«Hay equipos que merecen irse a Segunda, les haría bien la B para ordenarse un poco», opinó Claudio Borghi, director técnico de Independiente en mayo de 2008, días antes de un clásico de Avellaneda que destilaba morbo: por la antepenútima fecha del Clausura y de la temporada, su equipo podía empujar a Racing a la zona del descenso, una situación con cierta similitud a la de un cuarto de siglo más atrás, cuando el Rojo fue campeón de 1983 tras ganarle 2-0 a una Academia –ya descendida– que se despedía de la A.

El Kun Agüero, entonces en Atlético de Madrid, agregó en aquellas horas: «Quiero que Racing se vaya a la B». La tensión era tal que la Academia, último en la tabla de posiciones y sin aire en los promedios, dejó Avellaneda y se fue a entrenar a Pilar toda la semana, pero también hasta ahí llegarían las burlas: un botellero con banderas rojas pasó todos los días por una calle desde la que se podía ver las prácticas y se mofaba a viva voz de los jugadores de Racing.

Con el 0-0 en Vélez, sin embargo, Independiente perdería la chance de volver a hundir a la Academia, que se salvaría del descenso en la Promoción en medio, también, de un cambio en la vida institucional del club: el final de Blanquiceleste. Por esos días, la Justicia suspendió el gerenciamiento iniciado en 2001 y en su lugar asumió un interventor, Héctor Garcia Cuerva, el comienzo a una nueva etapa en Racing, su despertar moderno.

Como el fútbol no es fenómeno rígido sino que se mueve entre mareas, ya 15 años después de aquel 2008, es Racing quien ahora se ajusta la servilleta al cuello para darle una estocada a su rival en el clásico de esta tarde. Es cierto, Independiente no está en riesgo real de descenso, al menos hoy, pero el presente de los dos clubes se invirtió desde entonces. No deja de ser verdad, además, que Racing fue despedido por su gente con algunos murmullos el miércoles pasado, tras su segunda derrota seguida, ante Newell’s, pero posiblemente sea una mala foto dentro de una película más amplia y más feliz. Así como Independiente atraviesa uno de sus momentos mas difíciles de su historia –acaso sólo comparable a la B y a los meses previos a su descenso, en 2013–, Racing en los últimos años se convirtió en la mayor alternativa de River y Boca para pelear títulos.

El cambio de viento en Avellaneda se evidencia en lo deportivo –Independiente no sólo no sale campeón local desde 2002 sino que desde que ganó su última Libertadores, en 1984, apenas jugó siete ediciones de la Copa, mientras que Racing suma seis participaciones únicamente desde 2016–, pero también se explica en lo económico –ahora el riesgo de quiebra recae sobre Independiente, a diferencia de la década del ’90- y esta semana explotó en lo institucional: la renuncia de Fabián Doman dejó al club al menos por horas con presidente y director técnico interinos.

En ese contexto fue natural que el clásico, aunque siga teniendo una clara ventaja histórica para Independiente (18 partidos en la actualidad), también haya adquirido una nueva tendencia: de los últimos seis enfrentamientos oficiales, Racing ganó cinco. Y de todas las formas: con un gol de chilena (Gabriel Hauche en la Liga 2022), con un gol el último minuto (Enzo Copetti en la Copa de la Liga 2021), con nueve jugadores (el gol de Marcelo Díaz en 2020) y de visitante para escaparse al título (el 3-1 de 2019).

Había estado tan pintado de rojo el clásico de Avellaneda, y comenzó a estarlo tan de celeste y blanco ahora, que Racing en 2022 llegó a tres triunfos seguidos por primera vez después de 28 años, desde 1993, tras dos victorias en la Copa Centenario y un 1-0 con gol de Néstor De Vicente. Las cinco victorias de la Academia sobre los últimos seis enfrentamientos hasta hoy sólo pueden compararse con una racha de los años ’40, hace más de 70 años, cuando Racing ganó siete de ocho clásicos entre 1946 y 1950.

En rigor, es notable cómo Independiente sacó una gran ventaja entre 1970 y 2010: en esos cuarenta años desequilibró un clásico que, si llevase el nombre de un jugador, debería ser el de Ricardo Enrique Bochini, crack infinito más allá que su carrera comenzó en 1972 y terminó en 1991. Hay ídolos que convirtieron más goles, como Arsenio Erico, el paraguayo que festejó 19 tantos contra Racing, pero el Bocha desniveló un clásico que incluso favorecía levemente a Racing cuando debutó en Primera. Alguna vez, un expresidente de la Academia, Juan De Stéfano, dijo (exageradamente) «la diferencia entre ellos y nosotros fue Bochini».

El libro Clásicos, del periodista e historiador Alejandro Fabbri, explica lo que durante varias décadas fue una paridad casi absoluta entre los rivales más cercanos –en lo geográfico–. Como en el amateurismo no se sacaron ventajas –nueve triunfos para cada uno–, no hay especulaciones posibles sobre si la sumatoria de los partidos previos a 1931 se debe a un supuesto oportunismo. Los duelos de copas nacionales e internacionales –sólo dos, por la Supercopa 1992– tampoco mueven demasiado el amperímetro, por lo que los enfrentamientos de ligas sirven para hilar la historia de un clásico único en el mundo: no hay campeones mundiales que tengan sus estadios separados por 300 metros.

Si en 1937 Independiente llevaba una ventaja de 17 a 15, los años ’40 comenzaron a favorecer a Racing, que llegó a 1950 con un mínimo desnivel a su favor, de 27 triunfos contra 26 derrotas. Fueron los años en que el dueño de Avellaneda parecía ser celeste y blanco: «Racing le ganó cinco partidos consecutivos como visitante a Independiente entre 1946 y 1950 y repetiría el mismo ciclo de cinco éxitos pero en condición de local entre 1949 y 1953. Fue su época de esplendor. En los cinco encuentros jugados en tierra roja, Racing convirtió 16 goles y su mayor registro fue el 5-2 de 1949», publicó Fabbri.

Como los ’50 mantuvieron la tendencia mínimamente favorable a Racing, que ganó siete clásicos y perdió cinco, y en los ’60 hubo paridad –ocho triunfos para cada uno–, Racing podía cantarle «hijos nuestros» en 1970. Por poco, pero en definitiva con superioridad: 42-39. Sin embargo, ya en ese 1970, cuando Independiente le ganó 3-2 a Racing y dio la vuelta olímpica en el Cilindro, primero desde lo simbólico y luego desde lo estadístico comenzaría a gestarse un cambio de rumbo absoluto.

«En el lapso entre 1971 y 1980, el historial cambia abruptamente. Independiente ganó 16 y Racing apenas cuatro, por lo que el Rojo pasó al frente y se situó para el Año Nuevo de 1980 en 55 victorias contra 46 de Racing», agregó Clásicos. Y si pronto estaba por llegar aquel icónico 2-0 de 1983, con Independiente campeón y Racing descendiendo, al finalizar el siglo XX la diferencia llegaría a 15: 67-52. Y ya en 2019, esa distancia sería aún mayor, de 84 a 61, o sea de 23 partidos.

Los últimos años, sin embargo, se pintaron de Racing. Es un capítulo minúsculo en la historia, es cierto, pero ahora los roles parecen invertidos. Si hace 40 años, en 1983, y hace 15, en 2008, Independiente tenía listo el remate final, hoy Racing espera cumplir el rol del verdugo, su reivindicación histórica. Y si en cambio le toca festejar a Independiente, su situación económica, institucional y deportiva seguirá siendo grave, pero al menos se habrá reencontrado con un viejo amigo al que hace rato no ve: el clásico de Avellaneda. «