Dos semanas antes del balotaje, la revista Nature advirtió sobre los riesgos que implicaban las amenazas de Javier Milei hacia la ciencia argentina. Y calificó la situación como “muy preocupante” para el sector tras el triunfo del líder de La Libertad Avanza. A principios de mes, esa misma revista científica de renombre internacional había publicado la investigación de un becario doctoral del Conicet que expuso que las áreas protegidas a nivel global, por su forma geométrica y fragmentación, están muy expuestas a la presión humana. El problema se da también en Argentina. Con el riesgo extra que implican las recientes declaraciones de la vicepresidenta electa, Victoria Villarruel.

Para un becario del Conicet es casi un hito que su trabajo se publique en Nature, más aún en tiempos de fuertes cuestionamientos libertarios a la ciencia nacional. Es el caso de Santiago Schauman, autor principal de la investigación que llegó a Nature Sustainability, donde junto a otros científicos -Germán Baldi y Esteban Jobbágy (director y codirector de la tesis de Santiago Schauman, respectivamente), y Josep Peñuelas (ecólogo catalán del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España)- reveló por primera vez cómo la muy celebrada expansión de las áreas protegidas de las últimas tres décadas se consiguió principalmente a costa de “unidades pequeñas, perforadas, fragmentadas y altamente expuestas al entorno no protegido”.

Así, la meta de proteger el 30% de la superficie del planeta para el año 2030 –establecida en diciembre de 2022, en la cumbre de la Biodiversidad en Montreal- podría alcanzarse, pero sin que eso fuera suficiente para la conservación de la naturaleza.

“Si bien la cumbre es un hito importante en la conservación de la biodiversidad a nivel global, nuestro estudio sugiere que este objetivo puede enmascarar realidades muy distintas. Fundamentalmente porque se puede alcanzar el 30% de protección por diferentes caminos. Este porcentaje puede lograrse a través de áreas valiosas para la biodiversidad, extensas, compactas, alejando las principales presiones humanas del interior, o mediante áreas pequeñas o con formas intricadas cuyas superficies están muy expuestas a la presión humana”, contrastó  Schauman en diálogo con Tiempo.

Formas geométricas

La investigación relevó el tamaño y forma de las áreas protegidas de todo el mundo, desde Yellowstone en 1872 hasta la actualidad. En total, 178.322 áreas protegidas modernas.

“Observamos que no se estaba teniendo en cuenta un aspecto crucial para la conservación global de la naturaleza. La geometría de las áreas protegidas, es decir su forma y tamaño, influye significativamente en la calidad de los hábitats para el desarrollo de las especies, y revela su vulnerabilidad ante la presión humana”, apuntó Schauman. “Una zona protegida de dimensiones reducidas o con una forma irregular colocará su superficie en estrecha proximidad a las actuales o potenciales presiones humanas provenientes de áreas no protegidas”.

La alarma que encendió este estudio es que “el reducido tamaño y la compleja forma de muchas áreas protegidas, junto con su aislamiento geográfico, plantean desafíos para la conservación de la naturaleza y la sostenibilidad global hasta ahora poco explorados”.

La situación se da también en Argentina, donde aproximadamente el 40% del territorio protegido está “en estrecha proximidad a presiones humanas actuales o potenciales”. Además “se observa una tendencia hacia la designación de áreas protegidas de dimensiones cada vez más reducidas. Destacadamente, las dos regiones de mayor diversidad biológica en Argentina, la Selva Paranaense y las Yungas, son las más expuestas a entornos desprotegidos, ya que alrededor del 90% de su superficie protegida se encuentra a menos de 10 km de sus límites”.

Esto se suma a un problema planteado en trabajos previos: “Es necesario seguir expandiendo la red de áreas protegidas, y al mismo tiempo balancear la desigual distribución de las áreas protegidas (buscando salvaguardar la rica diversidad ambiental del país). Por ejemplo, protegemos bien la Patagonia andina, pero muy poco los pastizales pampeanos y los bosques secos del centro-oeste del país”.

Villarruel y los parques nacionales

“En un mundo donde las acciones humanas han transformado drásticamente el 75% de la superficie terrestre en apenas dos siglos, las áreas protegidas constituyen una estrategia vital para conservar parte de lo que queda de naturaleza. Las áreas protegidas tienen múltiples funciones. Actualmente, se reconoce que actúan como reservorios de la diversidad biológica, protegiendo hábitats únicos y especies animales y vegetales, muchas de ellas en peligro de extinción”, remarcó Schauman. También tienen un rol clave en la mitigación del cambio climático, fenómeno que Milei niega.

En el país hay 539 áreas protegidas registradas que integran el Sistema Federal de Áreas Protegidas (SiFAP) y contienen 65 áreas protegidas nacionales de jurisdicción nacional bajo la Administración de Parques Nacionales

En su afán por denostar todo lo que esté en manos del Estado, Victoria Villarruel había acusado en una entrevista al oficialismo de continuar generando cargos públicos a través de la creación de estos parques. Criticó que el cuidado de esas áreas quedan a cargo de “militantes” a quienes se les paga con “cargos públicos”.

La vicepresidenta electa fue consecuente consigo misma. En junio de 2022, fue la única diputada que votó en contra de la creación de nuevos Parques Nacionales. Luego, en Twitter, argumentó: “Estoy a favor de proteger nuestros recursos, flora y fauna pero NO lo estoy para crear zonas donde el Estado NO ejerce la soberanía, NO protege ni avala a los guardaparques y fortalece cajas”.

El equipo del Conicet.

Antes de conocerse el resultado del balotaje, Schauman fue consultado sobre qué implicaría ‘desproteger’ estas áreas protegidas: “Actualmente los estados nacionales y provinciales tienen un rol clave en la conservación de estos espacios. Desproteger áreas actualmente designadas como protegidas, como los parques nacionales, tendría consecuencias irreversibles, tanto para el medio ambiente local, regional o continental, como para la sociedad argentina en su conjunto, comprometiendo la salud de nuestros ecosistemas y el bienestar social”.

El antecedente de Bolsonaro

El investigador advirtió que eso implicaría “optar por un modelo de desarrollo casi inédito para los tiempos actuales, en donde los valores modernos que creíamos comunes se sustituyen por disvalores, el conocimiento por creencias y el cuidado por el aprovechamiento indiscriminado. Todos los países del mundo reconocen el valor de la naturaleza y se enorgullecen por sus sistemas de áreas protegidas (incluyendo a sus trabajadores)”.

Luego aclaró que eso sería “casi” inédito porque esa desprotección efectivamente se dio hace pocos años y en un país vecino: fue en el Brasil de Jair Bolsonaro, emparentado políticamente con Milei.

Allí “al relajar o incluso levantar las medidas de protección de la naturaleza, se abrió la puerta a la explotación descontrolada y no sostenible, solo sujeta a la voluntad de grupos económicos/políticos concentrados y de dudoso origen”, contó Schauman. Diversas voces se alzaron al respecto: hacia el segundo año del gobierno de Bolsonaro, Amnistía Internacional advertía que “la deforestación de la región de la Amazonía brasileña ha aumentado un 9,5 por ciento anual y muestra el trágico coste de las políticas del presidente Bolsonaro de socavar sistemáticamente las protecciones medioambientales”.

Una desprotección semejante en Argentina conllevaría que “lo que hoy consideramos un hecho, como la existencia de una selva, un ñandú, o una ballena, cedería ante una caza, una expansión urbana precipitada o una deforestación inmediata e indiscriminada, amenazando por supuesto la sostenibilidad a largo plazo del medio natural, y el desarrollo pleno de las generaciones futuras”.