Italia elige sus representantes para Diputados y Senadores el próximo 4 de marzo, en medio de una campaña marcada por atentados racistas, una abstención electoral altísima y una nueva ley electoral pactada por los grandes partidos, cuyos alcances no serán los esperados.

Semanas atrás, el ataque a un grupo de senegaleses en la ciudad de Macerata por parte de un neofacista, avivó la llama de un racismo que nunca se fue del todo en Italia. El atacante, Luca Traini, había sido candidato comunal por el partido Liga Norte, uno de los partidos que reivindica pensamientos de extrema derecha, y cuyo líder, Matteo Salvini, enciende las redes sociales con comentarios xenófobos y violentos. Salvini, sería el candidato a ocupar el cargo de Primer ministro en el caso de que la Coalición de derecha que forma junto a Berlusconi, alcance la mayoría de votos.

Sin embargo el escenario no es tan simple, en un país que desde el retorno de la República, ha cambiado 4 veces su ley electoral, para tratar de adecuarse a una realidad de marcada despolitización de la ciudadanía, una abstención altísima (se estima que 3 de 4 jóvenes no vota) y una compleja cultura política que tiene a la inestabilidad como bandera. En los últimos 20 años, sólo Berlusconi logró ocupar el cargo de jefe de gobierno por períodos mayores a 2 años.

Desde el lado de la centro izquierda, Matteo Renzi aparece como el candidato natural de un Partido Democrático que desde 2012 ha comandado el gobierno pero que no logra llevar adelante reformas concretas y cuyas escisiones internas lo han obligado al recambio permanente. La derrota en el Referéndum constitucional del pasado 2016, obligó a Renzi a renunciar al cargo y fue sucedido por el moderado Paolo Gentiloni, quien suena firme para continuar en ese rol si no hay un voto de confianza del Parlamento en la conformación de gobierno. De darse esa posibilidad, habrá un nuevo llamamiento a elecciones.

Por último, el Partido Cinco Estrellas, que con el mayor índice de candidatos sin experiencia en cargos políticos previos, llega a su segunda elección general como el partido más votado, pero al no haber conformado ninguna alianza mayor, se prevé que quede rezagado dentro de las cámaras altas.

Si hay algo seguro, es que llevará un tiempo saber quién es el nuevo primer ministro italiano, y que los partidos, grandes y chicos, deberán consensuar pactos de gobernabilidad, sobre todo con una Europa que mira atentamente lo que sucede en el país, que pese a que se recupera económicamente, el auge de movimientos “populistas” amenazan con salirse del bloque común, un proyecto que luego del Brexit británico empieza a temblar.

Un nuevo jugador

La única sorpresa en el complejo escenario político italiano, es la aparición de Potere al Popolo (Poder al pueblo), un partido de izquierda inspirado en el Podemos de España y con reivindicaciones de Justicia Social y sindicales de base, que piensa en las políticas de género y la vuelta de los jóvenes a la vida política. Con el objetivo de “refundar” la izquierda italiana, en el momento de mayor declive de esta fuerza en ese país.