Hay decisiones reglamentarias sobre las que los jugadores, hinchas y periodistas debaten durante horas o días: un penal en el Independiente-Racing del domingo pasado o un pase de cabeza al arquero en el Corinthians-Argentinos del miércoles. Pero también hay luchas atemporales alrededor de las leyes del deporte, que no aplican al hiperprofesionalismo sino al juego recreativo, y que sin embargo pasan desapercibidas.

Es cierto: hacer referencia a la Liga Cultural y Deportiva de Tres Lomas y a un club llamado Unión Deportiva de Bonifacio, en principio, solo parecería de interés para las comunidades locales del oeste de la provincia de Buenos Aires. Pero en la insistencia de una chica de 8 años, Argi Achaval Tamame, también caben los reclamos de miles de familias del resto del país, en especial de las geografías menos pobladas: que, a falta de un equipo femenino en la zona, sea autorizado el fútbol mixto. La buena noticia es que, después de reclamos, angustias y no dejarse ganar por una injusticia, en las últimas horas el asunto parece doblar hacia un final feliz.

Argi se hizo futbolera un poco por su hermano mayor, de 11 años, pero sobre todo por ella misma: ama el fútbol desde sus 4 años, aún antes de la explosión por el Mundial Qatar 2022, y es de esas personas que llevan una pelota consigo a todos lados, por la casa, por la escuela y por la calle. Durante 2022 se entrenó todas las semanas con sus compañeros de Unión de Bonifacio, uno de los clubes de un pueblo de 2500 habitantes en el partido de Guaminí, y los fines de semana los acompañaba a los partidos como si ella también fuera a jugar. Incluso hacía los movimientos de la entrada en calor y los alentaba como una más del plantel pero, mientras los chicos luego entraban al campo para jugar, ella debía quedarse al costado de la línea de cal, proscripta a sus 8.

Su mamá, Celina, le prometió a comienzos de año que haría todo lo posible para cambiar unas reglas que suelen llamarse de juego pero en este caso, justamente, le prohibían jugar. A una foto en redes sociales –»Yo también quiero jugar»–, le siguió el golpeteo de puertas: primero una carta al club para que le pidieran la habilitación a la Liga –que agrupa a equipos de Tres Lomas, Bonifacio, 30 de agosto, Salliqueló, Casbas, Garré y Salazar– y  luego una denuncia en el INADI –basada en el caso de Emma Rodríguez, una chica de 12 años, de Guaminí, a la que tampoco la dejaban jugar mixto–.

Pero la primera respuesta de la Liga fue negativa. Aunque son torneos que no tienen relación directa con la AFA, los dirigentes locales se ampararon en que, oficialmente en Argentina, no existe el fútbol mixto. No importó que se tratara de chicos de 8 años que juegan en la novena categoría de la zona. Es cierto que aportaron una solución, pero era inviable: que Argi se pasara al fútbol femenino, cuando en la zona resulta imposible armar equipos solo de mujeres. Tal vez –muy posiblemente– no lo sea en el futuro, pero sí ahora.

A comienzos de mes, el 1 de abril, Unión jugó contra un club llamado Cecil A. Roberts. El árbitro, que priorizó el sentido común, le dijo a Argi que podía jugar. Los dirigentes del rival se negaron amparados en el reglamento: «No es que no querramos, es que no se puede». Pero Argi, alentada por el réferi –y para la alegría de ella y de sus compañeros–, entró a la cancha. La sorpresa llegaría a los pocos días, cuando la Liga les dio por perdido el partido a los dos equipos y los sancionó con el pago de 25 entradas a cada uno, además de suspender también al árbitro con dos fechas sin trabajar. La razón: el fútbol mixto está prohibido. Roberts había ganado 3 a 0 en la cancha pero lo que había pasado en la cancha fue como si no existiera.

«Con 8 años, lo único que quiere Argi es jugar al fútbol. Ni más ni menos. No queremos estar pidiendo permiso todos los fines de semana para que pueda jugar. Buscamos que pueda hacerlo legalmente. Sancionar a un club, porque permitió jugar a una nena de 8 años, me parece patético», sostuvo Martín Achaval, el papá de Argi, que también es dirigente de Unión Deportiva. «Cuando era más peque me decía que, cuando tuviera 12 años, se iría a Buenos Aires con una mochila a probarse en algún club. Ella siempre repite que se va a dedicar a jugar a la pelota, es su sueño», sostiene Celina, su mamá.

Sin embargo, la buena noticia es que, la semana pasada, la Liga llamó a una reunión extraordinaria para preguntarles a sus clubes afiliados si querían continuar prohibiendo a Argi y a todas las chicas que quisieran jugar. De los 12 equipos, seis votaron a favor de la habilitación del fútbol mixto, cinco lo hicieron en contra y uno no se presentó, por lo que la veda, al fin, fue levantada. El vía libre servirá para la novena división y para la octava (chicos y chicas de 9 años), por lo que Argi podrá jugar este año y el siguiente.

Aún falta la notificación en el boletín oficial, pero se descuenta que será cuestión de días y que, ya el próximo fin de semana, Unión Deportiva de Bonifacio saldrá a la cancha con chicos y chicas. En realidad, por ahora será con una sola jugadora pero queda claro que, a partir de este fallo, se sumarán nuevas chicas en este club y en el resto de la liga –y seguramente de los torneos vecinos–. El caso de Argi supera a una sola persona: vale por ella pero también por muchas más. Son las conquistas sociales del deporte. «