Este 2 de abril se cumple otro aniversario de la guerra de Malvinas. A 40 años de este hecho doloroso, resulta imprescindible mantener viva la memoria. La literatura constituye un camino para acercarnos a ella y, desde allí, seguir construyendo nuestra identidad y nuestra historia como pueblo y como nación. En este tránsito por sostener y construir la memoria, la literatura destinada a niños, niñas y adolescentes es un recorrido posible.  

La LIJ, como se la suele llamar a la literatura infantil y juvenil, tardó muchos años en incorporar cuestiones referidas a la historia en general y a la memoria en particular. Esa demora se debió, en parte, a una decisión de autores y editores o a la ausencia de una coyuntura que lo hiciera posible. Recién a partir de 2010 comenzaron a publicarse historias acerca de la Guerra de Malvinas y esto obedeció, principalmente, a un contexto histórico y a políticas de Estado que alentaron y propiciaron la difusión de esta temática.

“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria.” Así comienza El golpe y los chicos, un texto fundamental y fundante de Graciela Montes publicado con motivo de los 25 años de conmemorarse el golpe de Estado y a partir del cual se puede comenzar a pensar la relación entre literatura infantil y memoria.

 ¿Por qué es bueno recordar? ¿Será que las experiencias tristes son difíciles de contar? ¿Será que son más difíciles si el destinatario es un niño o a una niña? Esas son algunas de las preguntas que surgen a la hora de pensar la relación entre infancia, literatura y una experiencia social traumática como es la guerra.

En estos últimos años se fue conformando un corpus de textos literarios dedicados a las infancias en el que se aborda la cuestión Malvinas. Nunca estuve en la guerra de Franco Vaccarini (novela editada en 2012 por Atlántida y luego por SM), Nadar de pie  (la novela de Sandra Comino editada por Comunicarte)Como una guerra de Andrés Sobico y Paula Adamo (Libros del Eclipse),Las otras islas (antología publicada por Loqueleo y de la que participaron Inés Garland, Pablo de Santis, Liliana Bodoc, Eduardo Sacheri y Juan Forn, entre otros), los cuentos Tito nunca más de Mempo Giardinelli y No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja de Esteban Valentino fueron algunas de las primeras producciones que se animaron a hablarles de Malvinas a niños, niñas y adolescentes. Luego vinieron otras comoLa tía, la guerra de Paula Bombara (Loqueleo) , El secreto del abuelo de Margarita Mainé (Editorial Norma), Las sonrisas perdidas de Mario Méndez (Editorial Norma) o La lista de Verónica García Ontiveros (colección Azulejos rojos de Estrada).

Tiempo argentino dialogó con cuatro de los autores más importantes de la LIJ argentina para saber qué significó para ellos escribir sobre Malvinas y cuál es la importancia de haberlo hecho pensando en las infancias.

Franco Vaccarini dice: “escribir sobre Malvinas fue intentar sacarme una espina que tenía clavada desde que me dieron la baja en Puerto Belgrano, en la Infantería de Marina. Como enfermero, me tocó convivir con heridos en recuperación. Abrumado por la verdadera cara de la guerra, me propuse escribir un libro sobre esos días donde todo estaba en carne viva. La espina sigue ahí, pero al menos pude abrazarme con veteranos en distintos escenarios y sé que chicos y adolescentes tienen en mi novela una visión realista del conflicto y sus consecuencias físicas y psíquicas. Aunque el libro se llama Nunca estuve en la guerra, en mis charlas actuales prefiero decir “Siempre estuve en la guerra”, porque la guerra permanece, es memoria que estamos obligados a compartir, para que no sea la ilusión romántica de heroísmo y gloria, sino, como dice Alberdi, un crimen. Es así como es oportuno y sensato hablar de la guerra.”

Para Paula Bombara “escribir sobre nuestra historia siempre es una oportunidad para interiorizarme acerca de lo sucedido como si me estuviera enterando `recién` de que sucedieron. ¿Pasó esto? ¿Quién lo cuenta? ¿Hay quienes cuentan otra cosa? ¿Qué escribieron/dijeron? ¿Hay una tercera mirada? ¿Una cuarta? Luego, reflexionar y repensarme como parte de la sociedad que transitó esos hechos. Siempre me aparece la pregunta sobre cómo vivieron y viven los chicos y las chicas tal o cual experiencia histórica. En este caso, un conflicto bélico. Cómo se vivió estando lejos, cómo se vivió estando cerca, ya sea geográfica o emocionalmente. Y también cómo se transmitió de generación en generación esa vivencia, tanto dentro de las familias como en la sociedad que integran.”

“Yo pienso Malvinas como un conflicto bélico desatado durante una dictadura cívico militar, y seguiré escribiendo sobre la etapa posterior y el advenimiento de la democracia, porque me quedaron muchas inquietudes sobre este período tan complejo y multidimensional. Pensemos que el conflicto bélico y, sobre todo, la derrota, de algún modo habilitó que la sociedad manifestara el descontento hacia el gobierno de facto por muchas otras cuestiones que estaban en sus manos, como la economía.”

“Me parece importante que los chicos y chicas se pregunten sobre la vida cotidiana en circunstancias diferentes a la que viven, como una dictadura, una guerra, para que valoren la democracia y no la den por hecha. La literatura brinda elementos para aprender a escuchar al otro de modo constructivo, para aprender a discutir y argumentar sin caer en la violencia, para construir soberanía empezando por el propio cuerpo. Escribir sobre Malvinas fue, en La tía, la guerra, desde la ternura y lo palpable, ver qué pasa con quiénes están hoy entre nosotrxs y fueron parte de ese conflicto. Decidí partir de las preguntas de un niño sobre las lagunas en la memoria de su tía anciana para llegar a transmitir el amor que una familia entera siente por sus seres queridos perdidos por decisión de una junta militar”

Según Mario Méndez, “escribir sobre Malvinas es importante en tanto implica escribir sobre un período histórico reciente, el de la dictadura cívico militar, que nos exige una militancia de la memoria, sobre todo cuando voces nuevas y no tan nuevas amenazan con el negacionismo.”

“Malvinas no se puede desligar de la dictadura. Y en parte el desafío de escribir para niñes tiene que ver con contar una etapa y un problema político serio, en la voz, en mi elección de un chico de alrededor de once años, una mirada inocente, ignorante de muchas de las cosas que ocurrían, pero a la vez de un chico ávido de saber, que escucha a sus padres, que trata de entender. Quizás porque yo era un poco así, aunque eso no lo puedo asegurar, claro.”  

“Además, hubo un segundo desafío, muy bien planteado por Laura Leibiker y Laura Linzuain, las editoras que me invitaron a este proyecto, que fue el de contar la guerra. Para eso elegí la voz de un combatiente, hecha de los recuerdos de un colimba que vivió en mi casa, Lalo Manríquez, que no fue a Malvinas, y de los muchos testimonios que leí para aprender el tema. Para aprehender, mejor.”

Nadar de pie, nos dice Sandra Comino, no es novela histórica, sino una ficción entroncada en un contexto histórico que es muy diferente y abordo las miradas desde el punto de vista de personajes femeninos, en su mayoría, que rechazan la guerra. Gaba ve con horror cómo muy pocos se dan cuenta de lo que ocurre. Y Mavi, su hija, trata de entender qué pasó. La novela no transcurre en la guerra sino que me sumerjo en el mundo femenino que “lee” en los diarios qué sucede porque no hay mucha información de lo que en verdad sucede.”

“Tenía dieciocho años cuando un día desperté y leí en un titular `Inminente recuperación de las Malvinas`. Era muy joven pero recuerdo el shock. Me sonó mal. Me sonó a ficción. No podía entender cómo la gente le creyera, festejara. Malvinas es un tema que siempre me preocupó antes, durante y después de la guerra y por supuesto el tratamiento mediático. En impacto del 2 de abril y el hallazgo en la isla de restos de un piloto, dieciséis  años después, son los ejes de la novela. Puedo decir que la novela partió  (de eso me doy cuenta ahora) de las grandes mentiras que el monopolio mediático supo transmitir tan bien.  Supongo que me dirigí a los jóvenes, además, porque en principio escribí esa historia para mí que era una adolescente es ese momento. Y es absolutamente necesario que los chicos puedan hablar de lo que ocurrió.”

La literatura puede definirse como el discurso capaz de incomodar y reacomodar al mismo tiempo. Puede pensarse también como ese lugar capaz de incomodar por un lado (por el hecho de hacer foco en hechos que a veces parecen inenarrables) y el de darse la posibilidad de resignificar y reacomodar esos hechos en algún lugar. En el caso de la literatura infantil y juvenil la incorporación de ciertas temáticas como la de la guerra, sabemos, genera mucha incomodidad puesto que se trata de un tópico que no se relaciona con ningún universo de hadas ni de final feliz sino todo lo contario.

En literatura destinada a las infancias,  poder apelar a la narración de hechos pertenecientes a la Historia es una decisión más que una opción. La incorporación o no de la Historia en la literatura infantil y juvenil implica la conformación de dos tipos de literatura muy diferentes así como diferentes representaciones de infancia y de lector: una en la que los niños permanecen al margen de la realidad (dentro del corral, en términos de Graciela Montes) y una en las que los niños no son subestimados por los adultos, no quedan encerrados o aislados de la sociedad, sino que participan en el proceso de construcción de la memoria  y, en definitiva, no permanecen al margen de la Historia.