Dos de las personas más ganadoras que habitan el territorio del fútbol hablaron en estos días de la derrota. No de cualquier derrota, la consumada, la que está siempre dentro de las posibilidades que entrega el juego, sino de la que pudo haber sido. Se trata de la derrota imaginada que abre el escenario para una ucronía, la derrota que no pasó y que pudo haber traído otras consecuencias. Lionel Messi contó lo que hubiera significado no haber sido campeón en el Mundial en Qatar. En ese caso ya no estaría en la selección, dijo casi seis meses después, no hubiese existido entonces la exhibición amistosa en Beijing. Pep Guardiola, a su vez, relativizó las emociones por el título de Champions de ese edificio futbolístico de lujo que construyó con el Manchester City. Porque en Estambul pudo haber ganado el Inter: era un partido, una jugada, el ajuste de un remate al arco, apenas un error milimétrico.  

Fue en una charla con el periodista Vicente Muglia. Guardiola estaba en el restorán del hotel dispuesto para el almuerzo y para racionalizar la victoria, algo que no suele ser fácil. «Hoy estamos muy contentos -le dijo- pero podríamos haber empatado al final. El Inter nos podría haber empatado y podríamos haber perdido. Y ahora no estaríamos haciendo esta nota ni todo el mundo estaría tan contento. Al final, el deporte a este alto nivel es de…». Muglia completó la frase: «Detalles». «Detalles, ¿no?», reafirmó Guardiola. «Hoy estamos muy felices y contentos -siguió- pero sé que en el pasado haciendo lo mismo podríamos haber ganado y este año haciendo lo mismo podríamos haber perdido».

Messi y Guardiola fueron parte de una sociedad que tuvo grandes triunfos, el tope de gama que marcaron en el Barcelona, un fútbol exquisito con resultados a la altura, entre ellos dos Champions. Guardiola salió a la búsqueda de otras historias, primero un tiempo de reposo, luego Bayern Munich y después el City. Messi siguió construyendo la propia, en Barcelona y PSG, pero sobre todo en la selección. A Guardiola le dijeron que no podía conseguir una Champions sin Messi. A Messi le dijeron que no podía conseguir un Mundial. Le imaginaron -y propusieron- a Guardiola en la selección. Los dos fueron señalados -ahora parece tan absurdo- como perdedores. Bajo distintas circunstancias y contextos pero caminaron por esa banquina hostil a la que te empuja la derrota.

Cuando Messi, bajo ese estado de calma rosarina, le dijo en estos días a la periodista Sofía Martínez que si no hubiese sido campeón en Qatar se habría terminado ahí mismo su vida en la selección argentina, lo que quedaba era pensar en la pelota que Dibu Martínez le sacó con los tapones de su botín a Kolo Muani, el detalle preciso de la final. O en el penal de Gonzalo Montiel, un episodio bastante modesto -pero necesario para el éxtasis- dentro de una coronación que tuvo argumentos más sofisticados.

Lo que Messi había perdido antes con la selección también había sido por detalles. El gol Mario Goetze en la final de Brasil 2014, el mejor partido de la Argentina en ese Mundial, y las dos tandas de penales en Copa América. Equipos distintos, caminos distintos, resultados distintos. Todo eso es cierto. Pero ya sabemos que esto es fútbol. Le dan la copa al fin al vencedor. Lo que queda, sin embargo, es que se analizan resultados y se exaltan virtudes o defectos por esos detalles. Las luces van y vienen.

Hay otros escenarios, como también remarcó Guardiola. La Premier League, por ejemplo, que el City ganó cinco veces en los últimos seis años, es un campeonato que exige 38 partidos, toda una constancia. Donde tampoco alcanza con los dineros discutidos de Abu Dhabi. Se puede tener a los mejores jugadores y no construirlos como equipo. Qatar lo sabe con el PSG. Lo sabe con Messi.

Paolo Maldini se describió alguna vez como el jugador más perdedor de la historia. “Gané muchísimo -dijo- pero perdí tres finales de Champions, una Supercopa de Europa, tres finales de Intercontinental, una final del Mundial, una del Europeo, una semifinal de un Mundial y podría seguir”. Fernando Gago retomó el razonamiento hace un tiempo: “Perdí más de lo que gané y mirá que gané 17 títulos”. 

Marcelo Bielsa, que acaba de comenzar su tarea en Uruguay, le dio otra vuelta cuando todavía era entrenador del Leeds. “Yo soy una persona muy rechazada en mi país. Cada vez que explico algo repercute en Argentina, en este caso diciendo que yo vendo humo”, dijo, “hay una sola manera de evitar esto: ganar todos los partidos. Pero bueno, más allá de que no lo consigo habitualmente, sé perfectamente que en la Argentina pero en el mundo también el apoyo sólo te lo da el triunfo. Y como casi todos somos perdedores estamos tan solos”. Los perdedores a veces ganan. Recién ahí les dan la razón. Pero esa frontera, como lo saben tantos, a veces sólo ocurre por un detalle.