El corazón sobre todo. La Selección Argentina empató contra Sudáfrica después de estar 2 a 0 abajo, con dos goles en cinco minutos, con cambios que modificaron radicalmente la actitud y con la impresión de que, si le daban un tiempito más de juego, podía dar vuelta el partido. Pero, claro, el resultado no alcanza y ahora se depende de casi un milagro para avanzar en esta Copa del Mundo: le tiene que ganar a Suecia, una potencia, y esperar que Italia no sume más de un punto en los dos partidos que le quedan.

Después de la caída en el debut contra Italia hablamos de los síntomas vitales pese al traspié. Hay deportes en los que el empate es un resultado positivo y en esta ocasión la Selección suma su tercera igualdad en un Mundial. El fútbol es un poco más complejo y más en nuestro país.

Le digo a un amigo por whatsapp que este punto es histórico y lo épico -la entrega, las ganas de comerse al rival- recuerdan el 3 a 3 contra Escocia en Francia 2019. Pero me señala que no, que histórico es el primer empate. Que los otros ya no cuentan.

Me parece interesante porque esta semana circuló el debate sobre qué lugar se le debía dar a la Selección si esta vez, en su cuarto Mundial, no se cumplía el objetivo de ganar un partido por primera vez en la historia y clasificar a octavos.

Germán Portanova le puso varias palabras a esta cuestión desde que asumió. En su búsqueda de construir una identidad de juego, cuando asumió declaró: “No podemos elegir ganar siempre, pero sí elegir cómo perder”. Y en Nueva Zelanda sostuvo, después de Italia, que Argentina no fue a “jugar un partido, sino a jugar un Mundial”.

Escrito esto, creo que el crecimiento del fútbol femenino implica algunas cuestiones. Primero, más ojos mirando y más exigencia de resultados, una dinámica muy propia del fútbol masculino. Y después, un desafío enorme: superar la dicotomía resultado-proceso y ver si el periodo que lleva la construcción de un estilo de juego (empezar a ser protagonista, animarse a arriesgar ante equipos más fuertes) puede volver al público -y a cierta parte de la prensa- más tolerante frente a algunas derrotas o empates que todavía no alcanzan para pasar de ronda.

“Nigeria le ganó a Australia, Sudáfrica fue más que Argentina en el primer tiempo y tiene peor ranking que las nuestras. Evidentemente África avanzó”, me escribe mi amigo. Es más resultadista que yo, pero me hace acordar a algo que puso una cuenta que sigue a la Selección y me hace reir. Hagamos la pausa para reírnos juntes.


Y ahora, el fútbol. ¿Se puede hacer historia sin ganar? Quizá la Selección nos enseña eso.

En el primer tiempo contra Sudáfrica, el equipo estuvo nervioso. El mediocampo perdió la pelota y la brújula, y hubo errores defensivos graves. A los 30 llegó el primero de Sudáfrica a través de Linda Mothlalo y en el segundo tiempo la que marcó fue Khembi Kagatlana. Argentina podría haber empatado si no fuera por el remate de Paulina Gramaglia que dio en el palo, pero lo cierto es que, más allá de la buena circulación de pelota -algo que hasta ahora en 11 partidos en Copa del Mundo la Selección no había mostrado nunca-, le faltó profundidad.

Para el segundo tiempo Germán Portanova sacó a las dos 5, Lorena Benítez y Daiana Falfan, para que ingresaran Romina Nuñez y Julieta Cruz, esta última al lateral derecho, mandando entonces a Sophie Braun al mediocampo.

La estadounidense hija de madre argentina ya había tenido una muy buena Copa América y ayer fue una de las figuras. Hizo un golazo desde afuera del área y fue clave en las recuperación en esa zona.

A los 59 ingresó Yamila Rodríguez y también colaboró en el cambio de actitud de la Selección (las ganas de pisarla y encarar, el afán de comerse la cancha siempre intactos en la misionera). Y se sumó después Erica Lonigro desde el banco. Argentina tomó la posesión de la pelota y empezó a atacar. Sacó otra vez, como había ocurrido en Francia, el corazón. Y lo hizo con futbolistas “nuevas”, de primer Mundial.

El gol de Núñez, tras la asistencia de Rodríguez, aumentó las ilusiones. Quedaban 10 minutos de juego más la adición. Hubo coraje, hubo empuje, hubo valentía. Faltó tiempo.

Foto: Julián Álvarez / ARGRA / Télam

“Este grupo nunca te deja tirado, fuimos con el corazón, con el hambre”, dijo ya con el partido terminado Florencia Bonsegundo. “Cuando el corazón empuja es más que cualquier preparación física”, dijo Paulina Gramaglia. “Nos daban cinco minutos más y lo dábamos vuelta”, dijo Yamila Rodríguez.

Ahora queda buscar la hazaña contra Suecia. Las jugadoras se fueron contentas. Mi amigo también: “Estaba para el 3-2, eh”, me escribió al final. Ya no le contesté.