Mientras suena de fondo «La cumbia de los trapos», la canción de Damas Gratis que la Selección Argentina apropió como cábala durante toda la Copa América Colombia 2022, el teléfono celular de la delantera Mariana Larroquette filma un mechón de pelo negro en el suelo del vestuario. Es viernes por la noche en el eje cafetero colombiano y Argentina acaba de dar vuelta el resultado frente a Paraguay en los últimos 14 minutos de partido. Tras ganarle 3 a 1, logra el tercer puesto en el campeonato. O mucho más que eso.


El entrenador argentino, Germán Portanova, ingresa a la sala de conferencias junto a la mediocampista Daiana Falfán. Ya con la tranquilidad de quien sabe que logró el objetivo que se había propuesto, el técnico se sienta frente a los periodistas. En la rueda de prensa le piden que se saque la gorra que lleva puesta, una con el escudo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Portanova se ríe y accede. Su melena negra y prolija ya no está como antes del partido. En su lugar, un corte que da cuenta de la inexperiencia de quien manejó esas tijeras. La sala de prensa acompaña la risa del entrenador. Y sí, la Selección Argentina acaba de clasificarse al Mundial de Australia/Nueva Zelanda 2023 y Portanova cumplió la promesa que les había hecho a sus jugadoras al comienzo de la Copa América.


Aún antes del estreno, aquel 0-4 (previsible, indoloro) contra Brasil en la primera fecha de la Copa, el entrenador había sido claro en los objetivos: imponer una identidad de juego y clasificar al Mundial. Durante tres semanas y otros seis partidos (4-0 a Perú, 5-0 a Uruguay, 1-0 a Venezuela, 0-1 con Colombia y 3-1 a Paraguay), la Selección Argentina logró lo que pretendían desde el cuerpo técnico: tener la pelota, hacerla circular y buscar el arco rival.


“Estoy conforme con el juego y hemos competido bien. Siempre hemos querido ser protagonistas. A veces no se pudo porque el rival también juega, pero se superó la expectativa inicial. Eso no quita que tenemos mucho por mejorar”, declaró Portanova a modo de balance de la Copa América, ya con un poco menos de pelo tras el corte realizado por Marina Delgado, la lateral derecha.


Y, en relación al segundo objetivo, el año que viene -del 20 de julio al 20 de agosto- será la cuarta vez que nuestro país participe de un Mundial femenino, la primera vez desde que el fútbol es semiprofesional en la Argentina. Las anteriores fueron en 2003, 2007 y, claro, 2019.


“Todas vinimos por un objetivo que es el Mundial y lo logramos”, dice Yamila Rodríguez tras el triunfo final frente a una Paraguay que se había puesto en ventaja. Entre lágrimas, la mejor jugadora del partido pide los minutos finales para saludar y agradecerles a todos aquellos que siempre la acompañaron. Mientras la 11 albiceleste se emociona, sus compañeras se abrazan en el césped del estadio Centenario de Armenia, en Colombia.


En unos minutos, estarán festejando en el vestuario al ritmo de la cumbia argentina y cumplirán las promesas que propusieron semanas atrás. Ahora, se preparan para recibir esa medalla de bronce que les permite viajar a Oceanía sin escala previa. De haber perdido, a la Selección le habría quedado una última bala: el repechaje contra un país de otra confederación, tal como ocurrió en 2019 ante Panamá. También Brasil y Colombia estarán en Australia-Nueva Zelanda.


«Yo estoy volando. Mis compañeras me dicen que fui la figura, pero no lo creo», confiesa Yamila, con la medalla de bronce en su pecho.
«Fue la figura del equipo», interrumpe Portanova para abrir el juego. Siempre correcto a la hora de declarar, ahora se sale por primera vez del libreto: los entrenadores no suelen hablar en público de méritos o defectos individuales sino circunscribirse a conceptos colectivos.


«Si lo dice el entrenador», responde Yamila y se sonroja.


Arriba y contra la raya. Ahí juega Yamila Rodríguez. La pelota la busca, sobre todo cuando el trámite del partido se pone cuesta arriba. La pelota la necesita, como ocurrió en la semifinal frente a Colombia y en el partido por el tercer puesto contra Paraguay. Portanova tiene debilidad por ella. Quizá porque, al igual que la idea de juego que el entrenador plantea, siempre busca el arco rival o espera el momento con una idea punzante.
Con su explosión, velocidad, guapeza y efectividad, fue quien más ocasiones de goles creó frente a Paraguay, quien marcó el empate parcial y quien convirtió el tercer gol que le valió a la Argentina su clasificación al Mundial del año que viene. Una actuación tan histórica para ella como para Florencia Bonsegundo, la autora del golazo de tiro libre en el minuto 90 que marcó el 2-1 parcial.


“Nos fuimos Mundial. Muy agradecida con Dios. Y agradecida con el equipo que no se rindió, que salió a remontar el partido, que salió adelante y que demostró que Argentina puede”, declaró Rodríguez, de 24 años.
La delantera de Boca no recuerda cuándo comenzó su pasión por el fútbol pero sí tiene presente que su amor xeneize lo heredó de su mamá y que fueron sus hermanos quienes le tiraron por primera vez una pelota en Posadas, donde se crió. “Boca es mi vida, soy hincha. Mi familia desde chiquita me puso una camiseta y no me la saqué más”, confesó el 9 de marzo de 2019, cuando el plantel femenino de Boca volvió a jugar en la Bombonera después de varios años. Ese día, Yamila marcó el 1 a 0 frente a Lanús e inmortalizó el momento en su pierna derecha, su pierna hábil.


Pero Rodríguez hace goles y también asiste. En esta Copa América participó en 8 tantos de los 13 que convirtió la Selección. En su pierna izquierda, en el lado del corazón -según sus palabras-, se tatuó a Cristiano Ronaldo y Diego Maradona. El día que Boca se consagró campeón argentino tras ganarle 7 a 0 la final del Torneo Transición 2020 a River, en pleno festejo por el título, la delantera le agradeció “a Dios, al Diego”. Maradona había muerto solo dos meses antes.


Irreverente y rebelde, dentro y fuera de la cancha. La actual capitana de Boca estuvo algunas fechas sin dar notas en el torneo local por pedido del club xeneize. En la previa del partido de semifinales de la Copa de la Liga masculina contra Racing, en mayo pasado, Yamila apareció con la camiseta de Sebastián Villa puesta luego de que se diera a conocer la denuncia por violación e intento de homicidio por parte del jugador colombiano.
Ante las críticas que recibió, Rodríguez dijo: “A razón de la foto que subí, quiero dejar en claro lo siguiente: los problemas que tenga Sebastián (Villa) son de él, de la justicia y del club. Gracias a los que entienden y a los que no, lo siento. Buenas noches y aguante Boca!».


Después del partido frente a Paraguay, Yamila confesó que le dolía todo el cuerpo: no sentía las piernas y la espalda le molestaba. “No entiendo bien el porqué, si ni siquiera corrí”, dijo para sorpresa de muchos. Lo decía en serio.


Sus compañeras confesaron que, así como ganó varios duelos individuales a lo largo de toda la Copa, Yamila es también la que se dio por vencida frente a los mosquitos que la atormentaron durante su estadía en Colombia. “Los golpes de las rivales no la tiran, pero unas picaduras la sacan del partido”, contaron en la intimidad, antes del regreso.


En su cuello, Yamila tiene tatuada la palabra Resiliencia: “Durante un tiempo, cuando era chica, me alejé del fútbol de retobada. Volví gracias a mi familia y al ‘Chino’ (quien, mientras ella vivía en su natal Misiones, le consiguió la posibilidad de Boca). Le escribí y le dije que quería volver, que tenía sueños por cumplir y él me dio la posibilidad”.


En esta Copa América, Yamila y sus compañeras cumplieron un sueño más: llevar a la Argentina al próximo Mundial. Ya en Oceanía, tendrán el desafío de conseguir la primera victoria en una Copa del Mundo (hasta ahora el historial es de siete derrotas y dos empates, estos últimos en Francia 2009, ante Japón y Escocia) o de, por qué no, clasificar por primera vez a los octavos de final.


Para eso, la clave estará nuevamente en un proceso que ya muestra señales de identidad, en otra demostración de las jugadoras históricas pero, también, en el sector derecho del césped, arriba y contra la raya.