En 1976, apenas asumió su mandato de facto, Antonio Domingo Bussi decidió tapiar el cuadrado barrial que está entre Ejército del Norte, Italia, Uruguay y Lucas Córdoba, a 20 cuadras de la plaza principal de San Miguel de Tucumán. El barrio, nuevo, estaba habitado por aquellos trabajadores afectados por el cierre de los ingenios en el interior de la provincia. Buscaban oportunidades en la ciudad pero quedaron tapiados. La pobreza y la pared les crearon el estigma de barrio peligroso. 

De allí era Facundo Ferreyra, el niño que en la madrugada del 8 de marzo fue ejecutado por la policía de un tiro en la nuca. Su familia, signada por la pobreza pero reivindicada por el trabajo, no se quitó el «estigma» de ser bombillero.

En La Bombilla, a la edad de Facundo, si los chicos pueden estudiar, también deben trabajar. Apenas empiezan a crecer les toca salir a la cosecha del limón, a «cartonear» por el centro o, en el mejor de los casos, a vender verdura.

«Esto pasó siempre. La policía siempre mató chicos, yo he tenido amigos que murieron a manos de la policía. No cambió jamás el abandono del Estado», cuenta a Tiempo Jorge Chía, docente de la zona y vecino del barrio. «Son niños pero tienen que madurar de golpe. Son tímidos pero tienen que hacerle frente a la vida desde muy temprano. Tenés chicos de 12 o 13 y ya dejan de jugar porque su infancia terminó, y no es que ellos quieran terminarla, es que la dureza de su vida los lleva a eso. Desde que yo me acuerdo, mi barrio es peligroso. Ahora tenemos gas natural, iluminación, hubo una gran urbanización, pero seguimos siendo una amenaza para Tucumán», agrega Chía.

Los chicos tienen además una autoestima golpeada por la pobreza y también por la discriminación que les pesa como vecinos del barrio. Aunque en los últimos años pudieron sentirse orgullosos de ser bombilleros. Tienen una secundaria pública y un colegio religioso, Niño Jesús de Praga, que incorporó la jornada extendida. «Es cierto que hay chicos que se portan mal –continúa Chía–, pero no son más de 30. El último censo dice que somos 11 mil personas».

Entre 2003 y 2015, el barrio pudo mejorar. Tanto la AUH como el Plan Progresar permitieron un cambio de vida para muchos bombilleros. «Hubo una movilidad ahí. Permitió que los chicos dejaran de ir a cortar el pasto y pudieran salir a estudiar. Por ahí no hay un médico, pero sí una maestra jardinera. Hay mecánicos dentales. Los que aprovecharon, hoy tienen un título terciario. Eso no pasaba cuando yo era chico», agrega Chía.

Un factor que provocó un cimbronazo total en el barrio fue la droga. Antes se sabía que en alguna casa o algún vecino vendía. Hoy venden familias. Las que aún no se multiplicaron son las cocinas de paco. «La policía es coimera. Saben quién vende y quién no vende, quién roba y quién no. No tenemos seguridad, y a los que realmente trabajamos nos hacen la vida imposible. Ellos viven gracias a los que venden y a los que roban», expresa Malvina Gómez, tía de Facundo.

Hay, sí, programas que contienen, en su mayoría independientes. En La Bombilla funcionan varias agrupaciones y colectivos de trabajo que se ocupan de los chicos. A principios de los ’90, la Fundación Música Esperanza se instaló en el barrio y formó a varias generaciones de músicos. A pocas cuadras, el comedor Don Bosco es un espacio que, además del alimento, brinda diversos talleres creativos y artísticos. También sigue funcionando Coros y Orquestas, un programa nacional, y otras iniciativas educativas, entre las que se destacan los Centros de Atención Juvenil (CAJ). Pero entre todos los espacios, el que más se destaca, sin dudas, es el de la murga «Los Tocafondo» donde los chicos del barrio enseñan a los demás bombilleros que también existe algo llamado alegría.  «

Pericias transparentes

El viernes, en rueda de prensa, la fiscal Adriana Giannoni dio detalles sobre los resultados de los informes técnicos del homicidio de Facundo e hizo hincapié en la polémica que generó el caso. También manifestó que quieren evitar que la opinión pública contamine el trabajo de los profesionales. Aclaró que cuentan con un equipo de investigación científico en el Ministerio Público que garantiza la transparencia, teniendo en cuenta que hay personal policial involucrado.

Entre los elementos de prueba que tiene la fiscal, hay algunos testigos, las filmaciones (que muestran el inicio de la persecución, pero no el momento en la que se disparó el proyectil), resultados de dermotest de ambos lados, un test en la ropa que llevaban tanto el niño como el policía y un análisis de pólvora en las motos que participaron de la persecución. Giannoni detalló que uno de los imputados ya tenía una causa abierta en esa fiscalía, mientras que Ferreira no tenía antecedentes.

Disparar por la espalda,«un detalle»

«Es un detalle», dijo la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, al referirse al asesinato de Facundo Ferreyra, el chico de 12 años, a manos de un policía de Tucumán. «Disparar o no por la espalda depende de la situación», justificó.De esta manera, la funcionaria se refirió por primera vez al caso que conmueve al país y, tal como había hecho con Luis Chocobar, el agente que mató a un joven que apuñaló a un turista estadounidense en La Boca, respaldó públicamente el accionar del uniformado.

«Hay una investigación que dice que el joven disparó», sostuvo la ministra, relativizando que el disparo mortal haya entrado por la nuca. «Acá no hay ningún gatillo fácil. Eso es cuando a un policía no le gusta la cara de alguien y lo mata. Nosotros hemos bajado casi un 60% las muertes en enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y delincuentes. Lo que no puede suceder es que un policía, cuando actúe en cumplimiento de su deber, sea llevado preso como un delincuente», sostuvo.