Con más de 200 funciones realizadas, José María Muscari sigue llenando el teatro con el espectáculo Casa Valentina, en el que decidió vestir de mujeres a actores dramáticos y de trayectoria como Gustavo Garzón, Pepe Novoa, Boy Olmi, Roly Serrano, Fabián Vena, Diego Ramos y Tacho Riera, para contar una historia de hombres que reprimen un deseo de ser mujeres. En la obra, el mero contraste entre la trayectoria y el travestismo ya dispara una risa espontánea del público, que podría explicar la clave del éxito. Ahora, vuelve a probar una fórmula provocativa con el estreno de Falladas, una nueva comedia en la que actúan Martina Gusman, Laura Novoa, Cecilia Dopazo, Andrea Politti y Patricia Palmer, que se estrenará en agosto.

-¿Por qué todavía se sostiene un espectáculo como Casa Valentina?

-Hay una demanda muy grande del público para ver la obra. La gente se divierte mucho durante la hora y media del espectáculo y después terminan emocionados, aplaudiendo de pie. Pasan las dos cosas y por eso funciona.

-¿Todos tus espectáculos tienen que tener un sello propio?

-Mi gran preocupación para mí fue imprimirle al material una impronta que le implique al espectador que puede llegar a ser una obra mía. En cada propuesta me preocupo por ver cómo hacer para contar esta historia a mi manera. Por ejemplo, siempre me interesa poner una banda musical que tenga mi estilo, que es muy de mi impronta, pero la música en mis obras es muy importante. En Casa Valentina, todo el trabajo con el vestuario fue muy importante para que estos hombres se metan en ese universo.

¿Cuál es tu mayor originalidad?

-Mi mayor originalidad en general tiene que ver en la forma de dirigir: el tipo de luces que utilizo, la manera de contar la historia, la dirección de actores y, sobre todas las cosas, la elección del elenco, que es donde pude aportar la mayor originalidad. En Casa Valentina estuvimos de acuerdo junto al productor Javier Faroni en no elegir actores acostumbrados a hacer personajes femeninos. El gran desafío fue elegir actores que no estuvieran acostumbrados a eso y que el público jamás se los pudiera imaginar vestidos de mujer. Además, hay un trabajo muy profundo de ellos que en un momento el público deja de verlos como hombres vestidos de mujer y los empieza a ver como mujeres. Los actores encontraron a la mujer que tienen adentro.

-Estos hombres se visten de mujer pero son homofóbicos. ¿Ves ese tipo de contradicciones en la sociedad?

-¡Claro! Todavía nos sucede mucho, todo el tiempo nos cuesta aceptar lo que realmente queremos. Estamos atravesados por los prejuicios. Y lo digo en el mundo del amor, del sexo, de la vocación, de los negocios. Todo lo que sucede de alguna manera está planteado en la obra como un tema universal y atemporal, por eso el espectáculo es un éxito

-¿Qué queda del director que arrancó en el teatro independiente y repartía los volantes de sus propias obras?

-Sigo siendo el mismo. Toda la época de la autogestión y el teatro independiente sigue estando en mi personalidad. Hay algo de mi mecanismo como productor artístico que es la gestación de proyectos y llevar adelante un espectáculo y una idea que mucho tiene que ver con el off y la autogestión. En ese sentido, siento que evolucioné. Me alegra mucho mi nuevo momento de popularidad y la recepción que tengo en el circuito comercial, lo que más me alegra es seguir siendo auténtico. Soy el mismo tipo en la avenida Corrientes o en el circuito off. Estoy muy tranquilo frente a quién era y a quién soy. En mí no cambió nada. Ni mis valores, ni mi forma de relacionarme en el espectáculo. Tengo una mirada que reposa la lente en lo diferente. Siempre sigo hablando de lo diferente. Mi sello como creador es poder actuar con Nazarena Vélez o con Pepe Novoa siendo el mismo.

-¿El mercado no cambió tu teatro?

-El mercado no me impuso ninguna regla. En todo caso, es al revés. Al teatro comercial yo le impuse las reglas. Digo, si a mí no se me ocurre vestir a estos hombres de mujer, eso no se subía a escena. Extinguidas (otro espectáculo de Muscari, en el que reunió a Beatriz Salomón, Mimí Pons, Luisa Albinoni, Noemí Alan, Adriana Aguirre, Naanim Timoyko, Adriana Aguirre, Patricia Dal, Sandra Smith y Pata Villanueva) no existía si yo no lo hacía. A nadie se le hubiese ocurrido juntar a estas mujeres olvidadas de los años 80, que estaban en desuso para el mainstream del espectáculo. Yo las remastericé y tuve de alguna manera la habilidad de darme cuenta que el publico tenía ganas de ver a estas mujeres, aunque no estuvieran en el foco de lo mediático y de la actualidad. Entonces, fue el medio es el que se tuvo que adaptar a mí.