rival y pegar la vuelta para divertirse. La memoria era borrosa, ya había pasado demasiado tiempo. Pero a Sacchi, que había sido compañero de Corbatta en Racing y Boca, le quedaban otros recuerdos: “Cuando los chicos se le arrimaban, se sacaba las cadenitas del cuello y las regalaba. Era, sobre todo,una buena persona”.

Sacchi no era un nostálgico. “Cuando yo jugaba -decía- también se decía que el fútbol de antes era mejor. Siempre es distinto”. Pero con Sacchi se inventó la idea de jugar con “galera y bastón”, un modo de llamar al fútbol elegante. Con Sacchi, uno de los futbolistas que integran el Salón de la Fama de la AFA, nació esa metáfora. Él la entendía como vestirse de fiesta para jugar. La fiesta debe haber sido verlo desde una tribuna. 

El éxtasis por ese juego lo muestra una crónica de Dante Panzeri en El Gráfico sobre un amistoso entre Racing y Santos jugado en la cancha de Huracán durante 1961. “Pelé+Santos+Racing= ¡fútbol para los dioses!”, es el título. Al costado, dice: “90 minutos de placer”. “¡Lindo fútbol del puntero del campeonato argentino! -escribe Panzeri- Sin la mezquina y estúpida fórmula de los cuatro zagueros aferrados ‘al mapa del área propia’. No: atrás Peanno y Anido. En el medio, acompañando de cerca a los forwards, Sacchi con Blanco y Mesías próximos a él. Después, a bajar todos”. A Sacchi lo contaban así. En una crónica o una sobremesa. Fútbol para los dioses.