Litto Nebbia, el músico que provocó el big bang del rock argentino, expandió su arte hacia los más diversos géneros populares, acumula cerca de un centenar de discos grabados, creó un sello independiente que edita a grandes artistas a los que las discográficas comerciales no les brinda espacio y mantiene una conducta de trabajo que lo convierte en el compositor más prolífico de nuestro país -y tal vez del mundo-, cumple 75 años mañana y lo celebrará, fiel a su estilo, con un concierto gratuito en la Sala Lavardén de su Rosario natal.

Es que esta figura que dio vida a títulos como «La Balsa», «Viento dile a la lluvia», «Solo se trata de vivir», «Quien quiere oír que oiga», «La ventana sin cancel», «Si no son más de las tres» y «El otro cambio, los que se fueron», por citar apenas algunos, podría haber reposado en una fama bien ganada a fuerza de geniales composiciones que forman parte del patrimonio cultural argentino; sin embargo, aún hasta el día de hoy, conserva su afán por crear música y ofrecerla al público, casi de manera compulsiva, sin detenerse en los logros alcanzados, ni en elogios e idolatrías que recibe a diario.

Acaso la mejor síntesis de la manera en que llevó a cabo su labor a lo largo de una carrera que supera ampliamente el medio siglo y promete continuar al mismo ritmo hasta el fin de sus días, esté en los versos de «Yo no permito», otro de sus grandes clásicos, que en el estribillo reza: «Yo no permito que me impidan seguir, yo los invito a que me vean seguir».

«Si sos un apasionado, tenés la posibilidad artística y estás bien de salud y deseo, ¿por qué no hacerlo? Lo que no entiendo es a esos artistas que están cinco años sin sacar un disco. Sin ofender a nadie, ¿qué hacen en esos cinco años?», naturalizó unos años atrás, al referirse a su dinámica de lanzar varios álbumes en un año.



«Hay mucho `business´, mucha comodidad. Ojo, tampoco hay una obligación que uno tenga que ser súper creativo hasta que se muera. Hay tipos que se pasan la vida tocando el mismo sonido y las mismas canciones. Lo que pasa es que el rock es la música joven que abrió las puertas a la fusión, por eso es difícil ver cuando una banda de rock se pone en un lugar cómodo», amplió, en esa ocasión.

Precisamente, Litto Nebbia esquivó siempre esa «comodidad» y, a pesar de haber sido la primera gran estrella del rock argentino como líder de Los Gatos, lejos de instalarse en ese trono, como buen melómano, optó por tomar distancia del movimiento para explorar los más diversos géneros musicales, siempre desde sus particulares lecturas.

No es casualidad que tanto Charly García como Luis Alberto Spinetta, los dos más grandes exponentes que dio el rock argentino a lo largo de su historia, revelaran en distintas ocasiones la fascinación que sintieron cuando vieron a Los Gatos en vivo («Los vi en el Pueyrredón de Flores y mataban», dijo, por ejemplo, Charly en una entrevista del 2000 a Inrockuptibles). Pero no habían pasado más de un par de años de la gran explosión que generó «La Balsa» que, mientras sus esquirlas se expandían a numerosas nuevas bandas, Litto Nebbia decidió forjar una alianza con Domingo Cura para dar un vuelco hacia el folclore.



Con el mismo espíritu, en los años siguientes iba a transitar casi en simultáneo por el jazz-rock, el rock progresivo, el tango y la canción romántica, entre otros géneros, en un «tour de force» que se extiende hasta la actualidad. Esta versatilidad de estilos es una consecuencia natural de su enorme melomanía, la cual se refleja en la gran cantidad de vinilos que posee, lo que la convierte en una de las más impresionantes discotecas que existen en el país.

Y como el gran hacedor que es, cuando encontró que las discográficas, en su afán comercial, ponían trabas a su obra, creó su propio sello, al que dio en llamar Melopea, y en donde cobija a aquellos grandes artistas a los que la industria rechaza. Resultó un caso de justicia divina cuando editó a Enrique Cadícamo, en los últimos años de vida del genial compositor tanguero; a Domingo Cura, Cuchi Leguizamón y Roberto Goyeneche, entre otros.

Félix Francisco Nebbia Corbacho -tal como figura en su documento- se diferenció de otras figuras rockeras desde su origen, pues sus padres eran músicos y fomentaron desde pequeño su vocación, al punto que no se opusieron a que dejara sus estudios formales para dedicarse de lleno a la actividad, ni pusieron trabas para que siendo apenas un adolescente, dejara su Rosario natal para probar suerte en Buenos Aires.

«Tuve la suerte que mis viejos eran músicos y yo hijo único. Mi crianza fue siempre alrededor de la música y el cine. Era la único de lo que se hablaba en mi casa. Es bárbaro que te dediques a algo y tus viejos te apoyen», dijo una vez.

Para entonces, componer canciones era para él casi tan natural como respirar. «Desde muy chico inventaba melodías y también escribía letras en un cuaderno. Un día se me ocurrió juntarlos y eran canciones.», contó.
De la misma manera, suele naturalizar la gran epopeya de haber escrito las primeras canciones de rock en nuestro idioma, entre ellas, «La Balsa», la que estableció el primer gran hito comercial que posibilitó la explosión del género en la Argentina. «Si soy de acá, ¿en qué idioma iba a escribir? ¿En japonés?», dijo, al respecto.


Tal como se destacó, en medio del furor de Los Gatos, Litto se mantuvo al margen del «circo rockero vernáculo» y se concentró simplemente en crear música y, más adelante, en expandirse a otros géneros. Tal vez, así como Paul McCartney, en plena «beatlemanía», intentó fundamentalmente ganarse un prestigio como compositor, bajo la sospecha que esa actividad sería duradera, en contraposición a la moda del rock y sus exigencias de juventud eterna; nuestro referente habrá sentido que el género podría encasillarlo.

Esto lo condujo en determinados momentos a que tuviera que encarar algunas silenciosas batallas contra la tiranía de las discográficas. «Antes de tener Melopea, los discos los hice igual pero porque soy muy cabeza dura», destacó. Su última gran cruzada fue cuando, poco antes de la pandemia, mantuvo una disputa con Sony por la reedición sin su permiso de discos de Los Gatos, sobre los que el autor tiene plenos derechos.



Por otra parte, así como eludió los flashes del estrellato y se muestra incómodo ante los elogios, tampoco sacó provecho de sus simpatías políticas hacia el peronismo, que lo obligó al exilio en México en los oscuros años de dictadura. En tal sentido, nunca jugó el papel de perseguido por su filiación y, a pesar de que, ya en democracia, puso el cuerpo en algunas campañas, jamás se aprovechó de los años de bonanza del movimiento y escapó a ser una suerte de permanente figura en festivales o shows organizados desde el Estado.

Acaso por todo esto, aunque sea uno de los personajes más incómodos para la industria musical, Litto Nebbia cuenta con el respeto unánime de todas las generaciones, incluso los más jóvenes. Prueba de ello, y también símbolo de su andar artístico, fue su aclamado paso en la edición 2022 de Lollapalooza Argentina, cuando en la tarde de una jornada que prometía algunos de los números más destacados del momento, ofreció una de las mejores actuaciones de todo el festival, acompañado por una banda de jóvenes músicos.

«Creo que el respeto con el que cuento es conducente con la manera en que uno se ha dedicado a esto. A veces soy un tipo chinchudo con cosas que no me gustan, con algunos comentarios y opiniones, pero eso mismo me hizo ganar un respeto. No voy a decir siempre que está todo bien, sino sería de madera», reflexionó.

Los 75 años encuentran a Nebbia, como siempre, en plena actividad, con shows, varios discos que verán la luz en los próximos meses («Yo casi no selecciono, dejó que eso lo haga el público», suele decir) y la edición de algunos libros. Como siempre, para él, todo eso es normal. La realidad es que todo eso es normal sólo si de Litto Nebbia se trata.

* Télam