«Si no existe la memoria todo lo nuestro es suicida», canta Andrés Ciro Martínez, en el disco Azul, de Los Piojos. Casi dos décadas después de que se grabara aquel tema, los acordes de Quemado retumbaron en la mitad celeste y blanca de Avellaneda. Racing, club nostálgico si los hay, descubrió que no contaba con ningún espacio en el que pudiera recorrer su propia historia. Que no había ninguna recopilación de publicaciones, camisetas, recuerdos, documentos o testimonios que estuvieran al alcance de los socios e hinchas que quisieran ratificar que la Academia es la Academia. Por eso, desde mediados del año pasado, la apuesta es la creación de un Archivo Histórico que funcione como fuente de consulta, como una herramienta para colaborar con la educación y desempolvar los recuerdos de los 104 años del club. «La idea es construir un mecanismo moderno y eficaz para proteger el patrimonio histórico del club y que Racing -aseguran desde el Departamento de Prensa, donde nació el proyecto- construya su propia identidad: que sepa lo qué fue para saber lo que es y hacia dónde va».

Así, todos los sábados por la mañana unos diez socios de distintas edades se juntan a clasificar las donaciones que acercan quienes conservaban en sus hogares los recuerdos de la historia académica. «En la Argentina no hay esa conciencia de cuidar el patrimonio histórico de una entidad. Es fundamental que el club tenga un archivo bien organizado, catalogado, para poder generar materiales y conciencia. Sobre todo para no volver a pasar por lo que ya se pasó en este club: la quiebra, el gerenciamiento y otras penurias. Es ayudar a mantener la memoria viva para que no se repita», explica Fernando Raimondo, un historiador de 51 años que trabaja en una biblioteca y que se volvió fundamental en ese grupo heterogéneo que comparte los colores de la pasión.

Así, entre facturas y recortes viejos, se pasan los sábados en uno de los rincones del Cilindro. Una semana puede llegar un camión desde la Filial de Rafaela con 3500 ejemplares de El Gráfico. O aparecerse por sorpresa Mariano Endeli con una camiseta de piqué de mangas largas con la número 10 en la espalda y unos cuantos manchones de pasto. No es cualquier casaca: es la que usó el Yaya Rodríguez en el partido de ida de la final de intercontinental de 1967, ante Celtic, en Glasgow. Un recuerdo que puede valer millones se transforma en una donación que vuelve a ser patrimonio de Racing. «La camiseta la tenía mi abuelo, que era íntimo amigo del Yaya. Costó desprenderse porque es un orgullo, pero está bien. Es mejor que esté el club que durmiendo en un cajón de mi casa», cuenta Mariano.

Pueden, también, aparecer sorpresas reveladoras. Datos increíbles, secretos hasta para los más minuciosos conocedores de la historia racinguista. Cuando una mañana de noviembre Elsa y Eduardo Baumeister, los hijos del ingeniero que trabajó en la construcción del Estadio Presidente Perón, aparecieron con los planos originales del Cilindro se descubrió uno de los secretos más ocultos. Baumeister, el ingeniero que diseñó el Cilindro, nació a las 15 horas de un 28 de septiembre. Según explicó su hija Elsa, para que su sello en el estadio quedara para siempre, colocó el emblemático mástil de forma tal que, justo para la fecha y la hora exacta de su nacimiento, la sombra se proyectara en la mitad de la cancha. Al menos, esa es la leyenda. Habrá que esperar hasta el próximo 28 de septiembre a las 15 para corroborarlo.

Pero no solo de colaboradores anónimos se nutre el Archivo. Diego Alberto Milito, el máximo ídolo moderno, también hizo su aporte a la construcción. Milito es parte del club desde los nueve años y sabe lo que es mirar hacia atrás porque tiene un museo propio en su casa. Donó seis fotos inéditas de sus primeros pasos en el club, que coincide con la época más dura para la Academia. «Estas fotos son la prueba de que me recorrí toda la provincia para entrenar con Racing porque no teníamos predio propio. La historia nos tiene que servir para valorar lo que conseguimos», explica el 22.

Agustín Pelletieri, exmediocampista de Racing, es otro que conoce bien la historia del club: su papá eligió ese nombre como homenaje al mítico arquero Agustín Mario Cejas. Pelletieri, cuando se enteró de que se estaba armando el archivo, se acercó a donar una de las camisetas que usó durante sus tres temporadas en Avellaneda. «Por la magnitud que tiene este club lo mínimo que merece es tener algo prolijo que mantenga presente su historia. Sobre todo una historia como la de Racing, con tantas idas y vueltas», relata el volante.

Juveniles de la Cuarta y Quinta, gracias al programa de pasantías que tiene el club por las distintas áreas, también pasaron por el Archivo para clasificar el material. Así, entre socios de distintas edades, entre las glorias del club que se acercan y los pibes que sueñan con llegar a Primera, se va tejiendo la historia de la Academia. Y se va armando el Archivo Histórico, para tratar de echar luz a lo más elemental, incluso si de fútbol se trata: saber de dónde venimos para entender adónde vamos. «

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