La rebelión militar del 4 de febrero determinó los cambios más profundos vividos por Venezuela entre 1992 y hoy. También podría determinar su futuro.

Varios foros y marchas en Caracas y otras capitales lo recordaron. La televisión mostró su memoria contada por uno de sus protagonistas más inteligentes, el capitán Castro Soteldo.

La conformación de nuevos gobiernos del llamado “progresismo” (Gabriel Boric, Pedro Castillo, AMLO, Xiomara Castro y quizá Gustavo Petro en Colombia) ponen de relieve la naturaleza de las diferencias entre aquel “progresismo” nacido con Chávez y el chavismo en Venezuela en 1992, y el actual.

Recordar el 4F de 1992 es mucho más que acto ceremonial o periodístico de la memoria. Confirma que tanto en la biología evolutiva como en la vida social, nada ocurre sin génesis y desarrollo… aunque los finales no sean los previstos.   

El 4 de febrero de 1992 fue una rebelión de la juventud militar insuflada por el ideario anticipatorio anti yanqui de Simón Bolívar.


Pero fue mucho más. El espasmo ideológico de aquella generación cabalgó sobre una avalancha social de múltiples y variadas rebeldías, bien estudiadas por Margarita López Maya y Roland Dénis, entre otros. De nueve países estudiados, Venezuela registró casi la mitad de las luchas y resistencias sociales entre 1989 y 1992. Dénis definió esas luchas en un libro como las “fábricas de la rebelión”.

Este concepto es clave para comprender que la rebelión militar de 1992 fue en varios sentidos, la elevación y continuidad, en un plano superir, de otro febrero rebelde ocurrido tres años antes, El Caracazo. Ese es el sentido dado por el peruano argentino Ricardo Napurí en sus memorias: “la revolución es la fase superior de las rebeliones”.

Pero hay un aspecto de 1992 que fue la negación de 1989. Los y las protagonistas del primer hecho fueron los pobres de los barrios urbanos y la clase media asalariada depauperada. Un estudio del diario El Nacional y Reuter en 1990, mostró que en El Caracazo participaron casi dos millones de personas de más de 80 municipios en 15 provincias y la capital. Fue una rebelión nacional, mucho más que un “caracazo”.


En la rebelión militar de 1992 los protagonistas directos fueron entre 4 mil y 4 mil 500 soldados, suboficiales y oficiales altos, más algunas decenas de militantes, cuadros y figuras de la izquierda marxista. Las masas pobres y la clase media vivieron el 4F por TV, aunque el impacto en sus cabezas fue como si hubieran participado. Este fenómeno paradojal superó el divorcio entre rebelión militar y participación popular. Le aportó el carácter popular democrático profundo que tuvo desde 1999 hasta 2013.


Resultaron tres aportes clave e ineludibles del 4F: A) una vanguardia política cívico-militar, B) un líder carismático y C) una conciencia elevada en derechos sociales y anti imperialismo.
La vanguardia y el líder, siendo de origen militar cumplieron roles políticos insospechados. La conciencia, en cambio, explica a las milicias, las comunas y la capacidad de resistencia y resiliencia al bloqueo, la migración del 20% de la población y la demonización global del país como una “argenzuela”.
Por sus preocupaciones sociales, programa, orígenes de clase, alejamiento de las clases dominantes, lecturas (la mayoría de autores marxistas, como Gramsci y Ludovico Silva) y por sus relaciones secretas con la izquierda, los coroneles, capitanes y sargentos del 4F quedaron lejos de la definición de “golpistas militaristas”, como ocurre ahora en Burkina Faso. Aunque técnicamente el 4F fue un golpe de Estado, los coroneles bolivarianos eran los militares menos militares en la historia militar.
A esa vanguardia política nueva de origen militar se sumaron varios dirigentes reconocidos de la izquierda, algunos connotados como José Vicente Rangel, el diputado Pablo Medina o el poeta y jurista Isaías Rodríguez.


De esa realidad y vanguardia trepidante y armada fue que emergió la figura mediúmnica de Hugo Chávez, con sus ribetes épicos.


Desde el 4F Venezuela Jamás volverá a ser el “país portátil”, artificial, edificado sobre torres petroleras, puertos de importación y reinas de belleza. La república sostenida en la importación tiende a convertirse en una sociedad que produce, aprende a exportar y quiere ser ordenada.


Desde 2021 parece iniciarse otro país. Su certificación reciente como la mayor reserva de oro del planeta y el posible cambio de algunas de sus fuentes por miles de bonos millonarios tenidos en países ricos, podría abrir paso a una economía capitalista rica en un país pequeño, atrasado y dominado.


Pero hay un problema. Ese país se sigue gobernado por el chavismo, habla de “revolución” y mucha gente recuerda que la rebelión del 4F fue el punto de partida de todos los cambios. Y eso no le gusta a Estados Unidos.