Con varias anotaciones en la mano, Germán Portanova transforma un arquito de fútbol en un lugar donde sentarse. Mira sus papeles arrugados y confiesa que escribir, muchas veces, le aclara la mente. Su letra es prolija, como es él cuando declara. En una época donde se grita como nunca, el entrenador de la Selección femenina mantiene en sus encuentros con el periodismo un tono pausado y claro. Portanova es, además, un obsesionado del trabajo, una manera de perfilarse que aprendió en su época de futbolista. «Un jugador del montón, limitado en algunas situaciones, pero aplicado», confiesa.

En su primera entrevista con un medio gráfico luego del Mundial Australia-Nueva Zelanda 2023, concedida a Tiempo el miércoles pasado en el predio de River en Hurlingham –donde fue a ver a jugadoras, pocas horas antes de la fecha de clásicos de la Copa de la  Liga femenina–, Portanova se muestra tranquilo. A pesar de no haber conseguido ese primer triunfo histórico de la Selección en un Mundial, el técnico confía en su trabajo y en la autocrítica. No cae en la inmediatez en el fútbol y prioriza los procesos.

Ya terminada la Copa del Mundo, Portanova prepara un nuevo ciclo. El próximo fin de semana, la Albiceleste jugará un amistoso ante Japón en Fukuoka con los Juegos Panamericanos 2023 como horizonte. En la lista de convocadas aparecen caras nuevas, algunas ausencias resonantes (Yamila Rodríguez, Vanesa Santana y otra vez Agustina Barroso, tampoco llamada para el Mundial) y juveniles que formarán parte de la reconstrucción, como él define a este nuevo proceso.

–¿Te afectan las críticas?

–No, creo en las críticas constructivas. Una crítica constructiva es un juicio con fundamento y de manera respetuosa a otra persona con el objetivo de aportar ayuda o una visión positiva. Esas con las que queremos todos y las que muchas veces, dentro de un plantel, tienen que quedar puertas adentro.

–¿Y en qué no creés?

–Está la crítica negativa que se centra en la crítica pasada de forma y que no ayuda al cambio. Y después está el nivel de baja autocrítica que no sólo perjudica el nivel de crecimiento de las personas, sino que afecta su relación con los demás. Difícilmente asumirá sus errores y hará responsable a los demás de sus acciones.

–Hacés hincapié en el «puertas adentro». ¿Cómo reaccionás a las críticas públicas de algunas de tus jugadoras? Yamila Rodríguez y Soledad Jaimes deslizaron algún cuestionamiento.

–A veces no es entre la jugadora y yo, o la jugadora y el cuerpo técnico. A veces son las formas. El grupo se cuida en la intimidad y públicamente. Cuando alguien no juega, es porque otra compañera está jugando. Ella también hace un sacrificio, lucha, tiene una historia de vida, ama y le apasiona este deporte. Hay críticas que ayudan, otras no. Creo absolutamente en el «puertas adentro». Siempre hay temas dentro de un equipo. Voy a cumplir 50 años y tengo experiencia en eso. Lo que desvirtúa a un grupo es cuando las cosas no quedan puertas adentro. Cuando se habla mucho de una, no se prioriza el grupo.

–¿Hablás esto con las jugadoras?

–Tuve una charla con todas las jugadoras previo al Mundial. Era una charla donde expresé que un equipo que va al Mundial está feliz, en la convocatoria está contento. Pero una vez que empieza la competencia, la cosa cambia. Por eso el cuerpo técnico quiso saber y conocer qué opinaban sobre algunas cuestiones: qué pasa si vamos perdiendo un partido, qué pasa si una jugadora no juega o juega menos, qué pasa si una jugadora es sustituida a los 20 minutos del primer tiempo. Ellas respondieron y firmaron. Son situaciones que no gustan, obviamente, pero el grupo debe ir siempre por delante.

–Durante el Mundial, se elogió el juego competitivo de la Selección, pero también se criticaron los cambios durante los partidos. ¿Qué análisis hiciste?

–Los cambios son hipótesis. Después, en la derrota o el empate, siempre se profundiza el «qué hubiera pasado». Uno puede tener una apuesta, desde la idea suponer algo y después puede no funcionar. Nosotros estamos tranquilos, estamos convencidos de lo que hicimos, era lo que considerábamos. Después obviamente tenemos autocrítica, nos quedamos con lo que pensaron las jugadoras, nos quedamos con muchas críticas constructivas.

A Portanova le obsesionan dos cosas: el fútbol y el trabajo. Las cuatro operaciones que tuvo en la rodilla izquierda en sus años como futbolista posiblemente reforzaron aquella personalidad basada también en la constancia.

El actual entrenador de la Selección fue defensor central hasta los 36 años, cuando colgó los botines. De Castelar pasó a las inferiores de Vélez y luego jugó en la Primera de Tristán Suárez y Chacarita, además de un paso por el exterior en Cerro Porteño de Paraguay, Rangers de Chile y torneos regionales de Italia.

Tras la derrota 1 a 0 frente a Italia en el debut del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, al regreso del estadio Eden Park, el cuerpo técnico cenó junto a las jugadoras y luego se reunió en una de las habitaciones del hotel. Hasta las cuatro de la mañana estuvieron despiertos: vieron el partido de Italia y el enfrentamiento entre Suecia y Sudáfrica.

«Mi mentalidad cree que siempre hay margen para crecer. Considero que nunca estoy del todo preparado. En ningún momento, me siento que estoy. Ni siquiera como padre», confiesa.

–En este momento de recambio generacional, ¿qué es lo que pensás?

–Es un proceso de reconstrucción más que de recambio. Tras el Mundial, se fueron dos jugadoras muy importantes para el fútbol femenino argentino como lo son Florencia Bonsegundo y Estefanía Banini. Y, por edad, fueron dejando otras. Entonces, no partimos en dónde dejamos. Arranca un nuevo proceso donde tenemos que reinventarnos, sobre todo con jovencitas que rondan los 15, 16 y 17 años. Hay una generación que, quizá por la pandemia, también se perdió. Vamos a tener que acelerar los tiempos para que las más chicas puedan competir en la Selección mayor.

–¿Qué pierden y qué ganan con esta aceleración de los tiempos en ciertas juveniles?

–Siempre tomo el vaso medio lleno. No es fácil. Primero vamos a probar jugadoras que estén a la altura de poder competir desde la fuerza, desde el talento. Con las jovencitas influyen muchos factores. También será un aprendizaje para nosotros.

–¿Cómo manejás el vínculo de las jugadoras con las redes sociales? Hubo algún caso que generó polémica.

–Es un punto a mejorar que tenemos. No lo hemos charlado porque muchas veces, en el medio, se juega la libertad de expresión. Por eso, queremos que alguien capacitado pueda darles una charla. Hay situaciones, sobre todo cuando se habla de política o religión, que representando a la Selección no pueden suceder. Es muy fino «no digas esto» y no cortar la libertad de expresión. Pero hay frases que no están bien porque terminan siendo pesadas, sobre todo para ellas.

–¿Cómo fue dirigir a Banini?

–Futbolísticamente, es increíble. Nos ayudó mucho en el juego. Por momentos, la Argentina se vio jugando muy bien al fútbol gracias a su calidad. Cuando ella se enchufa, el equipo empieza a jugar y yo me siento representado porque me gusta el buen juego. Como persona, aprendí a conocerla. Está en la lucha por mejorar el fútbol femenino, al igual que muchas otras jugadoras. Es una obsesionada del fútbol y ahí encontré un punto en común con ella. De repente, nos quedábamos con el cuerpo técnico y ella hablando de fútbol. Es una jugadora y una mujer 100% fútbol. Agradezco a Dios haberla podido dirigir. Además me encanta la gambeta. En mis equipos, tuve siempre números 10 y jugadoras de buen pie. La gambeta es lo que nos caracteriza. En el Mundial o el fútbol internacional, la gambeta creo que se permite después de una serie de toques o en ciertos sectores del campo.

–¿Qué opinión te merece el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso?

–Mucha vergüenza.