El mexicano Andrés Manuel López Obrador no lo dijo expresamente, pero está claro que su decisión de invitar a once presidentes para tratar el tema de la migración y reclamarle apoyo concreto a Estados Unidos, la meca del «sueño (norte) americano» de los pobres expulsados por la crisis de sus países, es una respuesta a múltiples episodios de los últimos meses. Del aluvión de centroamericanos y caribeños que ingresan por su frontera sur; del desprecio xenofóbico expreso y creciente de los gobernadores y los legisladores mayoritariamente del Partido Republicano; de la decisión de Joe Biden de ampliar el muro que empezó a construir Donald Trump; de las quejas que dividen a los demócratas desengañados con el presidente que eligieron hace cuatro años y que aspira a ser reelecto en 2024.

El encuentro de los 12 se celebra hoy, domingo 22. La cita es en Palenque, en el estado de Chiapas. México la llamó «Por una vecindad fraterna y con bienestar y respeto a los Derechos Humanos». El presidente, más conocido como AMLO, les expresó a sus pares que «necesitamos ponernos de acuerdo, podemos hacer mucho y también, si lo creemos, buscar la cooperación de Estados Unidos, que ayude, pero que se aplique a atender las causas –que ellos mismos crearon, poniendo y sacando dictaduras década tras década–, no sólo estar pensando en muros y militarizar la frontera, sino en atender las necesidades de la gente». Es preocupante ver cómo crece el flujo migratorio: «Debemos buscar opciones atendiendo las causas para que la gente tenga posibilidades de quedarse en sus pueblos».

 En su convocatoria, AMLO habló a sus pares invitados: Ecuador, Colombia, El Salvador, Honduras, Belice, Guatemala, Haití, Cuba, Venezuela, Costa Rica y Panamá. Los citó haciendo referencia sobre el auge de la xenofobia en Estados Unidos; sobre la importancia que tienen para los pueblos americanos las remesas que sus emigrados envían a sus familias y sobre el bloque a Cuba. E ironizó sobre la decisión de Biden de ampliar el muro fronterizo que divide a Texas de sus antiguos vecinos del sur: «Hace 40 años que están en eso. ¿Cuándo van a terminar? Es pura publicidad. Cada presidente, demócrata o republicano, hace su pedacito para congraciarse con los racistas de su país».

¿Será acaso que los norteamericanos ya se olvidaron de Un día sin mexicanos, la película de 2004 que cuenta cuando en California despertaron y hallaron que ya no estaban los latinos –un tercio de la población– y se preguntaron: ¿quién labraría la tierra, se encargaría del aseo doméstico y de todas las labores despreciadas?

Mano de obra barata

El fenómeno de las remesas, que los emigrantes envían a sus familiares desde los  países de recepción a los de origen, ocupa uno de los primeros lugares en la economía global y es especialmente significativo en América Latina. «No hace falta forzar la realidad, las condiciones no son las mismas para los migrantes de hoy que para los esclavos de ayer, por terribles que sean, pero su función en el engranaje económico global responde a las mismas necesidades: mano de obra barata para extraer mayor beneficio del mismo trabajo. Puede que sea por ello que no para de crecer», señaló el periodista vasco Beñat Zaldúa en una investigación para el diario Gara, de San Sebastián. «En 1990 había 128 millones de seres humanos que se habían visto obligados a dejar su tierra. Equivalían al 2,4% de la población global. Tres décadas después son 281 millones, un 3,6% del total», agregó.

La investigación basada en información del Banco Mundial y otros organismos regionales, descubre aspectos reveladores. Zaldúa explica: «Si formasen un país, se convertirían en el cuarto más habitado del mundo con 281 millones de habitantes. Si le adjudicásemos como producto bruto interno (PBI) las remesas que envían a su lugar de origen hablaríamos de uno de los 20 países con mayor PBI: 700 mil millones de dólares». El PBI argentino del segundo trimestre del año fue de unos 158 mil millones de dólares, con lo que se situó en el puesto 21 del ranking mundial.

 «Eso, ignorando todo lo que los migrantes dejan en el país que los recibe, que no es poco», como señaló la Universidad de California sobre la aportación de la migración a la economía estadounidense.

Con esos datos no resulta para nada exagerado decir que, en buena medida, los migrantes mueven el mundo, concluye Zaldúa. «El cruel papel de la esclavitud en la acumulación capitalista y el posterior desarrollo industrial ha sido ampliamente estudiado (…), resulta obvio que hay que combatir las causas in situ –agrega– pero sin perder de vista que la migración no es un accidente del sistema sino que forma parte estructural del mismo. Europa permite ejemplificarlo: muchos países estarían ya perdiendo su población, y esta sería más vieja todavía si no fuera por la llegada de la migración, mano de obra fundamental para mantener la maquinaria en marcha».

Tarea crítica, sin duda, a la que se abocarán hoy los once presidentes invitados por AMLO si se proponen en serio enfrentar la perversa lógica del capitalismo.