Estudiantes de una escuela de Puerto Esperanza, en Misiones, desarrollan prótesis para animales con materiales reciclados; alumnos y alumnas de una técnica de Salliqueló –provincia de Buenos Aires- diseñan un brazo mecánico para ayudar a personas con discapacidad motriz; más de 130 chicos y chicas de las 22 escuelas técnicas de Corrientes compiten para ver cuál logra el mejor automóvil eléctrico.

Son noticias de medios locales de (sólo) los últimos días. Y son también postales de un mapa en expansión. Desde que se sancionó la Ley de Educación Técnico Profesional (26.058) en 2005, hubo un crecimiento del 111% en la matrícula de estudiantes en este sector y se crearon 136 instituciones, según afirmó el ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk.

No fue con vouchers, fue con un Estado que financió la educación, aumentó la oferta, equipó y modernizó las escuelas, otorgó becas, capacitó y mejoró los salarios de las y los docentes y los instructores”, destacó.

En estas casi dos décadas hubo grandes transformaciones en la población que asiste y en los contenidos que se dictan. Las alumnas irrumpieron en un territorio antes dominado por alumnos; y si bien aún se está lejos de la paridad, ya representan un tercio de la matrícula. El otro cambio es más vertiginoso: la permanente actualización tecnológica y la necesidad de más y nuevos recursos y equipamientos para los talleres y laboratorios, alma de las Técnicas.

Foto: educacion.rionegro.gov.ar

Las escuelas técnicas y el modelo de país

“Hoy el 17% de la matrícula secundaria va a escuelas técnicas. Deberíamos tener el doble, arriba del 30%, para alcanzar estándares de países industrializados. Estamos a mitad de camino. Pero antes de la ley estábamos en 6-6,5%. Claramente, la política de la ley permitió una expansión del sistema. Por supuesto cuando hay un modelo de país que tracciona a lo productivo”, remarca  Gerardo Marchesini, director ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET). Y acota: Si no hubiésemos tenido macrismo quizás estaríamos en un 25%”.

Marchesini da cuenta de un proyecto a diez años para llevar la educación técnica al 34% de la matrícula nacional. “En los ’90 estaba estancada y para abajo. Hoy cuando mirás cuál es la única jurisdicción que no aumentó la educación técnica es CABA, porque tiene un modelo basado en servicios. El resto de las 23 jurisdicciones crecen”.

En Misiones, la inscripción en Técnicas este año fue récord. Cursan 25 mil estudiantes, dos mil más que en 2022. “Es un número histórico para la provincia –señaló Gilson Berger, subsecretario de Educación Técnica–. En 2005 teníamos diez escuelas, hoy estamos llegando a cien”.

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Una de ellas es la Escuela Provincial de Educación Técnica (EPET) N° 18, de Puerto Esperanza, donde presentaron el desarrollo de prótesis para animales con materiales reciclados. “Queríamos hacer las prótesis más accesibles para todos, el precio de una prótesis convencional en una tienda ronda los 300 mil pesos. No todas las familias pueden pagar eso, incluso si su mascota es muy importante para ellas”, apuntó Guadalupe Garcete, una de las alumnas del proyecto “Quinta Pata”, que usa los recursos de impresión 3D ya disponibles en la escuela.

Esa misma comunidad escolar que dio que hablar por sus proyectos tuvo que hacer tres sentadas en el año para reclamar avances en las obras para nuevas aulas y talleres.

Avances y déficits

La socióloga Agustina Corica, coordinadora del Programa de Investigaciones de Juventud de FLACSO, hizo un seguimiento a egresados de Técnicas de Neuquén, Salta, CABA y el conurbano: “la educación técnica secundaria tiene un peso importante en los procesos de inserción laboral. Ahora bien, en las del interior aparece una mayor dificultad en la vinculación de la especialidad técnica con los procesos de inserción laboral”.

En algunos casos, porque las especialidades de las secundarias no se corresponden con las carreras disponibles en institutos superiores o universidades. O con la salida laboral posible a nivel local. «Hay escuelas del interior o rurales con especialidad de agronomía y muchas veces van porque es la única que existe», menciona.

También apareció en algunas chicas que habían egresado de escuelas de agronomía que sí les interesaba la especialidad, «pero tenían la dificultad de conseguir trabajos vinculados con ese sector productivo como es el campo, porque muchos empleadores preferían hombres«. Cuenta sobre una búsqueda de técnicos de inseminación en vacas. Una egresada reunía el perfil y tenía formación específica, no la tomaron por ser mujer.

Y completa: “quizás la ley ayudó, pero tendríamos que hacer un estudio particular para saber cómo impactó. Sí vemos que así como aumentó la matrícula, aumentó la proporción de mujeres en secundarias técnicas. Por eso hablo de cambio cultural. Hay mayor matrícula de chicas y sería un gran logro dejar de pensar que la escuela técnica es solo para varones”.

Con ese avance, el principal déficit sigue siendo de infraestructura y financiamiento. “Es una de las cuestiones más atrasada. Por más que está la ley y que hubo un aumento del financiamiento, el sector productivo va más rápido que el educativos y terminan quedando obsoletas esas mejoras”, advierte la investigadora.

Formación especializada

Sector energético, minería, pesca. Bioalimentos e industria forestal. Metalmecánica y construcción. Según Marchesini, estas son algunas de las áreas que hoy más apuestan por la educación técnica: «hoy los ejes tienen que ver con ahorro energético, nuevos materiales, domótica”.

Diana Guerrero es docente de química en la secundaria técnica 781 de Dolavon, en Chubut, donde enseña hace seis años. Tras ser estudiante en una Técnica agropecuaria, optó por el mismo ámbito para dar clases en una institución especializada en tecnología de alimentos: “me gustó la forma en que se combinaban los saberes y actividades prácticas con la teoría. Me sigue gustando esa dinámica de trabajar en las técnicas, que todos los saberes que podemos aportar a los alumnos ellos los pueden plasmar en diferentes actividades. Me parece la forma más enriquecedora de aprender”.

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Las técnicas tienen casi el doble de carga horaria que otras escuelas de nivel medio y muchas veces son vistas como más difíciles de cursar que el resto. De hecho, hay mucho cambio de orientación o abandono tras los primeros años.

“Son planes de estudio promedio de 7000 horas. Una secundaria orientada está en 4000. Significa cursar a doble turno y un año más. Pero nadie mira esto así. El problema no es el tiempo de cursada sino el significado de ese tiempo. Los pibes hacen proyectos, se enganchan, no se van nunca, están sábados y domingos. Si eso no pasa, empieza el desgranamiento. Dicen ‘para qué vengo todo el día’. Mucho depende de cómo esté trabajado el área de talleres, laboratorios. Los pibes van a la técnica para hacer. Con reflexión, conocimiento, pero para hacer”, compara Marchesini.

Y sentencia: “hoy cualquier técnico tiene pleno empleo. Hay una enorme demanda de puestos técnicos. Hay mucha actividad industrial. Si bien la macro está mal, estos puestos están bien pagos”.

La elaboración de los perfiles profesionales

“Es un error pensar que la educación no da respuesta a la demanda laboral. En ningún lugar del mundo da respuesta. Porque no formamos para la demanda laboral sino para el mundo del trabajo. Es imposible con ciclos de actualización tecnológica tan cortos. Hay sectores donde en un año una tecnología madura y al siguiente empieza a declinar. A lo sumo tenés 4-5 años, menos de lo que dura el proceso formativo de una persona. Hay que acompañar los ciclos de maduración tecnológica con herramientas que permitan adaptarse”, plantea el titular del Inet, Gerardo Marchesini.

Lo que sí se generan son nuevas áreas de formación acordes a la industria. “Se sientan los sectores productivos y el Estado y se discute el perfil profesional que se necesita para determinadas funciones. El perfil es un acuerdo tripartito”, apunta.

Uno de los últimos que se aprobó es el título de Técnico Electromecánico Naval. “La pesca de altura, de ultramar, tiene enorme tecnificación. Los técnicos antes tenían que embarcarse y aprender en el barco. Pero hoy el mundo del trabajo no da ese tiempo. Entonces se hizo un perfil nuevo impulsado por Santa Cruz y lo tomaron todas las provincias marítimas. Se sentaron desde pesqueros artesanales, grandes compañías, sindicatos. Se llegó a un perfil que ya está en marcha. Hay mucho que no se ve pero responde a sectores estratégicos”.

Pegatino: un proyecto que fusiona pegamento y langostino

En las clases de química, alumnas y alumnos de la Escuela 781 “Don Eladio Zamarreño” de Dolavon, en Chubut, conversaban sobre los problemas que generaba para la comunidad el basural a cielo abierto donde la pesquera arrojaba los desechos de los langostinos. De esa inquietud surgió una idea: hacer uso de esos desechos.

“Investigando diferentes tipos de reutilizaciones que se le puede dar a la cáscara del langostino, llegamos a la conclusión de que se podía extraer un biopolímero que se llama quitina. Comenzamos a trabajar en su extracción y a realizar diferentes pruebas en el laboratorio sobre posibles usos. Se nos ocurrió la idea de hacer un pegamento a base de este biopolímero. Así surgió ‘Pegatino’, fusión de pegamento y langostino”, cuenta la docente a cargo, Diana Guerrero.

“Los alumnos querían formular un producto final que pudiera ser usado en la institución. Es una escuela técnica que tiene orientación en tecnología de los alimentos, y se combinó con el cuidado del ambiente”, resalta. Hoy buscan mejorarlo y hacerlo apto para distintas superficies. El plan es que pueda usarse para las etiquetas de frascos de conservas que producen y venden desde la escuela.

En la edición 2022 del concurso nacional Innovar, “Pegatino” fue premiado como “producto innovador”. Una delegación de la escuela viajó a Buenos Aires para recibir el reconocimiento en Tecnópolis. “Fue emocionante e interesante. Descubrí lo que es viajar en avión y conocer otra provincia”, celebra Roxana Idiarte, una de las alumnas. Este año, otro proyecto de la escuela fue seleccionado para Innovar: dos alumnas de elaboraron barras proteicas a base de bagazo, para darle utilidad al desecho de la cerveza.