Matías Caruzzo ganó títulos con todos los clubes del fútbol argentino en los que jugó: Argentinos, Boca, San Lorenzo y Rosario Central. Pero el recuerdo que les queda a los hinchas es otro: el de un futbolista serio, respetuoso, correcto y formal. Esta tarde, desde las 17:10, jugará con su equipo el clásico ante Newell’s en el Parque Independencia. Será el capitán. «Me moviliza y me llena tratar de no pasar desapercibido, al margen de que considero que hay cosas mucho más importantes que lo futbolístico -dice el zaguero de 34 años, autor del gol de penal que le dio la Copa Argentina 2018 a Rosario Central después de las tres finales perdidas-. Pero lo que la gente quiere es que a uno le vaya bien y se ganen títulos».

–¿Cómo no se pasa desapercibido?

–Es difícil, y más en este fútbol, en el que ganar es tremendamente difícil. Imaginate si ganar un partido es difícil, lo que es ganar un título. Me llena de alegría y tranquilidad y, a la vez, me exige aun más. No me gusta conformarme con lo que tengo. Esa es la mentalidad.

–¿Cómo es el ambiente del fútbol?

–Nosotros, los jugadores, a medida que vamos creciendo, vemos las cosas de otra manera en diferentes aspectos. Hay una edad en la que el jugador hace un clic en su cabeza, en su forma de pensar y manejarse, aunque el día de mañana, cuando deje de jugar, va a ser difícil no sentirse jugador de fútbol. Al margen de proyectar futuro, sigo teniendo las mismas ganas de cuando empecé.

–¿Qué clic?

–Muchas veces estamos inmersos en una burbuja y creemos que todo se mueve en torno a nosotros, que el fútbol moviliza todo, y hay otras cuestiones. Al margen de que es un deporte, uno conoce muchas personas, diferentes realidades, muchísimos colegas. Por ejemplo, pasa en la Copa Argentina. Conocemos otras situaciones. Con el paso del tiempo, uno va tomando las cosas de otra manera, y sabe que lo más importante de todo no pasa por el fútbol, sino por la vida.

–Una vez dijiste que la sociedad ve a los futbolistas como extraterrestres.

–Hay veces que diferentes situaciones te hacen pensar. Somos seres humanos comunes y corrientes. Me gusta hacer una vida normal, llevar a mis hijos al colegio, poder ir al cine, sentarme a comer afuera. Pero por un mal resultado parecería que estas cosas no podés hacerlas, están mal vistas. Trato de vivirlo lo más natural posible.

–¿Lo podés hacer en Rosario?

–Lo hago. La gente es muy respetuosa. Al margen de la locura con la que se vive el fútbol en Rosario, de un lado y del otro, conmigo se manejan con respeto. Es una ciudad muy linda, aparte, y la estamos disfrutando. El tiempo pasa, y pasa rápido. Entonces trato de aprovechar los momentos y los clubes.

–¿Hasta qué punto el jugador está rodeado por otros intereses en el fútbol?

–Es un ambiente raro. Es una burbuja en la que uno, quiera o no, está inmerso, y parecería que fuera del ambiente, todo es anormal. Sin ir más lejos, los problemas sociales se reflejan en el fútbol. Somos gente que, por lo general, nos ponemos el casete y no decimos lo que pensamos para no entrar en ningún conflicto. Es lo más fácil. Muchas veces me ha pasado que te ven en la tele de una manera y simplemente la imagen es amor u odio. Y gente que después termina conociendo a un jugador se lleva una grata sorpresa porque no era lo que se imaginaba o veía en una nota. Puede ser que muchas veces el jugador utiliza el casete para no pensar diferente a lo que se piensa en la burbuja del fútbol.

–¿Qué ve la gente en un futbolista?

–Al no conocerte, o sólo por verte jugar, te quieren o no te quieren, es buena o mala persona. Un poco es estar expuesto, como les pasa a los actores, a los políticos. El prejuicio siempre está, pero es algo a lo que uno se va acostumbrando. Por ejemplo, de redes sociales, casi cero. Manejo sólo Twitter para informarme. Pero hoy en las redes sociales se vive otra realidad, y eso se fue al extremo. Cualquiera pone cualquier cosa, etiquetan, y eso lo cree uno, el otro lo comparte, se empieza a difundir.

–¿Cómo salís de la burbuja?

–Lo que hago me encanta. Me gusta ver fútbol, partidos del Ascenso o del exterior, ver las formas de jugar, esas otras realidades de los jugadores. Pero después no soy de sentarme a ver un programa deportivo o leer un diario. Les paso lejísimo. Me encanta el juego, ver cómo se encara cada partido, las decisiones que puede tomar un colega dentro de la cancha, y aprender. Tengo 34 años, y sigo aprendiendo, y a medida que pasa tiempo, actualizando.

–¿Qué lugar ocupa la técnica en el fútbol?

–Muchas situaciones se pueden resolver muy simple, por fuera de la fuerza y lo físico. A veces es darle un pase a un compañero, pero no uno que sea decir «arreglate, solucionalo vos», sino un pase fuerte, con sentido, para que tenga diferentes posibilidades de poder resolver, y con un buen control, que pasa a ser clave para la segunda decisión. Me lo inculcaron de chico en Argentinos. Cuando uno crece, te das cuenta de que la cuestión pasa por la técnica.

–¿Estuvo bien tirado el caño en tu propia área en la final de la Copa Argentina?

–Sí y no. Sí porque en el momento, cuando veo al rival tan encima, si intentaba un rechazo, le iba a pegar en el pie izquierdo que estira y la pelota iba a meterse en el área chica. Entonces, cuando veo el pie estirado, intenté no rechazar y hacer pasar la pelota entre las piernas, algo que sucedió pero que a la vez es un riesgo muy grande. Asumí correrlo. En esa milésima de segundo que uno tiene que decidir, creí que era lo más efectivo. Después termino rechazando. Venía otro jugador de Gimnasia y no quise asumir otro riesgo.

–El gol de penal en la definición pasó a ser un emblema para los hinchas.

–Nosotros muchas veces dentro de la cancha vivimos la situación de juego con mucha menos tensión que como se vive afuera. Te pasa. Cuando no me toca jugar y estoy afuera, me pongo tenso, nervioso, ves situaciones y pensás cómo las resolvería yo. El hincha es hincha, hay un fanatismo y ni que hablar en Rosario Central. Me he cruzado con muchos que me dicen que el penal decidieron no mirarlo porque se le vino a la cabeza la final perdida con Huracán, que había errado los dos primeros penales. Yo tenía decidido cómo patear: le di con fuerza para que se levante la pelota y el arquero no llegue.