El partido más grande a nivel clubes fue uno chico a nivel fútbol, paradójico en las formas y el resultado, sólo emocionante en los últimos minutos. Tan grande como si no fuera un técnico sino un equipo, la Champions League consagró por una vez a Pep Guardiola sin brillo ni merecimientos.

El Manchester City del legendario técnico, que marcó un antes y un después del fútbol moderno con aquel Barcelona de autor, esta vez sólo -pero al mismo tiempo, nada menos- estuvo a la altura en el resultado. En días en que conocimos al Inter de Miami, el histórico Inter de Milan mereció al menos llevar la final al alargue.

El 1 a 0, que marca el triplete en la temporada para el Manchester City y su primera consagración europea –para Guardiola fue la tercera, la primera desde 2011-, se explica mayormente en el arquero brasileño, Ederson, la figura del sábado.

Con mirada argentina, la final tuvo sabor a menos de lo esperado. Julián Álvarez no entró ni un minuto, pese a que el partido parecía propicio para su ingreso. De todas maneras, el delantero argentino -autor de un gol en la semifinal ante el Real Madrid- sumó el duodécimo título de su carrera: es el único argentino que ganó un Mundial (2022), una Copa América (2021), una Copa Libertadores (2018) y una Champions League (2023).

«Es el cierre a una temporada magnífica, increíble. Aprendí mucho en lo personal y como jugador. Me recibieron muy bien y terminamos ganando todo, como queríamos», dijo Julián.

Con River, el City y la selección, el cordobés de 23 años además fue campeón de la Recopa Sudamericana, la Copa Argentina, la Supercopa Argentina, la Liga Profesional, el Trofeo de Campeones, la Finalíssima, la Premier League y la FA Copa. En el banco de suplentes del City también estuvo Máximo Perrone, el chico surgido en Vélez, de 20 años. En el Inter, Lautaro Martínez tuvo una situación clarísima cuando el partido estaba 0 a 0, mientras que Joaquín Correa tampoco ingresó.

Si la final no entrará en la historia, ya en el primer tiempo había sido un malentendido. El City y Guardiola -no está claro en qué orden- parecieron arrastrar el yunque de su historia reciente, la de haber arrasado en Inglaterra -el City ganó cinco de las últimas seis Premier- pero mancarse en la Champions. Pep, además, le sumaba sus años previos sin títulos europeos en el Bayern Munich, la paradoja del técnico que cambió la historia reciente del fútbol pero que en los torneos de mano a mano no huele sangre. Todo gigante le teme a su talón de Aquiles.

Fueron 45 minutos, los iniciales, en los que el Inter -con un imperial Alessandro Bastoni en la defensa- ganaba en el juego, o sea en el no juego: se olvidaba de la pelota y le cortaba la cadena al City. Una táctica a la italiana, digna de la patria del catenaccio, una palabra que fue usada como insulto durante mucho tiempo, como si los equipos estuviesen obligados a ser un parque de diversiones.

Si el City había sido un volcán contra el Real Madrid en la semifinal de vuelta, en la final de Estambul no fue un infierno sino una calma chicha, ni siquiera un soplido: en el primer tiempo, apenas un remate -forzado y desviado- de Bernardo Silva y un mano a mano de Erling Haaland bien resuelto por el arquero camerunés André Onana.

La lesión de Kevin De Bruyne, para quienes las finales no parecen haberse inventado, aumentó las dificultades para el City, muy atado, como preso de su favoritismo, con un Jack Grealish y un Haaland demasiado desconectados del juego. En esos nervios crecientes, Lautaro Martínez tuvo al comienzo del segundo tiempo una muy clara para el Inter, aunque con poco ángulo: podría haber habilitado a Romelu Lukaku -reemplazante de otro lesionado, Edin Dzeko-, pero remató al arco y la pelota dio en el arquero Ederson.

Figura del Inter, clave en la campaña histórica, Lautaro no tuvo su revancha personal de las situaciones desperdiciadas en la final de Qatar 2022. La jugada también será recordada porque, en medio de la desesperación, Guardiola se arrodilló a la espera del remate del argentino, como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento.

Al City, incómodo, le bastaron unos pocos minutos de su mejor momento -que tampoco fue un aluvión- para ponerse en ventaja. Formado en el Atlético de Madrid de Diego Simeone, el español Rodri envió a la red un desborde de Silva para destrabar un partido que al City se le había tornado una partida de ajedrez, ya en la mitad del segundo tiempo.

Esta vez los dioses del fútbol le dieron la espalda a un Inter que mereció mejor suerte, al menos llevar el partido al tiempo suplementario. Casi enseguida del gol, un cabezazo de Federico Dimarco pegó en el travesaño y, en el rebote, el remate del propio italiano pegó en su compañero Lukaku. No solo eso: ya casi en el descuento, un cabezazo de Lukaku, sólo frente a Ederson en el área chica, chocó contra el arquero brasileño, y el desesperado despeje siguiente de Ruben Dias casi se convierte en gol en contra.

Eran minutos en que la mirada argentina centraba su mirada en Guardiola para saber si incluía a Álvarez, cuya movilidad podría haberle dado aire al City. Julián no entró pero aún así recibió otra medalla de campeón, una más para el coleccionista de títulos, ya sea en el Mundial, la Copa América, la Libertadores o la Champions.