Es uno de los guitarristas más celebrados de la escena del jazz local. Compartiendo proyectos con otros músicos o al mando férreo de su carrera como solista. La actualidad de Valentino (el líder eterno de la Jazz Bazar) está siempre en movimiento. Junto a Carrie Diane Ward y otra vez homenajeando el legado de Willy Crook, en este caso el 30 septiembre en Bebop Club.

–¿Cómo es tu aquí y ahora?

–Muy bien y en constante movimiento. Estoy haciendo lo mejor que hago que es tocar y recorrer escenarios. Lo que me pone feliz en los últimos años y en estos días también es haber encontrado a la cantante perfecta para mi banda. Ella es Carrie Diane Ward, canta como la puta madre y nos da un toque especial como grupo. Gracias a su presencia tenemos un producto diferente, y mucho más de lo que teníamos antes cuando no teníamos una cantante al frente de la música que tocábamos. Mi felicidad viene por ese lado, pero también porque estamos celebrando la música de Willy Crook.


–Fuiste parte importante de la banda de Willy y reformaste a los Funky Torinos para homenajearlo. ¿Cómo surgió eso?

–Fue más o menos hace dos años. Es por un lado algo que nos pone contentos, pero en lo personal también es triste porque Willy se murió, así que hay sentimientos encontrados. Era un gran compositor, un tipo que no tenía una formación musical, era orejero, pero tenía una forma de componer total, hacía combinaciones de acordes rarísimas, como Spinetta. Poder hacer la música de Willy es hermoso y la respuesta del público es buenísima. Confieso que en los primeros shows se me piantaba un lagrimón, aunque ahora estoy algo más acostumbrado.


–¿Cómo eras de chico?

–No me gustaba nada estudiar. Siempre fui un atorrante, era el del medio de tres varones, ellos estudiaron y se tomaron en serio lo del estudio. Era el más quilombero y no estudiaba nada.

–¿Qué te gustaba hacer?

–Me gustaba jugar al fútbol, jugaba de siete, pero me cansé de que los defensores me peguen patadas. Después jugué al tenis, es más individual y de este último deporte fui federado. Pero no tenía estatura así que no pude ser profesional. Escuchaba mucha música también.

–¿Qué se escuchaba en tu casa?

–Por suerte teníamos un combinado con muchos discos de vinilo. Mis viejos tenían mucho amor por la música, y mi viejo en especial por lo clásico. Por el lado de mi vieja se escuchaba a los Beatles, tango, folklore. De chico escuchaba todo eso.


–¿Y cuándo llega el jazz a tu vida?

–Tuve mucha suerte porque Louis Armstrong fue mi primer encuentro con el género. Cuando salió el magazine para el auto a mi viejo le regalaron el aparato estéreo y dos magazines. Uno era de los grandes éxitos de Armstrong. El swing y la capacidad para improvisar de Louis Armstrong me cambiaron la vida.

–¿Cuál fue tu primer encuentro con la guitarra?

–Siempre digo que odio la guitarra. Yo empecé a estudiar piano, pero fui al conservatorio y me aburrí muchísimo, entonces no aprendí a leer ni a escribir música. Aprendí finalmente a tocar la guitarra porque había una en todos lados. Es un instrumento versátil y queda bien. Con una trompeta no se puede tocar tango, pero con la viola sí se puede. Terminé agarrando la guitarra para poder expresarme con eso pero en el fondo no me convencía, hasta que un día escuché a Wes Montgomery y descubrí un amor terrible por el instrumento.

–¿Hay alguien más fanático de Montgomery que vos en la Argentina?

–No, por supuesto que no. Cuando terminé de escucharlo me di cuenta que como él tocaba me gustaba la guitarra, y ahí sí terminé de enamorarme del instrumento.


–Tu sonido es muy particular. ¿Costó mucho lograrlo?

–Fueron como diez años con el culo en el sillón y con la guitarra de compañera estudiando a Wes. Fue un tipo que inventó la técnica de tocar con el dedo gordo, algo muy difícil de hacer pero que él logró e inventó para no molestar a su familia. Cuenta la historia que él tocaba con púa y para no despertar a sus familiares comenzó a tocar con el dedo, y así inventó lo que inventó. Un genio.

–¿Te sentís reconocido?

–Sí, mucho más de lo que merezco (risas).

–¿Existe un jazz argentino?

–Existe jazz con mirada nuestra. Gato Barbieri, Lalo Schifrin, el Mono Villegas, Oscar Alemán, todos excelentes músicos que le aportaron argentinidad al género más allá de que el jazz es internacional.

–Hace poco dijiste en un programa de la AM530 que eras el jazzista más peronista. ¿Cómo es eso?

–Hay algo que se perdió y que es la empatía. Seguro los medios influyeron un poco en llenarle la cabeza a la gente. El odio al pobre es la pelotudez más grande del siglo y lo mismo el odio al planero. Los planes son una parte ínfima de lo que necesitás para vivir y no son los que hacen que la gente sea pobre. El único partido político que tiene empatía por los más pobres es el peronismo. «