Tener como oficio al teatro desde hace mucho tiempo le permite a un actor como Rodrigo de la Serna buscar su mejor versión profesional sin apresurarse. Como parte de esa búsqueda que nunca cesa, esta semana protagonizará el estreno de El lobista, una miniserie de diez episodios que indaga en la tarea que lleva un gestor de intereses a favor de empresas, personalidades y corporaciones. 

Se trata de una nueva propuesta que se estrenará en la pantalla de El Trece este miércoles a las 22:45, por  TNT al día siguiente a las 23 (también será posible ver la totalidad de la serie en el OnDemand de la plataforma Flow) y que conjuntamente con el canal fue producida por TNT, Cablevisión y Pol-ka.

En los roles centrales participan Darío Grandinetti, Leticia Brédice y Alberto Ajaka, con un elenco que completan Julieta Nair Calvo y Luis Machín. La dirección correrá por cuenta de Daniel Barone con el guión de Patricio Vega.

En su encuentro con Tiempo, el actor reveló que se puso al día con su trabajo en televisión. «Hacía mucho que no estaba en el medio. La última vez fue con Tiempos compulsivos (2012). Estoy encantado de volver a trabajar con Daniel Barone, que es una persona muy sensible, un ser humano extraordinario y un gran artista también. Tenemos un vínculo bastante estrecho a nivel profesional y humano. Es un gran director que a la vez tenía un guión muy bueno, así que todo eso se transformó en un desafío profesional al que no pude negarme».

–¿Qué fue lo primero que pensaste cuando terminaste de leer el guión?

–Es divertido hacer de un psicópata que no tiene moral. Se trata de un tipo que tiene una ambición desmedida, siendo capaz de cualquier cosa por cerrar un negocio. En realidad no se lo puede acusar de doble moral: más bien tiene un pragmatismo superlativo y eso tiene consecuencias a nivel humano, sobre todo en su entorno. En el mundo de los lobbies se maneja todo en una esfera muy reducida, es todo para muy poquitas personas que están decidiendo negocios pero megamultimillonarios. Mi personaje tiene muchos contactos en el Poder Judicial, en la política, en el mundo empresarial, y los usa para sacar una tajada. Así genera intereses para hacer negocios y llevarse él los negocios, pero es una persona solitaria en contraposición a los grandes lobbies que tienen presiones mucho más gravitantes. Ese tipo de influencias, me refiero a la de los lobbies internaciones, son las que presionan a países como el nuestro. Pero más allá de eso, particularmente no tenía mucha idea de cómo funcionaba todo, así que lo que hace este programa es abrir un poco la puerta para mostrar y observar este tipo de prácticas. En esta serie el espectador podrá ver cómo funciona este pequeño gran mundo de personas para intentar entender las particularidades de este negocio.

–¿Hiciste algún trabajo de campo o te inspiraste en alguien en particular para darle forma a tu personaje?

–Tuve mis referentes pero no te lo voy a decir. Tal vez algún ojo atento puede decir de quién viene tal o cual cosa, pero no quiero condicionar al público.

–Los rodajes de las series suelen ser cortos e intensos. ¿Cómo fue esa instancia para filmar El lobista?

–Grabamos en tres meses que fueron muy cansadores. Fue algo agotador porque al ser yo el protagonista tenía muchas escenas por día. Eran unas diez horas de lunes a viernes, y al no tener la posibilidad de verlo o cotejarlo con lo que te devuelve el público, es algo que se siente similar a filmar un largometraje, pero multiplicado por dos o tres veces. Para un largo tardás un mes y medio aproximadamente, pero acá todo fue como hacer dos películas seguidas de manera intensa y sin tener referencia de lo que uno está haciendo. Fue como una especie de abismo interesante.

–Trabajar en este tipo de propuestas siempre involucra la necesidad de lograr un éxito casi instantáneo. ¿Sentís presiones de ese tipo?

–En el rating estamos fritos porque empieza el Mundial. Encima cuelgan los diez capítulos en Flow, así que el que tiene plata para tener cable lo puede ver por ahí y hacerse una maratón. A lo sumo dos días y ya está todo visto, pero por aire con el asunto del Mundial no sé cómo podrá ser. Pero este es un momento raro en ese sentido porque cambió mucho el panorama. Como actores estamos atados a diferentes vaivenes. A las propuestas emitidas en directo se les va a ir mucho público porque se segmentiza todo. El que puede pagar cablevisión y Flow lo puede ver de una; el que no, lo puede enganchar episódicamente, aunque todo es muy incierto. Igual, no me genera ninguna presión, porque sé que artísticamente está muy  bien logrado y eso te deja tranquilo. Uno siempre deja lo mejor.

–¿Cómo te sentís con tu carrera en términos actuales?

–Me siento bien porque tengo trabajo y porque pude lograr una continuidad sostenida. Eso te hace sentir bien. Estoy en una edad en que empiezan a aparecer otro tipo de roles que me interesan y que me impulsan a seguir. Cuando eso sucede hay pasión, dedicación, y contra eso no hay con que darle, aunque uno siempre busca hacer cosas que nunca hizo. Por ejemplo, codirigir teatro junto a Pompeyo Audivert fue una gran experiencia. Algún día me gustaría dirigir algo en cine pero estoy tranquilo con esas cosas. Ya aparecerán y se verán.

–Siempre fuiste un tipo muy comprometido con la situación social del país. ¿Sentís que los actores tienen responsabilidad de comunicar lo que sucede en estos momentos?

–Yo soy un actor, un ciudadano y  una persona que se crió en este país con las particularidades que esto significa. Soy consciente de la responsabilidad social que se requiere para aceptar la visibilidad que nos toca, sobre todo desde la ficción. No soy un militante político, a lo sumo un militante cultural, y en ese sentido tengo clara mi responsabilidad. Yo opino de lo que me parece, como uno más. Después de la hiperinflación, después del Rodrigazo, el 2001 y todo lo que vivimos, me doy cuenta de que hay fórmulas que terminan en el abismo y la descomposición del tejido social. Lo que no puedo entender como argentino es cómo volvemos a repetir esos caminos que terminan en desastre y eso me duele muchísimo. Creo que no queda otra para mí y mis colegas que trabajar como sea, pero siempre sin traicionarse a uno mismo como ser humano y como artista. Somos un pueblo creativo, por eso una de las características de nuestra idiosincrasia se ve en las artes, en la política y en la calle. Esa particularidad está buena si la mirás desde el punto de vista de saber que nunca vamos dejar de crearnos alternativas en las crisis. 

Cuando la música es lo que importa

Rodrigo de la Serna lleva su guitarra a todos lados. «Siempre hay tiempo para practicar», admite con vistas al próximo show de Yotivenco, el grupo con el que se presentará en el Teatro Ópera el 15 de junio. El repertorio incluirá climas ligados al tango, milongas, chamarritas, gatos cuyanos y candombes que el actor desarrollará junto con Juan Pablo Díaz Hermelo, Blas Alberti y Fabio Bramuglia. «Lo que buscamos es que la gente la pase bien y conecte con lo sagrado de nuestras tradiciones culturales. Esta es nuestra manera de resistencia y de militancia que creemos muy importante. Uno salta al vacío ante la mirada y la contemplación de otros cuando está ahí arriba. Lo que nos da la seguridad es todo el trabajo que tenemos encima y que uno pone al servicio de diversas poéticas. Se respira una atmósfera sagrada arriba de escenario, mucho más hablando de estos sonidos y estas poéticas en los que uno tiene que ser muy responsable a la hora de comunicarlas», aclara De la Serna.

Ante la diversidad sonora de la patria cultural que busca evocar, el actor advierte que el show del Ópera marcará un nuevo comienzo para la banda. «Esta es la despedida del estilo criollo que se fue perfeccionado durante 12 años. Pudimos llegar a un momento de mucha precisión no sólo técnica sino artística. No fue algo fácil llegar hasta ahí pero hicimos lo suficiente para lograrlo de manera sostenida, sin apuros y siempre pensando en que la música es lo que verdaderamente importa», concluye.

Un operador dispuesto a todo

De la Serna interpeta a Matías Franco, un operador que ostenta un trabajo donde lo principal es interceder, influir y presionar a numerosos contactos en el poder con el fin de concretar negocios altamente rentables para sus clientes. En la búsqueda por concretar el negocio de su vida, Franco trabará relación con el pastor Elián Ospina (Darío Grandinetti), líder de la Iglesia de la Sagrada Revelación, un oscuro personaje que usará las influencias del lobista para lavar su fortuna. La dificultad del caso dejará muy expuesto al lobista, quien por primera vez estará en la mira de la Justicia.

Para contrarrestar la adrenalina de la serie, una historia de amor fue incorporada para equilibrar el guión. Lourdes Inzillo (Julieta Nair Calvo) interpretará a una fotógrafa freelance que, con una mirada del mundo totalmente opuesta a la de Franco, irá poniendo en duda todas las certezas que tenía el lobista hasta ese momento. «