Se cumplen 17 días del inicio de la “operación militar especial” ordenada por el presidente Vladimir Putin y la ofensiva rusa da la impresión de haberse estancado sin haber logrado los objetivos de máxima: la desmilitarización, la “desnazificación” y el cambio de gobierno en Ucrania. De todas maneras, el avance y la ocupación de territorio son perceptibles, aunque a un costo más alto del que se suponía en la previa. Al mismo tiempo, crecen también las sanciones contra todo lo que suene a ruso impulsadas por la administración Joe Biden y aceptadas a regañadientes y nunca al 100% por los socios europeos de la OTAN, que por cada castigo también deben soportar las consecuencias en carne propia de un mundo que estaba articulado en torno a las provisiones de combustibles desde el país euroasiático. En el ámbito de la diplomacia, el mandatario ruso se mostró optimista tras las últimas reuniones, una de ellas entre los cancilleres Serguéi Lavrov y Dmitri Kuleba en la ciudad turca de Antalya. Pero los misiles entre representantes de las potencias en la ONU y Viena no dejan de atronar en todas las capitales.

Con la información disponible, puede decirse que a un costo importante en material y recursos humanos, las fuerzas rusas intentaban rodear a Kiev mientras había fuertes disputas en Mariúpol, que virtualmente está cercada y hay en marcha, como en otras ciudades ucranianas, corredores humanitarios para evacuar a la población. De acuerdo al portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashénkov, fueron destruidos 3500 objetivos militares desde el inicio de las acciones. El presidente ucraniano, Volodomir Zelensky, aseguró que el alcalde de Mariúpol había sido capturado por efectivos rusos, lo que para él prueba la debilidad de los invasores. Según Acnur, el total de refugiados y desplazados por la guerra supera ampliamente los 2,5 millones de personas, en su mayoría se dirigen hacia Polonia. 

Bien se dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Es bastante difícil corroborar la información que circula desde uno u otro bando. Es el caso del edificio de la maternidad de Mariúpol bombardeado y repleto de parturientas según los informes occidentales. Desde Moscú advierten que días antes ya habían señalado que el hospital se había mudado hacía mucho y las instalaciones albergaban a efectivos del Batallón Azov, formado por neonazis, uno de los objetivos de Moscú.

La otra data controvertida es la del hallazgo de 30 laboratorios de armas biológicas en territorio ucraniano financiados por Estados Unidos. El caso llegó a la Naciones Unidas, donde el representante de Rusia acusó a Washington de tener una doble vara y advirtió sobre desarrollos de experimentos destinados a crear armas letales con ayuda de la biología. La embajadora estadounidense dijo que era una absoluta mentira, pero desde el Capitolio la desmintió la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, responsable de las operaciones que llevaron en 2014 al golpe de Estado en Kiev.

A partir de una pregunta del senador Marco Rubio –un republicano trumpista sin pelos en la lengua- sobre si en Ucrania tiene armas biológicas o químicas, Nuland respondió, textualmente: “Ucrania tiene… instalaciones de investigación  biológica. Tememos que las tropas rusas traten de tomar el control. Por consiguiente tratamos, con los ucranianos, de asegurarnos de que ese material de investigación no caiga en manos de las fuerzas rusas si se acercan”.

En el tablero político, el canciller alemán y el presidente francés mantuvieron este sábado dos horas de diálogo con Putin luego de haber hablado con Zelensky. Desde el Elíseo dijeron que se le había exigido al presidente ruso un alto el fuego inmediato.

La guerra no se detiene. Mientras tanto Putin y Zelensky, cada uno por su lado, trata de conseguir aliados exteriores.
Foto: Sputnik/AFP

Los líderes de la UE se habían reunido 24 horas antes en el Palacio de Versalles para debatir cursos de acción ante la nueva realidad de la guerra en Ucrania. No dieron demasiadas precisiones sobre posibles ayudas militares a Ucrania o la aceptación de su ingreso a la UE, pero si discutieron sobre hasta dónde pueden llegar con sanciones a Rusia, habida cuenta de la dependencia del continente del gas y el petróleo. 

Hubo avances en cuanto a elaborar estrategias comunes para morigerar los precios de la energía eléctrica y desligarla del costo del gas. Alemania, por otro lado, se comprometió a prescindir del petróleo ruso para fin de año y del carbón hacia el otoño. «Cada día, casi cada hora, de hecho, estamos diciendo adiós a las importaciones rusas», declaró el ministro ecologista Robert Habeck. Pero del gas prefirió no decir mucho ya que no es tan fácil el cambio. 

Las sanciones estadounidenses al petróleo ruso, ciertamente, complican a Moscú, pero no resultan indiferentes para el resto del mundo, ni siquiera para EE UU, que acudió a Venezuela para proveerse del combustible que ya no recibirá de Rusia. Claro, no fueron a negociar con Juan Guaidó, sino con Nicolás Maduro. Algo similar se registra en Viena, donde la Casa Blanca quiere reflotar el acuerdo nuclear con Irán que en su momento había alcanzado Barack Obama con los países del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania, y que petardeó Donald Trump ni bien llegó al Salón Oval. En la capital austríaca todo se trabó porque Rusia, uno de los firmantes de aquel acuerdo, pidió garantías a EEUU de que las sanciones por Ucrania no impedirán comerciar con el país persa.

Como parte de las penalizaciones, como se recuerda, Rusia fue suspendida del sistema de transferencias SWIFT, se le bloquearon fondos del Banco Central y a algunos bancos privados y varias empresas anunciaron que dejan el país, entre ellas McDonalds. La respuesta de Moscú fue advertir que hay una lista de sanciones previstas para personajes e instituciones occidentales. La más impactante es la posibilidad de que sean nacionalizadas las empresas que dejen el país.

Si bien las sanciones parecen tener efectos en lo inmediato en Rusia, los precios internacionales de commodities alertan que el resto del mundo no quedará inmune a esta pandemia. Y hasta hay quienes advierten que quizás resulten más perjudicados los países del área de influencia de Estados Unidos y especialmente el dólar. La ecuación que evalúan es que la estadounidense dejaría de ser la moneda de reserva internacional para ceder su lugar al yuan, una profecía que se viene mencionando desde hace más de una década pero la guerra en Ucrania podría acelerarla.

Bitácora

Rusia no participará más en el Consejo de Europa por considerar que la UE y la Otan «están utilizando su mayoría absoluta en el Comité de Ministros del CE para continuar con su destrucción y la del espacio común legal y humanitario» en el continente.

YouTube eliminó el documental Ucrania en llamas de Oliver Stone en 2016, que estaba disponible para todo público. Los productores subieron la película al sitio Rumble porque “el público debe decidir lo que ve, no los ejecutivos de Google”.

El aumento del combustible en Estados Unidos está comenzando a impactar en los bolsillos de los usuarios y The Washington Post detalla medidas para ahorrar en el consumo, además de presentar aplicaciones de celulares que indican dónde está más barato.

Seis de cada diez empresas de Guipúzcoa, una provincia vasca destacada por sus pymes industriales, sufren los efectos de la guerra en Ucrania, según la cámara empresarial Adegi, principalmente por el costo de la energía.

Con más de 1,6 millones de refugiados, Polonia es un oasis para quienes huyen de la guerra en Ucrania. Esta semana, por 6 votos a 3, la Corte Suprema de EEUU desestimó la petición de Abu Zubaydah solicitando el testimonio de los psicólogos James Mitchell y John Jessen, contratados para diseñar el método de tortura al que fue sometido en una prisión secreta de la CIA en Polonia.